No hemos tocado fondo

“Cuando un candidato presidencial es asesinado, el derecho a elegir y ser elegido se pone en entredicho. Cuando la violencia criminal y la indolencia gubernamental han cercado la democracia, sólo nos cabe esperar lo peor”.

País mío no existes
sólo eres una mala silueta mía
una palabra que le creí al enemigo
-Roque Dalton

Cuando pobres inocentes mueren en un cruce de balas entre bandas, el gobernante de turno puede argumentar que las víctimas fueron todas delincuentes, y que la gente de bien no tiene de qué preocuparse. Nadie va a meterse a un barrio olvidado por Dios a comprobar si lo que dice es cierto.

Cuando un ciudadano de a pie es asesinado durante un asalto, el presidente puede condenar enérgicamente el hecho para olvidarlo antes siquiera de que su community manager termine de tuitear.

Cuando cientos de presos son asesinados en un motín carcelario, el primer mandatario puede decretar Estado de excepción para que todo siga igual que siempre.

Cuando las bandas criminales secuestran, extorsionan, matan y gobiernan los territorios, el jefe de Estado puede anunciar, puntual cada semana, que los delincuentes recibirán todo el peso de la ley.

Cuando la vanidad de un gobernante es más grande que su sentido de la responsabilidad, no hay tragedia que logre conmoverlo.

***

Tres disparos acabaron con la vida del candidato a la presidencia, Fernando Villavicencio. Tres disparos a la salida de un mitin político. Tres disparos ante la mirada atónita de su escolta de seguridad. Tres disparos en una avenida principal de la capital de la República. Tres disparos a diez días de las elecciones presidenciales.

Fernando Villavicencio había alertado de amenazas de muerte en su contra. Fernando Villavicencio contaba con resguardo policial. Fernando Villavicencio salió por la puerta principal del recinto en el que acababa de dar su último discurso. Fernando Villavicencio fue llevado a un vehículo de la policía sin blindaje. Fernando Villavicencio ingresó solo a un vehículo sin conductor cuyo costado izquierdo estaba completamente desprotegido.

Los fanáticos levantaron el dedo acusador contra sus rivales políticos. Los fanáticos denunciaron un autoatentado. Los fanáticos develaron tramas secretas y planes de golpes de Estado. Los fanáticos hicieron lo que hacen todos los fanáticos.

Guillermo Lasso dio las condolencias a la familia. Guillermo Lasso ordenó una reunión con su gabinete, la presidenta del Consejo Nacional Electoral y el presidente de la Corte Nacional de Justicia. Guillermo Lasso se reunió durante seis horas. Guillermo Lasso decretó tres días de luto nacional. Guillermo Lasso decretó estado de excepción. Guillermo Lasso demoró seis horas para tomar la misma decisión de siempre.

El gobierno le dio la espalda a las familias pobres masacradas a diario en Esmeraldas, en Manabí, en Guayas. El gobierno le dio la espalda a los trabajadores y empresarios extorsionados por bandas criminales. El gobierno le dio la espalda a los ecuatorianos. El gobierno le dio la espalda a la democracia.

***

Cuando un candidato presidencial, con escolta policial, es asesinado en la capital del país, no quedan motivos para pensar que alguien puede estar a salvo. Cuando descubrimos que la policía no tiene protocolos ni siquiera para proteger a un candidato presidencial que está bajo su cuidado, no quedan motivos para sentirnos protegidos. Cuando el poder del Estado está en manos de pusilánimes, sobran los motivos para pensar que no hemos tocado fondo.

Cuando un candidato presidencial es asesinado, el derecho a elegir y ser elegido se pone en entredicho. Cuando la violencia criminal y la indolencia gubernamental han cercado la democracia, sólo nos cabe esperar lo peor.

La violencia no entiende las razones de esa ingenua esperanza que asiste a los optimistas.


Todas las columnas del autor en este enlace: Juan Sebastián Vera

Juan Sebastián Vera

Sociólogo por la Pontificia Universidad Católica del Ecuador. Estudiante de Política Comparada en FLACSO, Ecuador.

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