Esta columna es un espacio dedicado a la búsqueda del sentido de las palabras. Un ejercicio arqueológico, etimológico y, si se puede decir, biográfico. Cada entrega nos permitirá conocer la historia, el significado, el uso y el sentido de una palabra.
Mauricio Montoya y Fernando Montoya
¡Cave idus martias!
¡Cuídate de los idus de marzo!
William Shakespeare – «Julio César».
Las elecciones presidenciales llevadas a cabo en Rusia, en el mes de marzo, evidenciaron, entre otras cosas, lo maltrecha que se encuentra la democracia en muchas regiones del mundo y también la consolidación de proyectos políticos con tintes cada vez más personalistas. La victoria abrumadora de Putin en los comicios de ese país, lo posicionan en el Kremlin hasta el 2030, año en el que, de no pasar nada extraño, superaría en tiempo a Stallin, quien gobernó la URSS con mano de hierro por 29 años.
El nuevo Zar, como llaman algunos a Putin, tuvo la osadía, en 2022, de compararse con Pedro el Grande, una de las figuras más emblemáticas de la historia política rusa y a quien se le atribuye ser el creador de la Rusia Moderna.
Bajo este contexto, Zar es la palabra de la que hablaremos en nuestra columna de hoy. Su etimología nos lleva hasta el concepto latino de “Caesar” que se traslada al español como César y que hacía referencia al nombre de una familia de la antigua Roma que pertenecía a la “gens Julia”, un grupo familiar que compartía el “nomen” (apellido) “Lulius” o “Julios” y del que hizo parte el general y político romano Cayo Julio César.
Vale decir, que, por lo general, los ciudadanos romanos utilizaban una forma triple para nombrarse, la cual era conocida como la “tria nomina” en la que se incluía el “praenomen”, el “nomen” y el “cognomen”. El primero se refería al nombre personal que daba la familia, el segundo se relacionaba con la “gens” o el parentesco y el tercero hacía alusión a una cualidad particular del individuo. Así las cosas, en el caso de Cayo Julio César, Cayo era el nombre personal, Julio era la “gens” y César una característica que, según algunos estudiosos, significaba el de la cabellera abundante (nada que ver con la calvicie de Putin).
El primer emperador romano, Cayo (nombre personal) Octavio (parentesco), decidió mezclar su nombre con la “tria nomina” de su preceptor y padre adoptivo Cayo Julio César, pasando a llamarse Cayo Julio César Augusto, este último adjetivo o “cognomen” (Augusto) fue una concesión que el Senado le hizo al primer emperador y cuyo significado era el de “majestuoso” o “venerable”.
Este término de César, a pesar de su significado, sería entonces el antepasado de títulos como el de “Kaiser” que fue utilizado por los soberanos del Sacro Imperio Romano Germánico y también por emperadores europeos como Carlos I de Austria y Guillermo II de Alemania. No obstante, “Kaiser”, en alemán, era una palabra genérica para referirse a cualquier emperador.
Por su parte, la palabra “Zar” fue usada por primera vez en Bulgaria en el siglo X por Simeón I el grande, recordado por sus guerras contra el imperio Bizantino. El título se utilizó en Bulgaria por varios emperadores hasta la caída definitiva de la monarquía en 1946. Entretanto en Serbia fue usado por un pequeño período de tiempo en el siglo XIV; mientras que en Rusia el primero en adoptarlo fue Iván IV, conocido como Iván el terrible, en el siglo XVI. La denominación se hizo famosa en la versión femenina de la Zarina Catalina II y fue excluida de la política rusa con el asesinato del último Zar (Nicolás II) y su familia. Sin embargo, hoy parece resurgir de las cenizas para señalar nuevas formas de autocracia(s).
En la Rusia de Putin, el 15 de marzo fue elegido como el día de apertura de las votaciones presidenciales. Tras los resultados, podría decirse que tampoco los rusos acataron la advertencia sobre los idus de marzo.
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