Elegir escribir sobre el accidentado presente plantel colombiano, luego de una derrota en un debut mundialista, podría hacerme ganar fama de oportunista. Pero si algo tengo claro, es que este el mejor momento para dar a entender a la fanaticada, un pensamiento que quizá no muchos compartan y otros pocos respalden, una manera de ver las cosas, que quizá convierta al héroe en villano y a lo maravilloso en algo común.
¿Es ésta la verdadera generación dorada colombiana? O ¿lo decimos porque es la que nos ha tocado disfrutar? luego de muchos años de amargura.
Es cuestión de como se le mire. Si entendemos que es mejor, solo porque la cantidad de jugadores que militan en el exterior, es mayor a la de años pasados, entonces si, es con diferencia la mejor. Si analizamos un poco más, y nos concientizamos de que no por jugar en Europa se es un crack, y no por jugar en América se es del montón, pondríamos a esta generación, plagada de «estrellas» en una situación incomoda que los obligaría a ser juzgados de manera mas severa que la que se les aplica ahora.
Es obvio que hay un mérito del conjunto, por lograr clasificar a dos certámenes consecutivos, superando las siempre difíciles eliminatorias CONMEBOL. Pero, no todo sigue igual, este no es el mismo equipo de hace cuatro años, podemos repetir un par de nombres, el mismo DT y sus asistentes, pero la garra, convicción y pasión con la que se disputaban los compromisos en el pasado reciente, se ausentó. A diferencia de esa Colombia colectiva, esta es un equipo de individuos sin un orden establecido, disputamos un duro puesto en este certamen, y llegamos a él sin tener ni un concepto ni una idea fija. Contamos con un director técnico conservador y poco abierto al cambio, una limitación muy peligrosa, para un equipo tan corto de ideas.
El miedo, definitivamente es ese nuestro problema. Estamos tan preocupados buscando defectos y falencias en la táctica rival, que nos olvidamos por completo de las virtudes y defectos propios, y es en eso donde carece de sentido un proceso, tener jugadores talentosos pero no buscar un camino que logre potenciar sus habilidades para el bienestar del equipo, es como tener un cableado de lujo, en un hogar sin energía.
La falta de ambición nos ha llevado a este barranco, un precipicio peligroso, que podría acabar de un solo golpe con las esperanzas de una nación, que confía más en sus futbolistas que en quienes la gobiernan, aquí el fútbol es religión, y fastidiar a la gente, con lo que ama, no ha sido, ni será negocio.
No somos una de las mejores selecciones del mundo, nos falta cancha para eso. La grandeza jamás se acobarda. Ellos, en cambio, aprovechan esta en el rival para sacar ventaja al resultado, son firmes y reacios a la derrota, el conformismo es nocivo y son conscientes de que el cambio es un aspecto fundamental y necesario, para el progreso y mejora de cualquier equipo.
Lo inexplicable
Con la cantidad de jugadores colombianos regados en el balompié local e internacional, es absurdo que tengamos que quejarnos de los mismos, con las mismas.
El caso de Carlos Bacca quizá sea el principal. Según lo escuchado y debatido, con colegas y amigos, es imposible no llegar a la pregunta: ¿Cómo llegó este hombre a un mundial?, no lo sabes vos, ni lo se yo, y seguro, tampoco lo sabe él. Es entendible ha marcado goles en el extranjero, pero sus capacidades físicas son, con seguridad, unas de las más limitadas en el certamen.
Y si la floja respuesta de los elegidos en cancha, le sumas la incompetencia de un director incoherente, lo que único que se obtiene, es un sanduche de mediocridad e impedimentos, adornado con una deliciosa salsa de mermelada, en la que están aquellos queridos por el entrenador, sin importar si han hecho mérito o no, para estar en el lugar que ocupan.
En pocas palabras, no se puede esperar mucho de un proyecto que no valora la inclusión de otros nombres y/o estrategias, en la búsqueda del éxito. Alemania, campeón del mundo, dejó fuera de la convocatoria a Mario Götze, el hombre que anotó el gol en aquella final (2014), Portugal no incluyó a Eder, anotador del gol más importante en la historia del combinado luso (2016). ¿Y Colombia? Bien, gracias.
Sin ser más, esperamos que las quejas e inconformidades de la afición, generen un cambio desde adentro de la selección, y que sus jugadores, se contagien de esta pasión que nos caracteriza y diferencia de la mayoría de hinchas del común. Esperamos no tener que regresar pronto a casa, el camino ha muy sido largo para que el goce sea tan corto. ¿Próxima parada? La Polonia de Robert Lewandowski, un portento físico en ofensiva, pero que concede espacios cuando no tiene la pelota, momento de que la Selección Colombiana de Fútbol, y sus representantes, demuestren de que están hechos, compromiso para aliviar penas y jugar sin prejuicios, y sobretodo, sin miedo.