“Estamos disputando el futuro del país”
Hemos perdido lo mejor de nuestra juventud; los brazos vigorosos para arar la tierra, la juventud y flexibilidad para levantar la cosecha, construir las barricadas, soportar las inclemencias de natura; toda una generación -como le decía Gertrude Stein a Hemingway en París era una fiesta– muerta, sin más anhelo que el descanso en el vacío.
Nuestros mejores dirigentes, capacitados con los conocimientos y habilidades para ejercer la función pública, dotados de una sensibilidad social y del sentido de la justicia y la dignidad; todo ellos han sido baleados: por pedir agua para los sedientos, educación para los que vagan en el purgatorio del fanatismo violento; sus proyectos para construir una nación sobre las bases de la libertad y la dignidad han sido saboteados, para morir archivados; los dirigentes que lograron salvarse ven a su patria desde el exilio como ese paisito anacrónico anclado en el caribe del mundo, persistiendo en un orden de cosas obsoletas, negándose a acogerse a los protocolos y acuerdos internacionales.
¿Cómo hacerlo cuando la mayor parte de la existencia del mundo civilizado ha transcurrido bajo condiciones de guerra o envuelto en conflagraciones de escala global?
Nuestra intelectualidad y la crema innata de nuestra cultura han ido deviniendo en meros panfletos propagandísticos del poder establecido; otros se han negado a rendir culto a la muerte, a la violencia heroica y al héroe redentor, alejándose de las hordas que se postran ante los cadáveres y la ponzoña.
Los adoradores de este culto a la muerte han sabido hacerse con el botín político, ocupando las posiciones estratégicas en el poder, sometiendo las agendas políticas, legislando contra la juventud en una guerra abierta contra ella; quieren hundirnos en un eterno Verdún, desplegar sus corredores de alambradas, sus torretas y sus gases químicos; desean una noche de lluvia de metralla bajo un firmamento de aviones que dejan caer obuses de sus entrañas mecánicas sobre Palestina; sueñan con policías políticas -Chekas y Gestapos- con pogromos para suprimir la Jacquerie; con grandes linchamientos colectivos en donde puedan ver a toda la canalla roja ardiendo en las piras de la inquisición.
Han buscado la refundación nacional en el terror; quieren la guerra perpetua -extrapolando a Kant-; ya tienen su burocracia de la guerra con sus contratistas, asesores y magísteres de la tortura; robustecen año a año los presupuestos para la guerra, el contingente para la guerra.
¿No serían más útiles un batallón de ingenieros, de médicos, de artistas, enviados a las comunidades para solucionar sus problemáticas que un batallón de mercenarios enviados a desmembrar el tejido social, desincentivar la participación política y desmontar las instituciones políticas democráticas?
Colombianos, nos encontramos en las horas más oscuras de nuestro país; en nombre de todos aquellos que soñaron un país distinto y por culpa de ello ya no pueden alzar la voz, para los que hoy yacen en una fosa cavadas por autoridades oficiales, debemos traer la luz, parir la aurora para acabar con las penumbras de la opresión y la guerra para aquellos que las viven en carne propia y en sus dimensiones más monstruosas.
Comentar