Legalidad ¿Cómo productora del orden o de violencia?

Las leyes fueron formuladas con la intención de buscar regular la sociedad y ejercer control en la población en general. Estas generalmente son construidas en el marco de una situación histórica particular. Podría decirse que en la medida en que cambian las necesidades históricas, cambia el concepto de legalidad, pero también es importante destacar que las leyes en muchas ocasiones son creadas para favorecer grupos privilegiados. La soberanía del derecho significa únicamente la soberanía de los hombres que imponen las normas jurídicas y se sirven de ellas (Schmitt, 1971)

Actualmente, las leyes han podido dar garantías a minorías políticas y han sido más flexibles con respecto a los grupos vulnerables. Sin embargo, esto no significa que todavía los grupos élites no las manipulen en conveniencia de sus intereses particulares, por eso es que muchas veces la ley también se encarga de reproducir determinadas formas de dominación y de violencia, que hace que la ley no logre recibir la legitimidad que debería. Se supone que las leyes están para la sociedad, pero hay situaciones que parecen poner en manifiesto que la sociedad no está hecha para esas leyes, o sea, a la final se termina generando un conflicto entre sociedad y leyes, que ponen en cuestión los conceptos de legitimidad y legalidad.

Llegados a este punto, sí es posible decir que la legalidad no siempre es sinónimo de resolución de conflictos e instauración del orden. Por ejemplo, en el siglo XX durante el régimen nazi en Alemania, la palabra de Hitler representaba la ley, cualquier orden dada por el Führer tenía que ejecutarse sin objeción alguna, de hecho, todas las atrocidades que se llevaron a cabo contra el pueblo judío fueron actos de Estado, quiere decir que todas las formas de violencia que se ejercieron para aniquilar a los judíos, fueron amparadas por la ley. Hannah Arenth (2019) argumenta qué “La distinción entre orden y palabra del Führer radicaba en la validez de que esta última no quedaba limitada en el tiempo y el espacio, lo cual es la característica más destacada de la primera. Está es también la razón en cuya virtud la orden dada por el Fuhrer de que se llevara a término la Solución final fue seguida por un diluvio de reglamentos y ordenanzas, documentos redactados por expertos juristas; las orden de Hittler a diferencia de las ordenes corrientes, recibía el tratamiento propio de una ley.”(p,219).En este sentido, la descripción del funcionamiento del régimen nazi que Arenth ofrece es perfecto para dar cuenta de que la ley sí reproduce formas de violencia y que además su carácter fundacional de orden y regulación se da, pero la forma en cómo se aplica depende del discurso que promulgue la ley.

Matar judíos estuvo aprobado por la ley, pero a la vez fue un crimen en contra de la humanidad. Matar civiles en Colombia y disfrazarlos de guerrilleros, fue una práctica aprobada por el ejército nacional y el gobierno de turno que supuestamente estaba en función el Estado social de derecho, pero que también cometió crímenes de lesa humanidad.

A modo de conclusión, cuando se habla de leyes, no necesariamente de habla de justicia o de inclusión. La constitución es un proyecto inacabado que, aunque ha logrado grandes avances al día de hoy, aun no es posible presuponer que la materialización de la misma conduzca a una sociedad de plena justicia. Oro Tapia (2002) dice “La legitimidad constituye el sustento moral de cualquier orden sociopolítico. En tal sentido, contribuye a pautar el ejercicio del poder y, por consiguiente, a limar las asperezas que suscita el ejercicio del mismo. Inversamente, el poder ilegítimo, aunque esté legalizado, se impone a través del miedo y es considerado como un orden inaceptable por la mayoría de la población.” (p.14. El concepto de legitimidad muchas veces no se une a la noción de legalidad o a quienes se encargan de hacer efectiva su aplicación.


ü Hannah Arendt. (2019). Eichmann en Jerusalén . España : Lumen .
ü Oro Tapia, L. R. (2002). La idea de legitimidad en Max Weber, Carl Schmitt y Guglielmo Ferrero.
ü Carl Schmitt. (1991). El concepto de lo político. Madrid : Editorial Alianza.

Salem Hernández Correa

Soy estudiante de ciencia política de la universidad de Medellín. En mi proceso de formación como politóloga he desarrollado un profundo interés por investigar sobre el conflicto armado en Colombia. Además de eso, soy una gran apasionada por el terror y quizá eso explique en parte mi interés por conocer los horrores no solo de la literatura, sino también de la vida y de la guerra.

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