Lecciones y reflexiones hacia el horizonte

“el proyecto de desarrollo (…) no puede seguir obviando las realidades que cruzan la nación, siendo necesarios nuevos esfuerzos que cierren la brecha entre estas dos caras del país y beneficien a ambas, pero además en congruencia con la crisis ambiental y civilizatoria que enfrenta el planeta”


En su primer discurso como presidente electo, Gustavo Petro señaló que las elecciones mostraron dos Colombias, similares en votación, como parte de la heterogeneidad que caracteriza al país, pero cuyo horizonte es unificarlas en una sola. Acto seguido, rotó una declaración de Catalina Escobar, directora de la Fundación Juanfe, y miembro del directorio de la ANDI, señalando que el resultado fue la expresión de la voluntad del otro 50%, que se cansó de la realidad que viven diariamente, llamando al empresariado a sumarse a trabajar dejando atrás el sectarismo por el bien de la nación.

Este llamado no puede ser sólo una declaración de intenciones, sino una guía para avanzar en las transformaciones necesarias para abandonar el feudalismo que aún vive Colombia.

Pero, ¿cómo avanzar en esto?

Por una parte tenemos la evidencia histórica y reciente en términos de las garantías y las precauciones que hay que tener de cara a los siguientes 4 años.

En términos de historia, es necesario poner en primer lugar la herida que acarrea el país producto de la persecución ideológica que ha vivido por tanto tiempo. Las vías para reconstituir las confianzas para ampliar las alianzas no deben ser propuestas desde la venganza sino a través del diálogo entre las partes con un marcado énfasis en la vocación de perdón. No obstante esto tampoco puede ser un salto a ciegas, debido a que en más de una ocasión la voluntad del hegemón herido logra limitar las aspiraciones de cambio expresadas en la elección.

Desde un horizonte mediano de tiempo, las expectativas de integración y desarrollo, sean globales o regionales, han tenido distintos impactos a nivel territorial, lugares en los que se han cruzado diferentes dinámicas que han afectado a las diversidades que habitan las regiones. En este orden de ideas, el proyecto de desarrollo que tanto ha beneficiado a una parte de la sociedad, no puede seguir obviando las realidades que cruzan la nación, siendo necesarios nuevos esfuerzos que cierren la brecha entre estas dos caras del país y beneficien a ambas, pero además en congruencia con la crisis ambiental y civilizatoria que enfrenta el planeta, donde las proyecciones indican un incremento en los desplazamientos por motivos ambientales.

Y vistos desde la era reciente, vemos cómo el péndulo político-electoral vuelve a posicionar fuerzas progresistas en la región, repitiendo el escenario de a comienzos del milenio, a la espera de lo que pueda suceder en Brasil a fines de este año. De todas maneras, lo que se observa en los distintos gobiernos es una serie de errores no forzados, tanto estratégicos como comunicacionales, que han incrementado la incertidumbre, lo cual ha derivado en el aumento de la imagen negativa de cada administración, independiente de los resultados concretos que lleven. Para ello se requiere cohesionar narrativamente a quienes harán uso de los cargos estatales para prevenir la crisis de expectativas, el fuego amigo y la oposición interna que, en varias ocasiones, suele ser más peligrosa que la verdadera oposición.

Lo anterior, además se acompaña de una agresiva presión mediática, y a veces también judicial, que entorpece el accionar político y los márgenes de la transformación. Un recurso utilizado, tanto antes de las respectivas elecciones como también una vez posesionadas las nuevas administraciones, es la polarización para lo cual ni siquiera tiemblan en utilizar mentiras, hoy eufemísticamente llamadas fakenews o posverdad, para desinformar y desestabilizar regímenes democráticamente electos. En este sentido, para cerrar las brechas entre las dos Colombias, se requiere también un ejercicio de sensatez por parte de la nueva oposición, como bien ha hecho el hijo de María Fernanda Cabal, al reconocer el acabose de una era.

Estos tres escenarios son apenas una primera aproximación a las lecciones que debemos tener presentes de cara al nuevo gobierno, el cual a la vez se enfrenta a un escenario político inédito: la cuádruple derrota del uribismo, sumando la salida de Álvaro Uribe de la primera plana, más la acentuada pérdida de escaños en el congreso y los resultados de las dos vueltas presidenciales, ponen a la nueva oposición en una relativa desventaja, obligándola a rearticularse para poder actuar dentro del estatuto que estos construyeran para constreñir a la oposición de antaño.

De acá a la posesión de Petro y Francia como presidente y vicepresidenta para conducir la unificación de las dos Colombias, hay un tremendo trecho que cruzar. El domingo 19 de junio, más de 11 millones de votantes se fueron a casa con la alegría sana de la limpia victoria alcanzada; sin embargo esto no debe ser una excusa para bajar los brazos, pues la campaña fue la parte fácil. Ahora se viene lo difícil: ser gobierno.

Simón Rubiños Cea

Consultor y asesor político. Coordinador del Grupo de Investigación en Desarrollo Territorial, Paz y Posconflicto (GIDETEPP-UNAL) e investigador del Centro Estratégico Latinoamericano de Geopolítica (CELAG)

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