A veces los silencios surgen entre nosotros como una necesidad de contar, decir y de relatar nuestra propia historia que quisiera ser contada, escuchada o comprendida por alguien. Aurora, la protagonista de Lluvia fina de Luis Landero, lo sabía muy bien. Ella escuchaba el fatal destino de cada uno de los familiares de su esposo, Gabriel, a cada momento del día cuando la necesitaban porque la necesitaban; escuchaba las mismas historias una y otra vez. Un destino lleno dramas y entresijos que ninguno de ellos tenía pudor para esconderlos y contarlos a compresiva Aurora, la siempre dispuesta Aurora para mediar, asentir y contestar que sí, que realmente la vida había sido injusta con cada uno de ellos, la madre, con Andrea, Sonia, Horacio y Gabriel. ¿Pero realmente había sido injusta? Las versiones de cada una de las historias vividas distaban de tener semejanzas; Sonia culpaba a la madre, Andrea, aparte de tener una enemistad insalvable con la madre, no podía perdonar a Gabriel y Sonia por tener los beneficios que ella consideraba como suyos.
Sin embargo, cada uno de los miembros de la familia contaban el fluir incesante de su vida a través de sus historias porque sabían que al repetirlas se harían realidad, se convencerían de que tenían razón y que los hechos habían pasado tal como sus fabulaciones no cesaban de decirle a Aurora. Pero cada uno de ellos ocultaban el rencor de una vida que no pudieron asumir y tomar las riendas, y la resumieron en que todos sus fracasos se debían a la madre, a la inocencia infantil de Gabriel o a la pérdida de la niñez prematura de Andrea y Sonia por la tirantez de su madre.
Lluvia fina es la historia de la humanidad, una historia que refleja lo quebradizo que es la condición humana; la incertidumbre y el miedo a reconocerla, donde los personajes viven al borde de su propia miseria y se consumen en ella con las viejas historias que se recuerdan para en creer en ellas. El autor Luis Landero logra magistralmente colocar al lector frente a sus propias historias no dichas, frente a esos viejos rencores y heridas para, uno, seguir maquinándolos y repetirlos una y otra vez o, dos, sentirlos, sentir la herida y las gotas de la lluvia fina del transcurrir de la existencia.
Esta, también es la historia de los oyentes apacibles y compresivos que son observadores de los sucesos, y que el peso de las historias escuchadas los aflige porque se repiten una y otra vez como una lluvia fina. Para estos últimos, Lluvia fina es el homenaje de los oyentes que sufren por las historias de otros y callan su propia historia.
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