En general fueron unas elecciones que dejan los mismos interrogantes de anteriores en el nivel nacional y subnacional. Primero, por la explosiva aparición de movimientos por firmas que tienen en común el discurso de que “los partidos políticos tradicionales no representan al ciudadano”, profundizando el descrédito de la política en el departamento y en los diferentes municipios. Pero también porque no se avizora un control por parte de las autoridades a la financiación de estos movimientos al iniciar la recolección de firmas, mostrando en muchos casos la inyección de grandes cantidades de dinero antes del inicio formal de la campaña política. Y, segundo, los discursos de miedo, odio y mentiras que siguen teniendo relevancia en la sociedad, los cuales son replicados, compartidos y defendidos sin ninguna verificación.
En Medellín se vio mucho de lo que señalo atrás, pero en particular considero que las elecciones estuvieron marcadas por tres elementos: la novedad, la generación de miedo y la idea de una continuidad mediocre. La novedad en los discursos que plantean un futuro diferente para la ciudad, que incluyeron otros temas que animaron a muchos jóvenes a participar y a vincularse más a los procesos políticos. El miedo, con los mismos mensajes que se replican por todo el país desde principios de siglo y que no plantean nada diferente más allá de la existencia de un enemigo interno (a veces externo) que “ellos” van a frenar o a derrotar. Y una continuidad mediocre refugiada en unos resultados insulsos y en una figura inflada por el espectáculo.
La conjunción de estos elementos llevó a que el final de la campaña estuviera marcado por la propaganda negra. Ataques indirectos, difusión de mentiras, secretos y supuestos escándalos. Algo que en política me lleva a recordar la descripción que hace Stefan Zweig de Joseph Fouché, aquel político de sangre fría que ponía “en juego sus fuerzas y acecha atento los errores del otro; deja que la pasión del otro se agote y espera con paciencia hasta que se ha agotado o hasta que, en su falta de dominio, deja un flanco al descubierto: solo entonces golpea de manera implacable”. El efecto: de nuevo una contienda electoral más en el país donde priman los ataques, las mentiras y el odio por encima de las ideas y el debate democrático.
Pedro Piedrahita Bustamante.
Profesor de Ciencia Política U. de Medellín.