La Librería Palinuro nació en el 2003 de la mano de cuatro socios en Córdoba con Perú, la próxima semana no estará más en el centro de Medellín y emigrará al barrio Estadio. ¿Las razones? Que los clientes -bien pocos que son- ya no van al centro. La discusión no es solo cuánto lee esta ciudad, cuánto invierte en cultura un ciudadano promedio sino qué centro le estamos dejando a la ciudad, pues songo sorongo las empanadas, las salas de masajes y la ropa china serán la homogeneidad reinante de La Candelaria y el alma de Medellín se quedará sin espacios culturales.
Al Poniente les comparte el manifiesto de gente que sufre por el centro, y de los hijos de los fundadores de la librería, que se encadenaron a esta para hacerle un llamado de atención a la ciudad sobre su traslado.
10 diciembre, 2015. La Candelaria, Medellín
Señores
ELKIN OBREGÓN
LUIS ALBERTO ARANGO
SERGIO VALENCIA
HECTOR ABAD FACIOLINCE
Queridos amigos,
Ustedes han protagonizado y aguantado más de las once escenas del artículo de Héctor “Palinuro, Palinuro” en estos 13 años de navegar.
Ese día en que Maruja o Tola, sí sabemos pero no importa, le rescató el carro que le iban a robar a Sergio Valencia con una sonrisa amable, que le robó a un buen ladrón, y Sergio decidió destinar los recursos de lo que valdría el carro a cumplir un viejo sueño de Elkin Obregón: tener una librería de usados y hacer que él desde ese zarzo bohemio de lector empedernido viera que lo imposible se realizaba.
A Luis Alberto, el Maraquero, el abrazo mayor. A él lo hemos visto ahí día a día, sin cerveza ni jugo de papaya, pero muy juicioso nos atiende, nos guía y hasta nos tolera y no denuncia nuestra basta ignorancia.
La culpa es nuestra, de todos en general y de cada uno en particular. Ustedes ya remaron en este Centro que cada día tiene más tragamonedas y tragaderos, ventas de chinadas a mil, dos mil, cinco mil y hasta diez mil, contrabando y salas de masajes, prostíbulos y escuelas de garaje, y cuanto negocio quepa, todos sin alma, para deteriorar terriblemente el Centro.
Perdón otra vez por llegar tarde, por no venir a comprar más seguido, la culpa es nuestra y la asumimos, pedimos perdón y si es preciso, ser parte de la reparación. Somos la clase media que no está ocupada haciendo plata para atesorar o sobrevivir; queremos que se queden aquí, que no abandonen el corazón que se nos pierde el alma.
Se fueron otras, Dante, La de Aguirre, La Nueva, La Científica, La Anticuaria y se fueron los Libros también leídos de Juan y El Callejón. Este indicador de la salida de las librerías y la muerte de los cafés no lo mide “¿Medellín cómo vamos?” ni el DANE, pero es un muy mal síntoma para una ciudad que se dice innovadora. Una vergüenza entre tanto diploma y premio puesto en la sala de la casa.
Siempre han dicho que al Centro no lo recupera un alcalde, ¿Porqué no aprovechamos estos días que tenemos dos? Ya ustedes cuatro mostraron cómo se hace lo imposible, nosotros también tenemos un deseo en esta vida, que se recobre la ciudad para la gente.
Vecinos y amigos
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