A lo largo de la constitución política de Colombia se puede encontrar que la paz no solamente esta expresada como un mandato político de obligatorio cumplimiento, como una garantía que debe otorgar el Estado colombiano a los asociados en caso de ocurrir un conflicto internacional o como un derecho; también está expresada en el sentido de la paz positiva, esto es, Paz con Justicia Social; cosa diferente es que los diferentes gobiernos desde el año 1991 no hayan cumplido lo que les manda la constitución.
Para poder llegar a constituirnos como Estado, Colombia ha librado una serie de batallas que han dejado en el imaginario colectivo que la cultura colombiana es de carácter violento, que la única forma de reivindicar sus derechos es a través de la combinación de todas las formas de lucha y que para de ascender en la escala social es totalmente legítimo dedicarse a los negocios ilícitos y así ganar reconocimiento social aunque este se esfume rápidamente; aspectos como estos han servido para catalogar al pueblo colombiano como una sociedad que tiende a la resolver sus conflictos de forma violenta y a instituir un modus vivendí en el que hay una oda a la ilegalidad y en el que las instituciones solo sirven para atender intereses del orden particular, por lo que cada colombiano debe convivir de manera egoísta sin importar los demás.
Aspectos como los anteriores, han llevado a idealizar en nuestra sociedad el concepto de paz, a sentir la misma como un elemento utópico ya que como país nunca hemos podido vivir en paz, máxime si tenemos en cuenta que aún quedan pendientes otros grupos armados por desarmar después del proceso con las FARC y el reciclaje de los actores armados. Además, factores como la alta influencia mediática en la sociedad colombiana, los elevados niveles de corrupción en la política, la búsqueda exacerbada de un enemigo común, la lucha por el diario vivir y los intereses particulares de los grupos empresariales y unas cuantas familias que acumulan poder mediático, económico y político y el surgimiento de una nueva clase que está profundamente ligada al fenómeno paramilitar, no han permitido que la sociedad colombiana tenga clara su idea de paz.
La idea más clara o el concepto más cercano que tenemos de paz es la que está ligada a la paz de los sepulcros, la del orden espiritual; por lo que nos es difícil creer o entender que cuando se supere el conflicto armado Colombia podemos visibilizarnos como un país en paz; o pensamos que tal hecho nunca será posible porque aún hay altos niveles de pobreza, desempleo y falta de educación y una atención deficiente en salud. Todo esto es muy cierto; pero precisamente para poder concentrarnos en solucionar esos problemas primero debemos solucionar aquel que llama la atención del país, iniciando por dar cumplimiento a los acuerdos, para responder a las víctimas y a todos aquellos que padecieron la guerra, el iniciar unos diálogos serios con el ELN donde no se midan fuerzas contra la voluntad del Estado, cortar la connivencia de algunos sectores sociales con bandas criminales y romper con el vicioso espiral de reciclar las guerras.
También se hace necesario entender que los resultados del plebiscito dejaron un sinsabor que ha llevado a lo que hoy muchos llaman “la polarización”, la misma en la que está sumergida parte de la sociedad colombiana. Esto y todo lo anterior hace pensar que Colombia está condenada a no vivir en paz, a relacionarnos a partir de violencia y ser una cultura que no sabe resolver sus conflictos de manera pacífica.
Pero todo eso puede ser fácilmente desmentido, pues somos un país de gente que día a día se levanta para vivir con plenitud, somos personas creativas, inteligentes, altamente emocionales, felices y actuamos dentro de marcos normativos o legales, pues vemos que no estamos en un estado constante de guerra o en una anomia total al mejor estilo de las películas pos apocalípticas de Hollywood. Hay quienes vemos una oportunidad para generar unidad nacional, generar identidad a partir de la construcción de un contrato social donde debemos caber todas y todos aquellos que queramos convivir, tolerarnos y entendernos.
Para ello es necesario que este nuevo pacto genere unidad nacional que incluya a los del Sí, a los del No, al alto número de abstencionistas, a los reinsertados de los diferentes grupos armados, a todos los que pensamos que el camino no es la polarización ni la división, que es la construcción de una nueva forma de relacionarnos, a los que pensamos que la paz debe ser con justicia social, los que creen que la paz es estar bien económicamente, todos los que sienten que la paz es de cada uno en la espiritualidad y los que creen que la paz es estar tranquilo disfrutando de la vida y en familia.
Para todos estos, este proyecto de país es posible en la medida en que comprendamos que la suma de todas las ideas de paz, se convierten en una sola que le da significado a nuestra capacidad de amarnos como colombianos.