Muchacha Moderna

El amor libre que predicas es una fantasía, un subterfugio puesto para tu defensa por temor a hacerte daño. No puedes darme lo que necesito porque tú no lo tienes, tú misma lo negaste; no puedes dar aquello de lo que careces.

El amor libre que predicas es una fantasía, un subterfugio puesto para tu defensa por temor a hacerte daño. No puedes darme lo que necesito porque tú no lo tienes, tú misma lo negaste; no puedes dar aquello de lo que careces.

En realidad, te hablo con rabia, pero no a vos, sino a la época, rabia ciega por una época que desconozco y que a veces me parece predestinada al naufragio.

Pero empecemos por el principio.

Tiene escasos veinte añitos ese cuerpo tuyo delicioso y que parece acostumbrado a los placeres. Te formaste a la luz de los avanzados conceptos del feminismo europeo, en tu mesita de noche no faltaron las Wollstonecraft o las Beauvoir, pero, finalmente, no sabes nada de nada, querida. Nada.

Y perdona que te lo diga incluso con un poco de violencia, pero tu libertad es una máscara, retórica, oropel, cascarón y vanidad, pues la chispa vácua del amor que tú conoces no comprende la desesperación de dos cuerpos que se sienten destinados a consumir su fuego en una misma hoguera. A eso tú le tienes miedo y lo tratas con desdén, cobarde.

A lo mejor creiste que liberar a la mujer consistía en insistir con ferocidad en ese maniqueísmo absurdo, en esa escisión degradente donde finalmente terminas pareciéndote a la mayoría de los machitos contra los que luchas. Y así, por este camino inverso, homogénea en razón de quererte diferente, te conviertes en producto seriado, en mercancía, tú que tanto aborreces el Capital.

Sí sí, sé lo que piensas: Estas son las palabras de un energúmeno anacrónico. Pero no tengo miedo a ser tildado por cuestionar tan brillantes ideas «Liberales». Yo no quepo en tus moldes, y no poseo la superficialidad de tus amigos para conformarme con tu amor a cuentagotas.

En tu busqueda y tu subversión, el amor romántico y platónico te sabe a traste viejo. Eres desmasiado cosmopolita querida para estas montañas de las que te escribo. Y ya no importa si comprendes o no la mística del sexo, la superación de la existencia fragmentada por un acto de amor que se afirma ante la muerte.Tú sabes ser superficial y vacía a tu manera, es decir, con un código pseudorevolucionario y grandilocuente, donde niegas el amor, y de paso la complicidad existencial que podría salvarnos.

Sin decir que no haya que reinventarla, niegas todas las virtudes que le han dado grandeza a la mujer, y en cambio pareces empeñada en afirmar y repetir los mismos desmanes que hicieron la miseria de los hombres: Para ti es una guerra entre los sexos, y no fraternidad, mirada cómplice.

Me parece detestable sobre todos el día en que no pude admirar tu belleza con la fineza de mi sensibilidad, puesto que no consideras sublime la belleza, sino un estorbo. Creo que nunca comprendiste la hondura de esa palabra simple y sencilla: Bella. -Te llamé bella por no decir sagrada.Y ésto me duele tanto más por cuanto que soy poeta.

En suma, creo que he perdido el tiempo contigo. Mi sensibilidad hace imposible un amor moderno y plástico, construido en serie y con obsolescencia programada. Lo que hubiera querido es compartir con otro Ser el misterio de la Vida y la Muerte, tener a quien cantar mis himnos y hacer el amor como un salvaje.

Templo, Monasterio, Compañera. Ser. Abismo.

Y no creas siquiera que te culpo a vos. Si no a este tiempo vacío y la podredumbre anquilosada de unas ideas que, aunque no quieras, son burguesas, putamente burguesas.

Si algo odio más que el Capital y su sistema de castas, es su cultura burguesa desprovista de vida, de ideas cálidas. Toda ella sabe a plástico, a formol, y por su cultura y la subversión de ella caerá este sistema.

Adiós, querida.

Julián Vásquez

Escritor y columnista. Activista político. Director Creativo de la @NuevaEscuelaFG. Aprendí algún día: El cielo no se toma por consenso, se toma por asalto.

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