*Referencia de la obra: Plutarco (1995) Obras morales y de costumbres (Moralia) Vol.VI., Madrid: Gredos.
La E de Delfos es un diálogo escrito por el ensayista e historiador griego Plutarco durante su época como trabajador del santuario de Apolo en Delfos. La temática fundamental de dicho diálogo es la búsqueda de una explicación de la ofrenda, con forma de la letra E, que se realizaba en el templo de Delfos. Este ritual, realizado antes de consultar al oráculo de Delfos, consistía en un conjunto de actos místicos y ritos extraños que se repartidos entre Apolo y Dioniso. Este escrito forma parte de una trilogía de diálogos en los que Plutarco intentó resolver una serie de cuestiones comunes. Estos diálogos son: La E de Delfos, Los oráculos de la Pitia y La desaparición de los oráculos. En su conjunto, la trilogía es conocida con el nombre de «Diálogos Píticos».
Como se ha mencionado, en estos escritos se tratan una serie de cuestiones comunes. Así, la temática general es délfica, ya sea la explicación de la ofrenda en forma de la letra E que se realiza en el templo, la evolución de las respuestas oraculares en el culto, el rito y la decoración de Delfos, o, en el contexto del propio Delfos, la decadencia de las sedes oraculares. En estos escritos también se pueden encontrar una serie de temas de carácter secundario conectados. Un ejemplo de estos temas secundarios es el problema de la identificación del Sol con Apolo. Otro ejemplo reside en la cuestión de la ofrenda con la forma de E nombrada anteriormente, esta cuestión no sólo es tratada en La E de Delfos, sino también en La desaparición de los oráculos. En este último diálogo se alude a la relación de esta ofrenda con el valor del número cinco.
En general, parte de los personajes que intervienen a lo largo de los tres diálogos son comunes a La E de Delfos. Los oráculos de la Pitia, tiene un personaje común con La E de Delfos, Teón. Por su parte, La desaparición de los oráculos tiene dos comunes con La E de Delfos, Lamprias y Amonio. Con respecto a los personajes de La desaparición de los oráculos y Los oráculos de la Pitia, no existe ninguna coincidencia.
En lo que respecta al orden cronológico de los diálogos, existen diversas interpretaciones. Por un lado, hay una gran parte de autores que defienden la anterioridad de La desaparición de los oráculos con respecto a los otros dos. Sin embargo, existen diferentes consideraciones con respecto a esto:
«…en la introducción a cada uno de los diálogos, no faltan razones para pensar que en el orden de su producción el diálogo Def. orac. pudo haber precedido a los otros dos. Una de ellas la constituye asimismo el hecho de que en el Catálogo de Lamprias esta pieza figura con el número 88, correspondiendo el número 116 a Pyth. Or. y el 117 a E ap. Delph., Pyth. Or. Esta misma es la opinión defendida por Hirzel y por Flacelière (aunque no seguida por éste en la práctica). En el corpus planudeo de Plutarco, sin embargo, el diálogo E ap. Delph. (núm. 68) es seguido por Def. orac. (núm. 69) y éste separado por dos títulos de Pyth. Or. (núm. 72). De otra parte, la edición plutarquea de Stephanus (Ginebra, 1572, reeditada en Francfort en 1599), que ha fijado la numeración tradicional por páginas y parágrafos de las obras, presenta los diálogos, incluido Is. et Os., en el orden adoptado por nosotros…» (Plutarco, 1995, 214-215).
El orden que ha adoptado esta edición del libro es el siguiente: La E de Delfos, Los oráculos de la Pitia y La desaparición de los oráculos.
Dirigiendo la mirada al contenido de la obra, el culto délfico estaba compuesto por una serie de objetos cuyo significado, debido a su gran antigüedad, se desconocía en muchas ocasiones. En el templo de Apolo, junto a los grabados Gnôthi seautón y Mēdèn ágan, existían ofrendas en forma de E. Esta ofrenda en forma de E es un claro ejemplo de un objeto de culto délfico cuyo significado se desconoce. La más antigua era de madera. Posteriormente, los atenienses le dedicaron una ofrenda con forma de E de bronce y, finalmente, la esposa de Augusto le dedicó una de oro. Asimismo, en monedas délficas posteriores a la época de Plutarco, está presente una gran E bajo el frontón del templo. En este diálogo, Plutarco se plantea el significado de dicha E a través del estudio de la esencia del dios délfico y, en general, de la divinidad.
Los personajes que constituyen esta obra son, por orden de intervención: Amonio, Lamprias, un interlocutor anónimo, Nicandro, Teón y Éustrofo.
Amonio fue un filósofo platónico, considerado maestro de Plutarco que, de la misma forma que Sócrates en los diálogos platónicos, introduce la conversación con un discurso inicial. Amonio inicia la conversación con un discurso en el cual presenta a Apolo como promotor de la indagación filosófica mediante su constante suscitación de enigmas. Finalmente, Amonio defenderá que el símbolo debe ser entendido en un sentido nominal, entendiendo el ei como «tú eres». Mediante esta expresión, los fieles saludarían al dios poniendo de relieve su eternidad y unidad frente a la corruptibilidad y multiplicidad de la materia con la que los fieles mismos están constituidos.
Lamprias, hermano de Plutarco, es el segundo personaje que interviene en el diálogo. En su discurso, Lamprias sostiene que el origen de la ofrenda en forma de letra E proviene del grupo de los Siete Sabios. Los Siete Sabios dedicarían la letra para mostrar que, en realidad, eran cinco y no siete, como se consideró generalmente. Esta tesis respondería al rechazo de los tiranos Cleobulo y Periandro como pertenecientes a dicho grupo.
Posteriormente interviene un individuo cuya identidad es desconocida, el cual expone la opinión de un caldeo. La opinión del caldeo, aportada por el personaje de identidad desconocida, consiste en la idea de que el origen de la letra proviene de su relación con el Sol, ya que es la segunda vocal. Esto es así ya que, asimismo, el Sol ocupa el segundo lugar entre los planetas después de la luna acorde a la cosmología del momento.
Nicandro fue un sacerdote délfico que, por lo que se sabe por las inscripciones, ocupó importantes cargos públicos durante el gobierno de Claudio y de Nerón. Para Nicandro, el símbolo representa a la «partícula interrogativa homófona» si, debido a su valor fonético ei. A través de este «si» en los templos comenzaban las consultas dirigidas a dios.
Aparentemente, el personaje de Teón se corresponde con un amigo de Plutarco presente en otras obras, aunque no está del todo claro que se trate de la misma persona. Teón, de la misma manera que Nicandro, defiende la identificación de la letra con la conjunción hipotética ei. Este ei se considera un elemento imprescindible en cualquier silogismo, siendo, a su vez, el razonamiento que permite la adivinación.
Finalmente, Éustrofo es el último personaje que interviene en el diálogo, parece ser que este personaje se corresponde con un condiscípulo ateniense de Plutarco. Para Éustrofo, la letra E tiene esa importancia porque, como se afirmó anteriormente, designa al número cinco. Este número cinco proporciona una conexión entre sus propiedades matemáticas y la unidad del universo (incluidas sus transformaciones).
El diálogo La E de Delfos comienza con una intervención que hace referencia desde un principio a Apolo como remediador de los problemas de la vida a través de sus respuestas a los oráculos. Empero, en lo concerniente a los problemas del espíritu, él mismo los inspira y se los propone a aquellos que son amantes del saber «por naturaleza». Estos problemas del espíritu los resuelve infundiendo en el alma de estos amantes del saber una especie de impulso hacia el saber y la verdad «según es evidente, entre otras muchas pruebas, por la consagración de la E» (E ap. Delph. 384 F). A partir de esto, Plutarco deduce que no es por azar la elección de la ofrenda en forma de la letra E, sino que esta elección debió de ser así en vista de alguna propiedad suya extraordinaria, o porque la utilizaran como símbolo de otra cosa digna de consideración. Plutarco afirma que en otras ocasiones esta cuestión se intentó evitar, pero que hace poco sus hijos y unos extranjeros requirieron una respuesta a la cuestión acerca de la ofrenda en forma de la letra E. Ante esto, nuestro narrador inicial cede a las peticiones, llevando a sus hijos y extranjeros al lado del templo, lugar donde rememoró la manera de tratar esa cuestión, en el mismo lugar, a Amonio y otros.
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