Últimamente el marcharse de Venezuela, a buscar mejores oportunidades, se ha convertido en la constante de una mayoría de compatriotas. Pero ¿estamos conscientes realmente de lo que nos espera, o es solo una salida de emergencia?
Todos o casi todos los venezolanos, sentimos y coincidimos que quienes tienen la responsabilidad de dirigir el destino del país, están haciendo un pésimo trabajo. No dan la cara, se niegan a aceptar la realidad y fingen demencia todo el tiempo, intentando de este modo ignorar la verdadera situación de crisis por la que atraviesa el país en todos los órdenes, en lo económico, en lo social, en lo político. Es imperante recordarles que tenemos problemas en lo relativo a la prestación de los servicios públicos básicos como el agua y la luz, y nos enfrentamos con racionamientos terribles; por si fuera poco nos encontramos frente a una escasez enorme de alimentos de la cesta básica y las medicinas, de modo que nos toca hacer largas colas o buscar en muchas farmacias o supermercados, para conseguir lo que requerimos. Por su parte, las universidades están en el suelo por problemas presupuestarios, los sueldos no alcanzan y la inflación es galopante, eso además de los problemas de inseguridad y la censura a los medios de comunicación, poniendo en peligro nuestras libertades constitucionales más esenciales.
Es así como de inmediato surge una aparente solución: el tema migratorio. Es un tema bastante complejo pero es la única salida que han encontrado muchos venezolanos, especialmente jóvenes profesionales, ante la debacle en la que nos encontramos sumidos. La dramática situación de crisis por la que atravesamos en la actualidad, obliga a buscar mayores oportunidades para mejorar sus condiciones socio-económicas y su calidad de vida en general. Pero tomar la decisión de marcharse es una decisión dura, difícil, porque requiere un sacrificio emocional y significa asumir un riesgo que es trascendental, porque además conlleva consecuencias para el resto de la vida.
Entendemos lo que cuesta quedarse en un país en estado de guerra permanente, donde pasamos horas rezando y encomendándonos a todos los santos antes de salir de casa. Igual vivimos luchando contra tanta injusticia y adversidad, toda una tragedia diaria, pero la realidad es que irse del país no es una fórmula mágica que nos resolverá los problemas de la vida, quizás la desesperación nos empuja a arrancar de una vez sin mayores análisis, pero la verdad es que la vida real de los inmigrantes ilegales en el exterior es complicada, no tienen derechos en casi ningún país del mundo y en la mayoría de ellos hay restricciones legales importantes en todos los ámbitos, incluso en materia medico asistencial.
Por eso es necesario evaluarlo con inteligencia, porque una inserción exitosa requiere planificación y preparación para lograr adaptarse a una realidad social distinta a la que estamos acostumbrados, por ello es necesario prevenir y meditar, porque es necesario tener en cuenta que para irse no basta querer, hay tener una proyección de vida coherente y realizable, tomando en cuenta que la vida fuera del país es triste y solitaria y que definitivamente no es un paraíso.
Es cierto que una gestión de gobierno eficaz y eficiente garantiza, sin duda alguna, una mejor calidad de vida, lo cual es un derecho fundamental de los venezolanos, quizás también entremos a evaluar el tema de la exclusión porque actualmente muchos ciudadanos nos sentimos excluidos por no compartir ideas o pensar distinto, pero quizás todo esto aun no es suficiente.
En este análisis también comprendo y entiendo porque lo he vivido, la frustración elección tras elección, la perdida de la esperanza, la depresión, he llorado mares, he pasado noches enteras sin dormir preguntándome una y otra vez porque nos tocó vivir esta pesadilla y he sentido igualmente la impotencia ante la injusticia y la mentira a la que hemos estado sometidos durante años.
Sin embargo, aun pienso y así siento que aun vale la pena continuar. Nosotros tenemos un país hermoso, que es necesario rescatar y que no debemos desmayar porque en esta hora el país reclama lucha, amor y servicio, defender la verdad, la libertad y la justicia y que reine la paz. Este amor a la patria nos ata a nuestras raíces, a nuestros recursos naturales, nuestro cerro Ávila, nuestra naturaleza nacional médanos, playas y bosques, nuestros olores y sabores, nuestra música y nuestros recuerdos, esos que llevamos impresos en el alma, pero sobre todo nuestra gente.
Los jóvenes que quieren estudiar llenos de ilusión y esperanza con sueños de futuro, hombres y mujeres que aun luchan por salir adelante, niños con talento en las artes y en el deporte, nuestra vino tinto, porque existen aun médicos que no cobran por sus servicios y maestras que enseñan más allá del curriculum. Por eso no debemos perder la fe, porque aquí en Venezuela a pesar de los pesares, hay gente comprometida, gente generosa y honesta. Debemos seguir creyendo en la reconciliación, debemos sumar y no restar, ser proactivos, positivos, porque la mayoría de los venezolanos no estamos dispuestos a seguir viviendo en un país descompuesto, porque creemos en la unidad, en el poder que nos da el saber que la patria es de todos, que aquí nacimos y aquí nos quedamos, que vamos a hacer historia todos juntos porque la patria nos duele en el corazón y benditos como estamos de la mano de la Virgen de Coromoto, nuestra patrona, caminaremos la senda hacia el progreso con la fuerza y la sabiduría que necesitamos para salir adelante.
María Auxiliadora Dubuc P.-
@mauxi1
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