“No les di imaginación, porque soy un dios bondadoso”
Anatole France
Cada cierto tiempo la humanidad se mira a sí misma y descubre sus crímenes. Se convoca a la comunidad internacional para que inspeccione las minucias del horror; se montan tribunales ad hoc para procesar a los culpables, se inundad los anales de fastos legales, se dictan cátedras sobre los mártires y los redentores para que los jóvenes no olviden los portentos; se dictan sentencias, se ejecutan criminales; se nombran calles con nombres alusivos a las victimas (¿y los anónimos y los sin nombre?).
Pasado el periodo de repulsión natural -similar al estado del cuerpo al ingerir carne en descomposición- emergen de nuevo los magos de la violencia inútil -como les llamaba Primo Levi-; aquellos instigadores de la vorágine de sangre, sin más propósito que consumirse a sí misma. Son los encargados de sepultar a los pueblos en las arenas del desierto del olvido, son los revisionistas, los negacionistas; caminan entre huesos, entre campos abonados con cadáveres humanos; combatirán la alteridad hasta eliminar al enemigo interno de los fastos del génesis -esas moléculas dispersas tan inquietas-.
Sera en ese momento en que los crímenes que se habían perseguido y condenado para evitar que ocurriesen de nuevo volverán a ser empleados como el arma predilecta por aquellos que los combatieron en primer lugar; trataran de salvar la justicia yendo más allá de la justicia, en ocasiones manchando su palio de sangre.
«no les di imaginación, porque soy un dios bondadoso» decía Anatole France, quizás porque hasta para la maldad somos patéticos, desprovistos de imaginación; solo sabemos reproducir las practicas violentas de las antiguas vorágines que arrasaron pueblos enteros.
Disparar impunemente contra un ser inerme no ofrece mayor grandeza en sí. Se lee minuciosamente las páginas de la historia, observando entre líneas, se ve que la mayoría de los hechos heroicos – las grandes hazañas- y de la vida del héroe como tal -esos profundos y misteriosos hombres de faz impávida-, están plagadas de estas matanzas inútiles -desprovistas de beneficio militar o relevancia económica-, la matanza fue el deleite de su vida, pero han sido obviadas por la pluma de los historiadores y poetas áulicos, quizás alguna pitanza les habrán dado para que dejen de ladrar.
Coda
Uribe no gano ninguna guerra, Uribe no gano nada. Uribe solo sembró de cadáveres la patria. Que le digan al Chalan de Salgar que de la historia no saldrá impune. Un ejército de plumas que recuerdas sus crímenes no le dejara olvidar al país su responsabilidad
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