Las vocaciones del suroeste

“Si atendemos la lógica de que sólo podemos hacer lo que tradicionalmente hacíamos, hoy no tendríamos café”.


Que en el departamento de Antioquia haya surgido la primera Facultad de Minas del país, por allá en el 1887, siglo XIX, dice mucho del papel que ha jugado este sector en el desarrollo del departamento. Para esa época, municipios como Fredonia, fundado en 1828; Jericó, fundado en 1850 y Támesis, fundado en 1858, apenas comenzaban su andadura municipal y a definir sus modos de vida y costumbres. Otros municipios como Tarso, que fue fundado en 1912, ni siquiera existía para la época.

Estos municipios hacen parte de lo que se conoce como el suroeste lejano (con relación a Medellín) y tal vez por esa razón los fundadores se demoraron más en encontrar estos territorios y asentarse. Por el contrario, los municipios del suroeste cercano como Amagá y Titiribí se crearon casi un siglo atrás a finales de 1700 y desarrollaron una importante vocación minera, al estar ubicados en la cuenca carbonífera que también incluye a Angelópolis, Venecia y Fredonia. Titiribí, con la mina de oro El Zancudo, creada en 1848, tuvo a la empresa más grande de Colombia por encima de otras reconocidas como Cervecería Bavaria. En su pico más alto, esta mina generó más de 1.200 empleos. Según datos históricos, detallados en la página oficial de la Alcaldía de Titiribí (ver), el dueño de El Zancudo, Coriolano Amador fundó la Sociedad Minera del Suroeste que reemplazó a la Sociedad de Minas de Nueva Caramanta, Támesis y Valparaíso, con el propósito de expandir esta actividad en la subregión.

Estos datos permiten sacar las siguientes conclusiones: 1) la minería ha sido y es una actividad económica importante en el Suroeste antioqueño. Decir que esta subregión no tiene vocación minera es ignorar la historia; 2) los municipios van desarrollando y complementando sus vocaciones de acuerdo con sus potencialidades, por ejemplo, Amagá no sólo produce carbón, sino que también tiene café y turismo de aventura y geológico donde se recorren las antiguas minas; 3) la minería bien hecha es una actividad digna que debe generarnos orgullo por lo que le ha generado al departamento y al país. Es increíble que haya personas dedicadas a estigmatizar este sector y a las personas que trabajan en él, como si estuvieran cometiendo un delito o trabajando ilícitamente.

Como el tiempo no es estático, las vocaciones tampoco, en la época de la Colonia uno de los principales cultivos que teníamos en Colombia era el tabaco y sólo hasta hace 300 años empezamos a cultivar el café, que no es originario de  nuestro país, no era nuestra vocación; fue gracias, según Café de Colombia (ver), a unos curas jesuitas que se empezó a cultivar en 1730. Si atendemos la lógica de que sólo podemos hacer lo que tradicionalmente hacíamos, hoy no tendríamos café; sin embargo, hoy sigue siendo uno de los cultivos más importantes, pero no el único.

Hay otras vocaciones que se han desarrollado, en el caso de Jericó, hasta hace 20 años existió Cultivares, una de las empresas más grandes que tuvo el municipio, producía cardamomo -un cultivo tampoco originario de Colombia- y que hoy no existe como empresa; hace 10 años comenzó el auge del turismo con la santificación de Santa Laura; cultivos de café o gulupa ahora son cambiados por aguacate; y la reforestación de pino industrial tiene menos de tres décadas.

Distintas vocaciones en un mismo territorio gracias a sus potencialidades. El reto es que estas actividades se realicen en armonía con el ambiente y mejoren las condiciones de vida las personas, comenzando por la reducción del empleo informal que en el suroeste promedia el 70%. La minería juega un rol importante para ese propósito, como lo ha sido en el pasado con las viejas minas de Amagá, Titiribí, Fredonia, Angelópolis y Venecia; pero también Santa Bárbara con El Cairo; y Andes con Santa Rita. Municipios agrícolas, mineros, turísticos que nos enseñan a convivir y a construir país en medio de las diferencias.

 

José María Dávila Román

Comunicador Social - Periodista de la UPB con Maestría en Gerencia para la Innovación Social y el Desarrollo Local de la Universidad Eafit. Creo que para dejar huella hay que tener pasión por lo que se hace y un propósito claro de por qué y para qué, hacemos lo que hacemos. Mi propósito es hacer historia desde donde esté, para construir un mundo mejor y dejar un legado de esperanza y optimismo para los que vienen detrás. Soy orgullosamente jericoano.

Nota al pie: El columnista tiene o ha tenido vinculación laboral con la minera AngloGold Ashanti. 

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