Ni en Sodoma ni Gomorra

“No es la vacuna, no es el autocuidado, es la razón práctica del civismo y ver la existencia como el tesoro más preciado, vivir es bueno, morir también, pero no en medio de una pandemia”


Ambigüedades, incertidumbre y una constante sobre el holocausto del COVID 19 es lo que vemos en todos los medios de comunicación, las conversaciones de los hogares saben a pandemia y un Ángel de la muerte circula inmisericorde, buscando a quien agarrar con su hoz. ¿Cuándo nos puso la historia, y bajo qué razones estamos viviendo esta pesadez existencial? Me acuerdo de un viejo cuento, que voy a tratar de parafrasear con la circunstancialidad del momento, ya que el anacronismo no puede ser la lectura de los tiempos, sino la reminiscencia de que algo mal estamos haciendo.

El Ángel de la muerte, divisaba la gran ciudad, donde sus citadinos, pueblerinos y demás personas vivían su fiesta dionisiaca, el placer se sobreponía a la salud, el consumo ahogaba la solidaridad y los gobiernos buscaban cómo seguir enriqueciendo sus arcas a costa de juicios no éticos relacionados con el tributo. En otros escenarios era evidente el hambre, el desespero y la miseria. Al lado del Ángel dialogaba un hombre justo llamado Fulano de Tal, quien con gran agonía, veía el ritual de la preparación de la muerte, afilando su fina hoz para que el momento fuese fulminante.

En un momento de silencio, en medio de la algarabía, entonaron nuestros dos personajes una interesante conversación – “Mijito, y si encuentras personas buenas, devastarías la ciudad” – “Fulano, si existen personas buenas tendré misericordia.” – Nuestro intercesor amigo se quedó mirando al Ángel, y se atrevió a pronunciar – “Bueno, y si encuentras un millón de personas buenas, también arrasarías con la ciudad” – “Si encuentro un millón de personas buenas tendré misericordia.” – Fulano, veía que seguir intercediendo era divagar en un sinsentido, él mismo comprendía que la situación estaba tan caótica que la única forma de aprender de esta civilización, mediada por el espectáculo, la terquedad y la ignorancia cívica, era el sufrimiento directo e incluso la muerte.

Mientras se escuchaba el silbido de la fina hoz al ser ondeada en el aire por el Ángel, Fulano de Tal, con el corazón en la mano, y conociendo la experiencia ingrata de la inmoralidad de no cuidar la vida, mantenía la cabeza gacha. La parca sin titubear y siendo consciente de que en aquel lugar existía personas buenas y obedientes, le dio el aire esperanzador – “Fulano, eres un hombre justo y has vivido la experiencia del dolor y del desespero, ahí en esas ciudades que tanto aprecias sin sentido alguno, muchos tendrán la oportunidad de la vida, otros sufrirán y morirán, ve y diles que el Ángel de la muerte está cerca, que salgan de su letargo y no miren hacia atrás, ya han vivido la experiencia de la peste y la muerte, saben qué hacer para no ser tocados”

A Fulano, le pesaba su espíritu, la existencia se le hacía chica, ni en Sodoma, ni en Gomorra se vio tanto desorden; así divago por las calles anunciando la muerte, pero pocos prestaron atención, algunos salieron de su caverna y guardaron retiro, otros se mofaban, la ceguera era tal que los prejuicios pesaban más que la razón teorética de morir prontamente. La acción del anuncio de alguien que ya murió (Fulano de Tal) bajo la misma razón (COVID – 19) no sirvió como experiencia de los que hoy viven, la hoz silbó de nuevo y poco a poco fueron apareciendo los dolores, las muertes, y una muerte tan devastadora que hoy no sabemos cómo parar, queda tan solo disfrutar mientras podamos, en la moralidad de la vida, en un retiro permanente de la existencia y renegar de lo vital para la posmodernidad. No es la vacuna, no es el autocuidado, es la razón práctica del civismo y ver la existencia como el tesoro más preciado, vivir es bueno, morir también, pero no en medio de una pandemia.

Sergio Augusto Cardona Godoy

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