Otra estafa: la astrología

En mi columna anterior hablé sobre los estafadores que se aprovechan del temor al cambio climático para adquirir dinero. Hoy tengo que hablar de otra farsa que es muy popular: la astrología. No es lo mismo astrología que astronomía. La astronomía es la ciencia que explora el espacio, la astrología es la estafa de los signos zodiacales que aparece en las páginas de los periódicos y las revistas.

Los fenómenos del cielo siempre nos han llamado la atención a los seres humanos, todas las antiguas civilizaciones tuvieron curiosidad por lo que hay allá arriba. El sol, la luna y las estrellas se movían cíclicamente, nunca estaban en el mismo sitio. El sol alumbraba el día y se ocultaba en la noche, y la luna atravesaba el cielo nocturno, escoltada por una infinidad de estrellas titilando, aunque unas pocas mantenían su luz siempre igual, sin titilar. La luna cambiaba su apariencia todas las noches: a veces se mostraba completa y a veces se escondía, pero la mayor parte del tiempo solo una parte se dejaba ver. De vez en cuando se juntaba con el sol, o se pintaba toda de rojo. Otras veces, una gran estrella con cola recorría el cielo de la noche. No había una noche que fuera igual a la anterior.

El asombro dio paso a la observación. Se encontró que el Sol tenía como camino una línea imaginaria, por la cual también pasaban en la noche la Luna y los planetas (las estrellas que no titilaban). La línea imaginaria se llamó Eclíptica. Así mismo, se encontraron ciclos en la Luna, en el Sol, en los planetas y en las estrellas. Estos ciclos tenían relación con el día y la noche, con las cuatro estaciones, con la marea, con los puntos cardinales, con las siembras y cosechas, con el ciclo menstrual, con las migraciones de los animales y con infinidad de fenómenos naturales. No era descabellado pensar que también determinaran nuestras actitudes y personalidades, sobre todo en una época en la que la ciencia no había explicado la relación entre los fenómenos de la naturaleza.

Los navegantes y los viajeros en la antigua Grecia asociaron ciertos grupos de estrellas. Al acostarse bajo el cielo de la noche y “unir los puntos” para encontrar figuras, hallaron a sus

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héroes mitológicos y a los monstruos que estos combatían. La posición de estos grupos de estrellas, llamados constelaciones, les permitía saber en la noche dónde estaba el norte. De esta manera usaron el cielo como una gran brújula que les hacía posible ubicarse y navegar en la oscuridad. Paralelamente otras culturas encontraron sus propias constelaciones que consistían casi siempre en figuras legendarias propias de la región. No eran las mismas constelaciones en Egipto que en Grecia o que en la China, ni eran las mismas entre los imperios indígenas en América. Aunque el papel tenía los mismos puntos, cada cultura los unía de forma diferente. Las constelaciones entonces no existen como objetos reales, sino como construcciones imaginarias de las civilizaciones. La mayoría de las constelaciones que usamos en la actualidad provienen de la antigua Grecia, aunque algunas (sobre todo en el hemisferio sur) son más recientes. La Unión Astronómica Internacional reconoce 88 constelaciones, de las cuales 47 fueron descritas originalmente por Ptolomeo.

Como mencioné anteriormente, en el pasado no era una tontería pensar que las estrellas determinaran el destino de las personas. Aún así muchos sabios desde la antigüedad cuestionaron esa afirmación. Por ejemplo, Marco Tulio Cicerón por simple observación determinó que las personas así nazcan con poco tiempo de diferencia no tienen el mismo destino. También cuestionó la noción de que las estrellas modelen la vida de un ser humano cuando hay factores más importantes como la crianza, el clima y el ambiente.

Los astrólogos de la antigüedad en Occidente relacionaron doce constelaciones con el destino de los seres humanos. Las doce que escogieron fueron las que están en la Eclíptica, por donde “atraviesa” el Sol al cielo. Así se creó el zodiaco con sus doce signos. Ignoraron que una constelación adicional, Ofiuco, tiene un pie que cruza la línea. Si el zodiaco de los astrólogos hubiera sido fiel a la realidad tendría trece signos y no doce: pero el doce era un número que les convenía más ya que lo podían relacionar con los meses del año.

Ophiuchus

 

Hubo regiones donde la astrología creció y era plenamente aceptada, mientras que en otras era rechazada. Los griegos y los romanos asociaban la astrología con Babilonia, y la mayoría la consideraba adivinación o brujería. El cristianismo en su mayoría rechazó la astrología, aunque a comienzos de la edad media algunos autores la aceptaban. Fue en la Ilustración que la ciencia occidental logró demostrar la invalidez de la astrología. A partir de ese momento, se convierte en una farsa la concepción de que las estrellas influyen en nuestra personalidad, nuestras decisiones o nuestro futuro.

La astronomía moderna es la ciencia que busca conocer todos los misterios del espacio, a diferencia de la astrología que es una carreta anticientífica que busca lucrarse diciéndole a la gente un montón de mentiras. En la actualidad, las constelaciones son usadas por los astrónomos para ubicarse más fácilmente en el espacio, pero en otras áreas como la navegación han perdido su relevancia. Aún así, es agradable para muchos sentarse en la noche a unir los puntos en el cielo y conocer las leyendas de cada constelación.

La existencia de la astrología en pleno siglo XXI solo se puede explicar por el desconocimiento que muchas personas tienen del espacio, por el deseo por conocer el futuro y por las técnicas de publicidad que usan los que practican esta pseudociencia para estafar a la gente.

 

NOTA: Se lució Medellín en el Foro Urbano Mundial, le quedó hermoso el maquillaje. Ahora es momento de quitárselo y que se vean los gamines y los vendedores ambulantes, a ver si algún día nos da por pensar en soluciones reales a ese problema, diferentes a ocultarlo cuando nos vienen a hacer visita.

A los enfermos que mandaron a devolver de los hospitales de la ciudad porque las camas estaban reservadas para los invitados de la ONU ya les pueden decir que se vuelvan a presentar, que ahora si pueden atender a la gente que no es tan importante como Kofi Annan.

[author] [author_image timthumb=’on’]https://scontent-a-atl.xx.fbcdn.net/hphotos-prn2/t1/1450680_10202473183650216_1393131758_n.jpg[/author_image] [author_info]José Miguel Arias Mejía Medellinense. Estudiante de Medicina de la Universidad de Antioquia. Leer sus columnas.[/author_info] [/author]

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