Logoi-Matrona

Esta columna es un espacio dedicado a la búsqueda del sentido de las palabras. Un ejercicio arqueológico, etimológico y, si se puede decir, biográfico. Cada entrega nos permitirá conocer la historia, el significado, el uso y el sentido de una palabra.
Mauricio Montoya y Fernando Montoya

 

Un epitafio encontrado en la tumba de una mujer romana del siglo II A.C, llamada Claudia Lanam, resume, o mejor, precisa, curiosamente, el significado de lo que para los romanos de la época de la República era, o buscaba ser, una matrona: una mujer encargada de llevar por buen atajo las cuestiones de la vida de la casa; el cuidado y la educación de los hijos; el cumplimiento de los oficios de los esclavos y la consejería al “paterfamilias” (fuera este el padre o el marido). Reza el epitafio:

“Forastero, poco es lo que quiero decirte; detente y lee con atención: aquí está el sepulcro no pulcro de una pulcra mujer. Sus padres le dieron el nombre de Claudia. Amó a su marido con todo su corazón. Crió dos hijos. A uno lo dejó sobre la tierra; a otro lo colocó ya bajo la tierra. De conversación graciosa y de paso elegante. Guardó su casa. Hiló su lana. He dicho. Vete”.

Dicha inscripción funeraria no dista mucho de lo que hoy podríamos leer, aunque escrito en tercera persona, en las lápidas de algunos cementerios de Colombia en donde descansan miles de abuelas y madres. Mujeres cuyas vidas estuvieron marcadas por amores, decepciones, dolores y trabajos que hicieron de ellas, ante los ojos de otros, verdaderas matronas que, incluso, cumplieron también funciones patriarcales.

En consecuencia, matrona es la palabra de la que nos ocuparemos en esta columna. Proviene del vocablo latino “mater”, madre, y tiene encadenadas distintas connotaciones que fueron cambiando a través de los siglos. Por ejemplo, como bien se deduce del epitafio citado en este texto, una matrona (“mater”, madre) es la mujer que pasa todos, o casi todos, los años de su vida al servicio de su casa y de los suyos. Bien podríamos haber usado el adjetivo “consagrada”, para compararla con deidades protectoras del hogar y la armonía familiar como era el caso de “Hestia” en la mitología griega.

En cuanto al mundo latino, se sabe que a las matronas de la República romana no se les permitía desarrollar actividades políticas ni ocupar cargos de carácter público. No obstante, algunas de ellas, pertenecían a un selecto grupo de vírgenes vestales, que estaban consagradas a la diosa del fuego del hogar conocida como Vesta, a la cual servían por un lapso de treinta años, el cual iniciaba entre la edad de seis y diez años y estaba dividido en tres décadas en las que se dedicaban a recibir instrucciones como iniciadas, al aprendizaje y al servicio ritual.

Con el tiempo, entre el ocaso de la República y el surgimiento del Imperio, la palabra matrona se convirtió en un término honorífico, que era común entre las mujeres más ilustres, cuyas virtudes asociadas con la pureza y la entrega (Autoritas, “Autoridad espiritual”; Comitas, “Buenas maneras”; Abundantia, “Abundancia y plenitud” Clementia, “Clemencia”; Nobilitas, “Nobleza”…), fueron, en cierta medida, el molde para nuestras matronas contemporáneas.

Sin embargo, estas características no han impedido, a lo largo de la historia, la perpetración de matricidios (asesinato de la madre) como el cometido por el emperador Nerón contra su madre (Agripina la menor) o como el ocurrido en Envigado (Antioquia), días atrás, en el que un joven, aproximadamente de 24 años, incurrió en matricidio y parricidio simultáneamente.

Un sinónimo particular de matrona es el de patrona, un término usado, en ciertos ambientes, bajo el diminutivo de “patroncita” y que podría entenderse como “jefa laboral” o como “mandamás” en asuntos como los del narcotráfico, en el que sobresalieron figuras femeninas como Griselda Blanco en Colombia, Emma Coronel Aispuro en México (esposa del “Chapo” Guzmán) o en Bolivia Valentina Siegler (uno de los tantos nombres que adoptó la patrona del narcotráfico boliviano y cuya historia es narrada por el escritor boliviano Homero Carvalho en su novela “El nombre elegido”).

Pero es también en el campo religioso, especialmente en el católico, que se utiliza, patrona, para referirse al patronato que posee la virgen María o alguna santa sobre algún tipo de población o terreno parroquial. Pueden citarse como ejemplos: la virgen de los reclusos (virgen de las mercedes), la virgen de los conductores (virgen del Carmen) o la santa de los farmacéuticos y de los enfermos (Santa Gema).             

Finalmente, puede decirse que aunque la palabra “matrona” conserve un sentido inveterado (antiguo y arraigado), pueden asignársele, actualmente, definiciones tan variopintas como la de “comadrona”; “señora de anchas caderas” o la de “partera” que hace referencia a la que se encarga, hasta hoy, de asistir a las mujeres que van a dar a luz (esta última tendencia ha vuelto a renacer, y se ha convertido, si se tiene bien en cuenta el significado, en una moda supersticiosa).

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Esta columna es un espacio dedicado a la búsqueda del sentido de las palabras. Un ejercicio arqueológico, etimológico y, si se puede decir, biográfico. Cada entrega nos permitirá conocer la historia, el significado, el uso y el sentido de una palabra. Por: Mauricio Montoya y Fernando Montoya

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