Las pretensiones que tiene el gobierno actual de pertenecer a la OCDE son ambiciosas. El hecho de hacer parte de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo genera cierto estatus y confiabilidad a nivel internacional y asimismo avala y reconoce las medidas y actividades del gobierno del presidente de la república, Juan Manuel Santos. Suena muy halagador pertenecer a este selecto grupo de 34 países y más aún al hacerlo en un tiempo récord de dos años y medio, pero la pregunta es ¿Está el país realmente preparado para obtener este reconocimiento?
Los diversos escándalos que atraviesan la mayoría de las instituciones colombianas son prueba concreta que el país ha tenido una administración mediocre y con una total ausencia del monopolio del poder, ejemplos claros como el de Reficar donde la contratación con dos empresas totalmente inexperimentadas (Foster Wheeler y Glencore, tras la deserción de CB&I) le costaron al país cuatro mil millones de dólares más (cuatro billones en pesos colombianos) de lo presupuestado al inicio.
Así mismo, la escasez de agua en La Guajira (a pesar de tener una alta participación en el PIB del país) y la violencia por parte de las FARC y el ELN son referencias claras que sustentan la situación que aún vive el país. A esto hay que sumarle el derroche del presupuesto en mermelada para su reelección, la publicidad política para el plebiscito de la paz, la renovación de las cortinas de la casa de Nariño (las cuales le costaron a los colombianos 600 millones aproximadamente), la reforma tributaria que se le viene a los colombianos, el alza en los estratosféricos impuestos sobre los vehículos, y una posible invitación al papa (con fines políticos para avalar su proceso de paz) que costarían a los colombianos la módica suma de aproximadamente 60 millones de dólares, las cuales evidencian que la imagen que el gobierno le vende al pueblo es totalmente falsa y la única preocupación del actual presidente es demostrar que en su gobierno “sí ha hecho.”
Sin embargo, Santos tiene la desfachatez de viajar a distintos países regocijándose de la óptima situación actual, que vende en su periódico (El Tiempo), en las noticias, y exigir la postulación del país a la OCDE. En resumidas cuentas, es evidente la necesidad del presidente de firmar la paz a costa de cualquier cosa.
La ausencia estatal es evidente, pero los medios de comunicación y la maquinaria del presidente tienen enceguecido al pueblo con la carreta de que aquellos que no están de acuerdo con el proceso son enemigos de la paz; con este argumento tan pobre es que ha disuadido al pueblo y ha disminuido la oposición, descabezando y adjudicando cargos políticos que apoyen sus decisiones.
Por ende, es necesario realizar una reflexión antes de considerar a Colombia como un país que deba pertenecer a la OCDE. No quiero decir que sea un estado totalmente fallido, pero sí lo es parcialmente: nos encontramos en una sociedad facilista, corrupta y sinvergüenza; no nos detenemos a cuestionar y aprovechar el poder que tenemos como pueblo para revocar las perversas administraciones.
Autor: Sergio Sabogal Lozano.
19 años. De Bogotá. Estudiante de ingeniería industrial y administración de la universidad de los Andes. Dado a los debates políticos por mi gran interés en el los temas político, social y económico del país. Finalmente y por legado político familiar, simpatizante de las administraciones que velan por la seguridad democrática, la libertad mercantil y el libre desarrollo físico y mental del individuo
18 Comments