Se trató, en la última sesión de la Nueva Escuela de Pensamiento Fernando González, de ahondar la naturaleza, la historia y la relación del arte con los sueños, en una ciudad imposible, dominada por la contaminación, la degradación social y por fuerzas oscuras que legitiman su discurso desde el miedo y la barbarie. Un sábado de pesadilla para la ciudad en ese ambiente de zozobra, latente a muerte, que evocaba sin duda, y esperamos no de modo premonitorio, los 90´s.
Ahí, en medio de todo, se alzó, como cada sábado, la escuelita; y movidos por una resistencia en el arte incitamos de nuevo a la Villa de Aburrá con reflexiones que apuntan al ser humano contemporáneo, lo cuestionan, y le exigen perspectivas y vivencias.
Esta vez, en medio de un ciclo dedicado al cuerpo, ahondamos en la experiencia onírica.
Del sueño se concluyó que existen principalmente tres perspectivas que sirven como nodos de análisis e interpretación y que se corresponden con tres momentos históricos diferentes: la primera perspectiva, correspondiente al mundo primitivo y antiguo, sitúa al sueño en una dimensión premonitoria en tanto los sueños se interpretan como símbolos del porvenir, también, esta primer perspectiva contempla el mundo de los sueños como un lugar extraterreno al que el alma humana viaja para tener contacto con dioses, mitos y ancestros. Un segundo momento o perspectiva, que nace en el seno del romanticismo y las ideas sobre el inconsciente de Nietzsche, Freud y Jung, sitúa al sueño en el pasado del soñante: un pasado que puede ser de deseos insatisfechos del mismo día (restos diurnos), traumas o eventos de la infancia, o, actualizaciones arquetípicas de un pasado primitivo de la psique humana. Y, finalmente, en el territorio del arte, se ahondó en la perspectiva expuesta por el surrealismo que encuentra en los sueños una forma de acceso a esa suprarrealidad que debe prescindir de la lógica, la moral y el gusto para encontrar en lo maravilloso y en el automatismo el verdadero principio de realidad.
Actualizamos los principios del surrealismo para revisar el mundo de convenciones, rutinas y signos en que se mueve hoy el ser humano; para que cuestionemos el flujo social siempre sobrecodificado, normativizado y legislado en todas sus dimensiones y posibilidades, y tengamos de nuevo un encuentro con lo maravilloso, con lo espontaneo y con lo intuitivo, porque por el imperativo de la razón y el progreso hemos deshumanizado cada vez más la vida cotidiana y hemos vuelto nuestra vida en Medellín, paradoja de nuestra sesión, una pesadilla.
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