No aprendimos nada

En una sociedad polarizada hablar de estos temas es cada vez más difícil, la mayoría de personas tienen visiones y opiniones extremas sobre los asuntos políticos y económicos, pero poco se habla del drama humano en el que vivimos


Han pasado 47 años desde el final del Frente Nacional y parece que no aprendimos nada. Ahora estamos pasando uno de los momentos más tristes en la historia del país, el miedo se siente en la calle y muchas personas ven con terror la posibilidad de “volverse una Venezuela”. En una sociedad polarizada hablar de estos temas es cada vez más difícil, la mayoría de personas tienen visiones y opiniones extremas sobre los asuntos políticos y económicos, pero poco se habla del drama humano en el que vivimos. Casi todos ven a un salvador en caudillos que en nada favorecen la construcción del Estado, y que lo único que hacen es conducirnos a una espiral de odio que nos ha llevado a sentir el miedo y la desilusión de los últimos 10 días.

Con tristeza escucho a personas estando a favor de los asesinatos a manos de fuerzas del Estado, al igual que también escucho a personas que quieren ver arder las ciudades. Sin embargo, mi visión es diferente, y en donde los medios de comunicación se han esforzado sin ningún descaro en tomar partido, yo veo el principio del colapso del Estado. Ya el poco poder del Estado es casi que legendario: su forma de impartir justicia toca el límite de la inoperancia, por lo que muchos optan por la justicia por mano propia o generando una tolerancia absurda a los actos que afectan la libertad o moral colectiva. A lo anterior hay que sumarle la nula representación de nuestra “democracia representativa”, que deja al margen de los gobiernos las verdaderas necesidades de las poblaciones. Prueba de lo anterior es lo que sucede en Cali: civiles en camionetas disparando a civiles protestando, ¿qué otro ilógico ejemplo podríamos dar? Esta pregunta sería real en un país en el que no existieran guerrillas dedicadas al narcotráfico, paramilitares dedicados al narcotráfico, narcotraficantes dedicados a la política, corruptos drenando los recursos del Estado, gobiernos de amigos para amigos, todos queriendo sacar ventaja de los otros, sin un gobierno que le interese cambiar las cosas. Con respecto a la baja representación, también el actual momento es el mejor ejemplo: las marchas no tienen cabeza visible. Alejándonos del nuevo concepto de la “revolución molecular disipada”, la historia del país es una historia de bajo nivel de acuerdos con las comunidades y baja participación política, solo hay que recordar al Frente Nacional.

El Estado colombiano actual tiene los dos características de las que ningún político se ha atrevido a hablar y mucho menos a actuar: un poder bajo para ejercer la ley y el orden que deriva en impunidad y corrupción, y una participación ciudadana baja que deriva en que lo que hace el Estado termina siendo poco efectivo frente a las necesidades reales del país. Lo anterior es lo que más me preocupa, pues nos encontramos corriendo a alta velocidad hacia el colapso del Estado, mientras que la discusión política de la mayoría de personas es si Petro es el Maduro colombiano o si Uribe es un paramilitar.

Si realmente le interesa el país, interésese por la construcción del Estado y no por defender a muerte un político que se cree un mesías.

Juan Manuel Salazar

Product manager por experiencia, ingeniero mecánico por formación. He participado en el diseño e implementación de la estrategia en varias empresas privadas y participé en la construcción del plan de desarrollo de Medellín 2020-2023 para el Valle del Software. Apasionado por la historia y preocupado por el futuro del Estado Colombiano.

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