Peso Pluma en Ecuador: apología a la narcocultura

Miércoles de diciembre, a pesar de la lluvia no dejaba de llegar el público para el concierto de Peso Pluma en Quito como parte de su gira “Doble P Tour 2023”. Niños y niñas acompañados de sus padres, jóvenes y personas adultas se daban cita a este concierto, algunos con camisetas del artista, otros con camisetas, gorras y banderas de México o de la Virgen de Guadalupe. La estética se replica entre quienes van a las plateas más baratas y quienes han pagado entre 180 y 300 dólares (en reventa) para estar en primera fila. A las afueras, hombres con cadenas de oro y mujeres que parecen salidas de revistas llegan con fajos de dinero en mano para conseguir entradas.

Una vez dentro del lugar del concierto, niños de 10 años o menos coreando las canciones de Peso Pluma donde habla de armas y autos de lujo, mientras con su cuerpo hacen el símil de cargar una metralleta y disparar. Más allá jóvenes con pasamontañas coreando las canciones, algunas parejas bailando. Un espectáculo que mezcla los últimos temas de Peso Pluma más urbanos, con la música regional mexicana cargada de alusiones a la cultura del narcotráfico a 3 560 kilómetros de distancia de Jalisco, ciudad natal de Peso Pluma.

Se ha hablado ya de la influencia que han tenido las telenovelas y series alusivas a carteles y capos de la droga en un país donde hay 43 homicidios por cada 100 000 habitantes, siendo ya uno de los más peligrosos de la región; y donde se reclutan niños cada vez más pequeños para unirse a las bandas de crimen organizado que atemorizan a la población. Es urgente analizar y visibilizar, como influencia también la música que niños y jóvenes corean en estos espacios.

No se trata de tener un momento de moralina, o de decir que la música de ahora o ciertos géneros no convienen, se trata del horror de escuchar a niños y niñas corear “En una Urus me salgo a pasear. Diez camionetas se miran atrás. Cuido la plaza del señor Guzmán. Y al Piyi traigo de anillo de seguridad”, sin siquiera inmutarnos.

Hace algunos meses escribía sobre cómo estamos perdiendo al menos una generación (quizás más) en manos del narco y la violencia, y aun así parece que nos conformamos con pensar que sigue pasando lejos de casa. En Esmeraldas o Guayaquil niños de 12 años son reclutados para el crimen, con promesas de dinero, o bajo coerción, en Quito los padres llevan a sus hijos a cantar “Que aquí mando yo. Carros deportivos en mi colección. Minimis, Bazucas y Kalashnikov. Todos mis muchachos están al tenton.”.

Urgen datos que revelen la situación de la niñez y adolescencia en relación al reclutamiento para bandas criminales; urgen políticas públicas que respondan de manera contundente a la permeación de la narcocultura en la sociedad, y urgen respuestas desde nosotros, Academia, organizaciones sociales, sociedad civil para dar una batalla cultural, que estamos perdiendo.

La indiferencia es el peso muerto de la Historia- Antonio Gramsci


Todas las columnas de la autora en este enlace: https://alponiente.com/author/sagordillosuarez/

Samantha Gordillo Suárez

Soy socióloga política y criminóloga. Hincha del Club Deportivo El Nacional, miembro de la barra Marea Roja. Trabajo en la industria tecnológica, buscando que la tecnología nos permita acortar brechas sociales y no ampliarlas. Escribo sobre fútbol y sociedad, seguridad y crimen organizado y tecnología responsable.

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