Contra todo pronóstico Andrés Manuel López Obrador no ha estrangulado la Constitución de su país para hacerse reelegir. Es una condición muy propia de nuestros dirigentes tropicales; que esconden en el clamor popular su vocación absolutista, megalómana y autoritaria. La reelección en sí misma no es mala. De hecho, hay países con alto nivel de institucionalidad donde ésta ocurre. En América latina, la reelección presidencial no es sinónimo de democracia adulta y tampoco es una virtud. Es una amenaza, es un riesgo, es una fractura a la institucionalidad porque en América latina no hay estadistas sino mesías. Que el dirigente se conciba irreemplazable es una clara señal de la fragilidad institucional con la que puede leerse un país. El cascabaleo del hiperpresidencialismo recorre toda América latina con una fuerza macabra que busca permitir lo prohibido. La Constitución, al igual que la libertad de prensa, el reconocimiento por la oposición o la sujeción a las reglas del derecho internacional se respetan a conveniencia. El mapa político reeleccionista de América latina es uno de nuestros sellos más incontrovertibles. La argentina de kirchner; el ecuador de correa; el perú de fujimori; la bolivia de morales; la colombia de los uribistas (uribe y santos); la nicaragua de ortega; la cuba de castro; la venezuela inmadura y el salvador de El salvador. AMLO tenía en el adn la misma vocación histérica de lo que ordena el lugar y el tiempo que comparte. Pero ha puesto la institucionalidad por encima de su vanidad presidencial. La que infló en cada emisión televisiva a lo largo del sexenio. Es tan importante su decisión de entregar el poder como su desenlace: una mujer es la presidenta electa de México. Claudia Scheinbaum ha ganado las elecciones. Ha confirmado, en las urnas, un respaldo ciudadano de manera incontestable. Los símbolos políticos estallan como un polvorín. Y no es para menos porque el epicentro es México. Es la primera vez que llega una mujer a la presidencia en una sociedad con arraigo patriarcal tan dominante. Feminismo no es solo voracidad panfletaria sino acción política eficaz y certeza electoral. Esta jornada electoral de los panchitos muestra que sí puede haber un acto de decencia por parte de la izquierda. Es una nueva derrota para los hacedores de la que fuera una dictadura perfecta. Jamás imaginaron los disidentes del siglo XX que hubiera política por fuera del Pri. Hoy esa verdad quedó desvirtuada. Y lo que hubiera parecido un sueño, hoy tipifica un nuevo libreto. Un mundo entero por hacer; porque construir institucionalidad en una sociedad sometida al imperio del narco es más complejo que la sumatoria de todas las buenas intenciones posibles. Hubo elecciones en México y ganó la esperanza. La política puede ser un espacio donde hay lugar para lo imposible.
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22 diciembre, 2024
Del autor
John Fernando Restrepo Tamayo
Abogado y politólogo. Magíster en filosofía y Doctor en derecho.
Profesor de derecho constitucional en la Universidad del Valle.
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