“Las diferentes miradas y lecturas que se hacen de esta obra demuestran que Lolita es sin duda alguna un clásico de la literatura universal, que retrata parte de nuestra contemporaneidad y que el simbolismo del que se ha cargado a través de sus interpretaciones lo único que hace es invitar a la lectura del texto, para así tener un acercamiento real a la principal obra de Vladimir Nabokov”.
“Lolita, luz de mi vida, fuego de mis entrañas. Pecado mío. Lo-li-ta: la punta de la lengua emprende un viaje de tres pasos desde el borde del paladar para apoyarse, en el tercero, en el borde de los dientes. Lo. Li. Ta. Era Lo, sencillamente Lo, por la mañana, un metro cuarenta y ocho de estatura con pies descalzos. Era Lola con pantalones. Era Dolly en la escuela. Era Dolores cuando firmaba. Pero en mis brazos era siempre Lolita”, así empieza una de las principales obras literarias de todos los tiempos, Lolita del ruso Vladimir Nabokov, nacionalizado estadounidense, y quizá la novela que inaugura en el siglo XX el tema de los amores prohibidos claramente sexuales, “obra clásica de los círculos psiquiátricos”, según el decir del propio autor, quien debió soportar el rechazo de 4 editoriales supuestamente serias, ya que veían en la obra una decadencia moral a la cual no querían sumarse.
Con seguridad muchos han visto las películas de Stanley Kubrick (1962) y de Adrian Lyne (1997), sin embargo nada más placentero que leer el libro e imaginarse a Lolita según la descripción que va haciendo el autor. Diferentes miradas se han posado sobre una novela que desde sus inicios fue polémica, sobre todo porque fue rechazada por muchas editoriales, para finalmente ser publicada por una editorial francesa, Olympia Press, dedicada a publicar textos de ficción erótica y de vanguardia.
De tal manera que la cuestión moral es la primera que salta a la vista, sobre todo en Estados Unidos donde la hipocresía puritana ha hecho escuela desde las propias leyes estatales, de ahí que fuese considerado pecaminoso retratar no tanto el abuso que comete un adulto de 40 años sobre una menor de 12 años, sino por las relaciones carnales que el autor describe casi que subrepticiamente, ese fue el tormento de los puritanos en un país donde se asienta la mayor producción pornográfica del mundo y en donde se elogia el emprendimiento de un anciano rodeado de conejitas en una célebre mansión, que hasta serie de TV tuvo.
Puede ser vista también desde el romanticismo, ya que el protagonista siente nuevamente el despertar de un amor adolescente, por eso más allá de la mera obsesión puede aparecer la atracción hacia una mujer hermosa, con quien se busca viajar y conocer el mundo, más que huyendo, explorando nuevas experiencias con la posibilidad de que despierte en ella también el amor hacia Humbert. El romanticismo, analizado crudamente desde la novela de fines del XIX, no es sino la descripción del amor como una posesión, especialmente de la mujer, que generalmente se encuentra desvalida o sometida a un amor que se torna imposible, bien por el destino, como en María de Isaacs, o por las convenciones sociales, como en Lolita. El erotismo en la obra está siempre insinuado, desde el inicio como puede verse, pero no pasa el escritor de dejar a la imaginación del lector las escenas más candentes, por eso Lolita aparece en una inocencia insinuante, como quien sabe que no debe hacer algo pero termina haciéndolo, contrario a Humbert Humbert, quien desde el inició ve en la protagonista a un objeto de sus deseos.
Lo dicho, nos permite dar paso a una de los análisis más recurrentes, por lo menos durante aquellos que muchos consideran “serios” desde las perspectivas antropo-sociales, aduciendo que en la novela hay una alegoría a la forma de cómo la vieja Europa, representada en Humbert Humbert, corrompe a la joven América, representada en Lolita, quien aparece sometida a los deseos y caprichos de un hombre considerado viejo, anclado en gustos decimonónicos y con apariencia seria, mientras en el fondo lo que está aflorando es un impulso sexual incontenible, quizá una forma de decantar la angustia de un continente arrasado por dos guerras mundiales casi que continuas, de ahí que quizá esas descripciones que parecen dualistas, no hacen sino retratar el deseo de renovar el mundo con sangre nueva, con ideas nuevas, no en vano el escenario transcurre en un país que tenía puestos los ojos más allá de este mundo.
Y, desde luego, no faltan los análisis que ven en la obra una trama de absoluto terror, sobre todo con un personaje en donde la perversión pareciera tomar sus formas más malévolas, por eso Lolita es victimizada y la atención se posa sobre las escenas más pecaminosas, en donde el libre albedrío de una adolescente no ha madurado y en donde la imposición de un depredador sexual termina por borrar toda la dignidad de una niña de 12 años. Las miradas extremas del feminismo han contribuido con estos análisis sobre una pieza literaria publicada en 1955.
Nabokov afirmaba que en su obra nunca imaginó una nínfula, sino a una niña común y corriente de 12 años. Quizá el poder textual que le dio a Humbert Humbert ha hecho que los lectores sigan imaginando a la Lolita que han impuesto desde el cine y la publicidad, a tal punto que la propia RAE define como “1. f. Adolescente seductora y provocativa”, un sinónimo más de nínfula, una muestra más de que el autor al publicar ya no es dueño de su creación, no hablamos de los derechos intelectuales sino del poder imaginativo que despierta en quien toma en sus manos su libro, de tal manera que hoy Lolita es una letra de una canción sugestiva de la Orquesta Mondragón, en donde se retrata a una adolescente que busca seducir a su profesor; o es una obra de la artista Mercedes Helnwein cuyos retratos de adolescentes recrean el imaginario general de Lolita; o es la portada de un libro que muestra a una niña con un bombón en la boca, como una sugerencia puramente erótica; o es el manga japonés llamado lolicon donde se representa eróticamente personajes femeninos de apariencia infantil y que decantó en el cosplay de las Goth Lolita; o son temas de vídeos y canciones de Lana del Rey y Katy Perry, quizá la mayoría de ellos guiados más por las imágenes del consumismo que del propio libro, como bien lo dijo Nabokov: “imaginada por idiotas que jamás leyeron el libro”.
Las diferentes miradas y lecturas que se hacen de esta obra demuestran que Lolita es sin duda alguna un clásico de la literatura universal, que retrata parte de nuestra contemporaneidad y que el simbolismo del que se ha cargado a través de sus interpretaciones lo único que hace es invitar a la lectura del texto, para así tener un acercamiento real a la principal obra de Vladimir Nabokov.
Extraordinaria persona y hombre no corriente.