Karl Marx, el filósofo materialista más importante e influyente de la historia occidental, si hoy existiera, sería un enamorado de la nueva burguesía neoliberal, así de categórico. Este relato de ficción o de anticipación, se basa ni más ni menos al extrapolar a nuestras circunstancias históricas su teoría y praxis sobre su gran obra “El capital”.
Primero, para partir en orden este razonamiento, acudiremos a la base de su teoría dialéctica.
Marx influenciado por Hegel, su gran maestro, toma la “Dialéctica del amo y del esclavo”, en el sentido de que la historia humana es material y lineal, y que los estos estadios dialécticos son: afirmación, negación, negación de la negación y conciliación. Por ende, la teoría “Dialéctica de la historia” implicaría, en definitiva, la negación de la burguesía (destrucción) por la dictadura del proletariado industrial, y como consiguiente la instauración del “Comunismo Científico. Otro concepto relevante de Marx, es la toma de conciencia de la ignominia de la clase dominada, de la cual surge, por decirlo de alguna manera, cuando el proletariado comprende que ha sido postergado mediante las injusticias y la humillación, ya que, según el capital, la plusvalía, es decir que lo que el trabajador produce (fuerza de trabajo) es mucho más que lo que se le considera y se le paga, incrementándose así sideralmente el capital del amo burgués.
Por tales razones, Marx justifica la toma del poder mediante la violencia de las masas proletarias, un régimen de poder proletario y finalmente el comunismo como conciliación de las partes antagónicas.
Sin embargo, estimados lectores, sin desmerecer los estudios de este “enorme cabezón materialista”, los que aún se discuten en todos los centros de investigación económica y universidades de hoy, su teoría lineal de la historia como lo suponía Marx, la que partía de una negación, negación de la negación y finalmente una superación de los antagónicos, nunca se concretó literal en la práctica. ¡Simplemente Marx se equivocó! Es verdad que la burguesía aplastó a la oligarquía medieval y a los feudos, creando ésta el proletariado industrial, pero el proletariado nunca sepultó ni sepultará a la burguesía capitalista, ya que hoy más que nunca se enseñorea y, además, está desbocada en todo el mundo, difícilmente de destruirla.
Ahora bien, nadie podría negar que durante el siglo pasado no se dieran el comunismo, marxismo o socialismo, o simplemente se ensayaran en la Unión Soviética, China y Cuba, no obstante, no se dieron con la fidelidad que las pensara el filósofo materialista; es cierto, surgieron de estallidos sociales revolucionarios, pero les precedieron élites elegidas bajo las dictaduras del partido comunista, nuevos oligarcas que se transformaron en dueños de los procesos revolucionarios, desvirtuándolos y cosificándolos, y donde los proletarios tuvieron poca o nada participación en dichos procesos; y se volvió a reescribir la historia desde su arista más nefasta: persecuciones, pérdida de libertades, restricciones políticas, sociales y económicas, vigilancia y castigo, proscripciones… En América no fue diferente, los gestores de la revolución cubana, desde un principio cosificaron el movimiento revolucionario en unos pocos y en un solo concepto, “la revolución cubana es verde por fuera, pero roja por dentro”, al decir de Castro, su líder que se entronizó en el poder por más de 6 décadas, sin permitir una revolución creativa, sin dejar que avanzara la historia.
En la actualidad, en muchas naciones de América, parte de la ciudadanía vive “alerta” por el “fantasma de un socialismo” en sus formas más extremas (comunismo, marxismo, izquierda revolucionaria), y que de alguna manera tienen razón, ya que algunos de estos movimientos intentan desestabilizar las democracias mediante la sublevación, el terrorismo y la narco-guerrilla, perjudicando a muchos inocentes. Sin embargo, este fenómeno que tiende, cada vez más, a materializarse, se debe en principio a la debilidad de las democracias americanas imperantes, a la corrupción que socaban profundamente sus bases, perdiendo éstas prestigio y credibilidad.
Estimados lectores, estemos de acuerdo o no con esta tesis, el pensamiento de Karl Marx sigue siendo hoy día influyente en nuestra sociedad, fue un filósofo de enorme trascendencia, fundó toda una ideología que removió las sociedades de la tierra y que aun las mueve telúricamente, se equivocó, produjo controversias, polarizó el ejercicio político, nos dividió… En fin. De todas maneras, puso en la centralidad las desigualdades que se producen entre nosotros, cuando taxativamente nos dejó escrito: la filosofía debe ocuparse principalmente en transformar el mundo.
Si Marx estuviera hoy con nosotros ¿volvería a pensar en una historia dialéctica lineal? ¡No lo creo!
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