– La pena como factor racional de negación de libertad de la voluntad –
“Nietzsche no hace sino una crítica a la modernidad europea: frente a una religiosidad fundante de la culpa y de la pena, propone el ateísmo, al que califica de segunda inocencia y que se constituye en la única posibilidad de abandono de sentimiento de mala conciencia.”
La moral contraria a la Naturaleza, o sea casi todas las morales que se han predicado hasta ahora, se vuelve precisamente contra los instintos de la vida; es una condenación a veces secreta, a veces franca y descarada de esos instintos.
Desconfío de todos los sistemáticos y los evito. El gusto por el sistema es una falta de probidad.
F. Nietzsche, El ocaso de los ídolos.
Nietzsche se constituye en una especie de gozne entre la modernidad europea y la crisis de la racionalidad, es por ello que en su filosofía encontramos que convergen una serie de contrariedades: la más importante, quizá, estriba en una esperanza en el método científico, a pesar de ser un filósofo netamente antipositivista, como pulsador del Súper Hombre – su utopismo filosófico -, pues afirma reiteradamente que en ella existe menos conciencia, bien lo expresa en el libro segundo de La Voluntad de Dominio, “La intensidad de la conciencia está en relación inversa con la facilidad y la rapidez de la transmutación cerebral”(Nietzsche, 1958, p. 283), por ello cree y valora el método de Augusto Comte, y lo eleva a la categoría de filosofía, así como valora puntualmente los mecanismo de conocimiento como procesos de abstracción y simplificación para obtener poder sobre las cosas; pero de igual manera en el transcurso de su filosofía encontramos al crítico de la racionalidad, ese Súper Hombre debe transmutar todos los valores que regentaban la vida europea hasta el Siglo XIX, y desembocar en una ética diferente a la Kantiana del deber ser, o a la del moralismo cristianismo, que están dirigidas a los hombres débiles, enfermizos y fracasados, e interpone su cognición de los valores vitales, es la voluntad de dominio por medio de la cual el hombre recupera su puesto en la historia del universo.
En esta contrariedad radica el meollo de su filosofía. Nietzsche es un filósofo del vitalismo, porque cree en el hombre libre, aquel que posibilita la expresión de sus pulsiones sin recatos ni viejos moralismos, el hombre libre de dogmas, de doctrinas, el hombre alejado de todo sistema, que como veremos más adelante, no hace sino utilizarlo para expiar las penas sociales; sin recato, en una sociedad europea cristiana y moralista, afirma: “¡No debemos ser viles ante nuestros propios actos! No debemos ponerlos en jaque. El remordimiento es cosa inconveniente.”(Nietzsche, 1958, p. 202).
El filósofo alemán lo que pretende es rescatar a la vida de esa herencia que pesaba sobre sus contemporáneos, por ello desde la Genealogía de la moral intenta rescatar los valores primigenios de esa vida, a la vez que quiere demostrar la génesis de los métodos empleados por los hombres que negar esos valores, para desenmascarar desde dónde se fraguó la vida de occidente. Nietzsche va siempre tras ese Súper Hombre, “el Súper Hombre que Nietzsche imagina será, entonces, aquel hombre, hijo de los tiempos modernos, capaz de vivir como los hombres-actores de la escena original de la vida; esto es, capaz de afirmar, de decir “si” de modo permanente a las fuerzas naturales de su vida” (García, 2001, p. 12). Él es un filósofo crítico de su tiempo, por ello hace uso de su suspicacia filosófica y filológica para reprochar la razón, el estado, el sujeto y el objeto de su época, -moral y religión inmersos en todos ellos- para desembocar en lo que nos atañe en este ensayo, sus reflexiones acerca de la pena.
Para él todas las acciones humanas son necesarias, por ello la libertad únicamente puede trazarse desde la voluntad de poder, desde donde autoerigirá su propia escala de valores, como posibilitante de su autodeterminación (Botero, 2002). Se aparta sustancialmente de la necesidad del Estado, cree sin embargo en el hombre social, pero crítica en Hegel su necesariedad estatal para el desarrollo teleológico del hombre; con su crítica al sujeto y al objeto, potencia al hombre más allá de la pura conciencia, crea una categoría, como antecedente del psicoanálisis, de la inconsciencia, de los hechos internos del hombre que son en él y por él, es la pulsión por el deseo que se vislumbra en Nietzsche, es lo onírico y lo dionisiaco en la idea nietzscheana, y que más tarde expondrá con toda la magnificencia Freud, “En realidad, es el porvenir lo que el sueño nos muestra, mas no el porvenir real, sino el que nosotros deseamos”(Freud, 1993, p. 155).
Desde el liberalismo francés de fines del XVIII, se experimentaba en Europa un deseo por someter al hombre a un orden jurídico supuestamente igualitario para todos sus miembros, se justifican las leyes no ya como medida coercitiva, sino como salvaguardia de la igualdad entre asociados; Nietzsche no cree en las medidas coercitivas, pues como ya lo vimos es un crítico del Estado Alemán, y en general del europeo, por ello para él no se justifica la autoridad del Estado, y por ende ninguna de las normas emanadas de éste. Pero no es un escéptico reaccionario, porque su propuesta traspasa el umbral de la anarquía mediante la propuesta de una inversión de los valores, y no su simple desaparición. El estado impone unas normas, las cuales hay que cumplir y obedecer, para ello crea un sistema de imposición de penas para aquel que las infringe, pero éste no analiza los motivos o las acciones que llevaron al hombre a actuar como tal, puesto que para el Estado “No existen fenómenos morales, sino sólo una interpretación moral de fenómenos” (Nietzsche, 1983, p. 99); es la crítica al hombre que actúa por heteronimia, “Que las normas estén dadas de antemano quería decir que uno se somete a ellas, las obedece y esto significa entonces: que uno se concibe como un ser de rebaño”(Tugendhat, 2001, p. 287).
Al hombre es menester hacerle recordar su promesa de pagar la supuesta seguridad que la sociedad le brinda, y va a esperar hasta que el hombre madure y sea posible exigirle la deuda, es por ello mismo que el delito debe verse como una consecuencia social, “pero si se castiga o se recompensa de esta manera el pasado de un hombre (el castigo mínimo es, en este caso, una recompensa) deberíamos remontarnos más atrás y castigar o recompensar lo que fue causa de tal pasado, es decir a los padres, a los educadores, a la sociedad misma…” (Nietzsche, 1994, p. 39) –hay así en Nietzsche una visión contractual, casi que puramente en términos mercantiles como se maneja la culpa-, por ello no duda en afirmar que “tal vez no haya, en la entera prehistoria del hombre, nada más terrible y siniestro que su mnemotécnica” (Nietzsche, 1997, p. 79), porque es una memoria de dolor, que gime y se queja como el hierro cuando se lo fragua; cuanto más retrocedemos en la historia de los pueblos, más terribles aparecen las penas, por ello Nietzsche se constituye en un crítico de la modernidad europea, las penas aplicadas hablaban de un retroceso en las costumbres, en el derecho mismo, es una crítica a la racionalidad en la medida que la conciencia devino en esa razón, pero a costa de sufrimiento y dolor, es una racionalidad que desconoce la voluntad, lo instintivo, lo natural, se torna así artificiosa y ajena a las búsquedas prístinas del proyecto del mismo hombre; es el momento cuando el hombre deviene gozando en el dolor y el sufrimiento, puesto que la pena inicialmente no surge para resarcir daños, sino para endilgar daños, para gozarse en el dolor ajeno.
Pero el thelos fundante de la pena es despertar en quien la comete un sentimiento de culpa, es el surgimiento de la mala conciencia: “Toda la antigua psicología, la psicología de la voluntad, tiene por premisa que los autores de tal psicología, esto es, los sacerdotes, jefes de las antiguas comunidades, quisieron arrogarse el derecho a imponer penas, o quisieron crearle a Dios el derecho de infringirlas… los hombres fueron imaginados “libres” para que pudieran ser juzgados y castigados, para que pudiesen ser “culpables”; por consiguiente, se debería imaginar que toda acción era querida, y que el origen de toda acción se encontrase en la conciencia (y con esto, la sistemática acuñación de moneda falsa “in psychologicis” se convirtió en principio de la psicología misma…) (Nietzsche, 1958,p. 234). Es lo que podemos identificar como una represión de los instintos del hombre, la mala conciencia crea en el hombre el sentimiento de culpa, de dolor, y surge la pena como fundamento del daño del hombre por el hombre mismo.
Con todo ello, Nietzsche no hace sino una crítica a la modernidad europea: frente a una religiosidad fundante de la culpa y de la pena, propone el ateísmo, al que califica de segunda inocencia y que se constituye en la única posibilidad de abandono de sentimiento de mala conciencia; frente a una Europa puramente racional, propone el imperio de lo pulsional, de la voluntad de poder, como integrantes fundamentales de la humanidad en el hombre; su ética es por tanto desde la vida, es lo dionisíaco frente a lo apolíneo, es el rescate del dualismo inmerso en cada hombre. El hombre para Nietzsche ya no puede ser visto con mirada castrante, el hombre es razón, pero también es pulsión, deseo, promulga por un rescate de la dignidad humana, pero desde toda su integridad. Nietzsche es el filósofo en donde pueden converger todos los opuestos.
Referencias
Botero, D. (2002). La Voluntad de Poder de Nietzsche, 4ª edición. Bogotá: Unibiblos, Universidad Nacional de Colombia.
Freud, S. (1993). Los textos fundamentales del psicoanálisis. Barcelona: Alianza Editorial.
García, C. (2001, abril). Nietzsche o el valor de la vida. Hojas Universitarias, Universidad Central de Bogotá, 50.
Nietzsche, F. (1958). El ocaso de los ídolos, Obras Completas de F. Nietzsche, tomo X. Buenos Aires: Editorial Aguilar.
Nietzsche, F. (1958). La Voluntad de Dominio, Obras Completas de F. Nietzsche, tomo IX. Buenos Aires: Editorial Aguilar.
Nietzsche, F. (1983). Más allá del bien y del mal. Madrid: Ediciones Orbis.
Nietzsche, F. (1994). El viajero y su sombra. Barcelona: Editorial Fontana.
Nietzsche, F. (1997). La Genealogía de la Moral. Madrid: Alianza Editorial, 1997.
Tugendhat, E. (2001). Poder y Anti-igualitarismo en Nietzsche y Hitler. En: Nietzsche en Perspectiva, Compilador Germán Meléndez. Bogotá: Siglo del Hombre Editores, Universidad Javeriana, Universidad Nacional de Colombia.
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