Con el advenimiento de las nuevas candidaturas presidenciales, es menester recordar algunos criterios que como habitantes del territorio nacional debemos tener en cuenta para escoger al postulante presidencial de nuestra preferencia. Estos ocho puntos no implican ser la última palabra en la capacidad decisoria del lector, pero si pretenden dejar la invitación abierta para que se analice con objetividad a los candidatos y se escoja a la que se considere es la mejor opción.
En primer lugar, es importante revisar el historial laboral de los candidatos para presidencia y vicepresidencia. Con ello se conocen sus trayectorias en el medio político, sus conocimientos liderando masas y de paso sus niveles de estudios. Ya saben, no vale la pena repetir un episodio donde el primer mandatario sea una persona de la que poco se sabía antes de que su nombre fuese postulado por un expresidente… Y todo lo que eso implicó en estos cuatros años de gobierno.
En segundo lugar, es hora de brindarle la oportunidad a partidos políticos y coaliciones diferentes a los tradicionales y a aquellos que han generado dolores de cabeza al país. Muchas veces estas organizaciones independientes presentan iniciativas legislativas un tanto más realistas y cercanas a las necesidades del pueblo, pero por el poco apoyo que reciben o la poca popularidad que tienen, hace que sus ideales mueran en el intento.
En tercer lugar, es primordial desestigmatizar a quien pertenece “a la derecha” y quién “a la izquierda”. Da la sensación de estar viviendo un nuevo frente Nacional entre los que apoyan al expresidente y los que apoyan al exguerrillero. Es momento de entender que las ideas de cada aspirante no se definen por un criterio político retrógrado, sino por lo que el país necesita en este punto de la historia.
En cuarto lugar, es sustancial escoger a un candidato o candidata que se ponga en la tarea de resolver el asunto de la alta migración venezolana hacia Colombia. Ya sea que proponga legalizar a los migrantes indocumentados, brindándoles oportunidades para obtener un empleo estable, acceso a todos los niveles educativos y unas condiciones dignas para vivir; o que sean deportados a su tierra natal. Es necesario que se implemente una política pública contundente que atienda las necesidades de los venezolanos sin ignorar a las de los nacionales.
En quinto lugar, es trascendental votar por aquel que retome el Tratado de Paz suscrito en el año 2016 y sea su deseo cumplir con los acuerdos establecidos allí. Como es bien sabido, tuvieron que pasar cuatro años para lograr un pacto histórico con el grupo beligerante de las FARC y claramente el gobierno predecesor se hizo el de la vista gorda e incentivó los peores años de violencia y de descontento social. Situación que de paso generó desconfianza en las instituciones encargadas de la seguridad nacional, quienes varias veces se han excedido contra la población civil en el ejercicio de sus funciones.
En sexto lugar, debe recordarse que hasta ahora el país está resurgiendo luego de una larga temporada en confinamiento a causa de la pandemia. Hasta ahora se ve movimiento en las calles, en los establecimientos de comercio y en los lugares que hasta antes de marzo del 2020 se consideraban normales. Por ende, quién asuma la presidencia debe tener un plan para reactivar la economía y sobrellevar la inflación sin dejar de lado los lineamientos de bioseguridad dictaminados por el Ministerio de Salud.
En séptimo lugar, y no menos importante, es menester revisar cómo ha sido el uso que el candidato le ha dado a sus redes sociales. Aunque parezca una trivialidad, a veces quién proclama y pelea más en internet es el que menos sabe ejecutar sus ideas en la vida real. No se requiere como presidente a una réplica de Donald Trump, sino alguien que se enfoque en cumplir con lo que se le ha encomendado.
Y en octavo lugar, es imperioso esperar hasta las elecciones del Congreso para tomar una sabia decisión. Dependiendo qué partido predomine en las urnas, es más factible distinguir la viabilidad de las propuestas de gobierno. Ya saben, el presidente de turno tendrá mayores dificultades para gobernar si en el Congreso se encuentran mayoritariamente los miembros de su oposición, lo cual a la larga generará controversias ya que el cuerpo colegiado no hará ni dejará hacer.
Llegó el momento en que los ciudadanos podemos cambiar la tradición histórica de votar por aquel que regala tamales y casas durante las campañas, para que luego no se conozca de su existencia una vez asuma su rol político.
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