La universidad y la historia de una catástrofe de resonancia

Francisco Cortés Rodas

(Sobre VBG)


Cuando uno llega a una universidad como la de Antioquia, se sorprende con el campus lleno de hermosos árboles, jardines, aves, iguanas, con la bella y ya vieja arquitectura de sus edificios, con las aulas, los lugares de descanso y deporte; veo a los estudiantes en sus clases y laboratorios y me encuentro con personas que reconozco como amigos y después de conversar y tomar un café me voy a esperar a los estudiantes para dar mis clases. Pero no asisten muchos. Puedo sentir que en la UdeA no hay más aquello que llamábamos pasión por el saber. Se ha asentado una política del odio. No hay resonancia.

El concepto de resonancia lo desarrolló el sociólogo alemán Hartmut Rosa, en uno de los más importantes libros de filosofía social del presente —Resonancia. Una sociología de la relación con el mundo—. Muestra en su diagnóstico de la crisis de la sociedad moderna cómo se conformaron y llegaron a enfrentarse dos grandes tendencias históricas. De un lado, las sociedades modernas se reproducen por medio de una estabilidad dinámica, en la cual son determinantes el constante crecimiento, la innovación, la apropiación de todos los recursos de la naturaleza y el aumento de la riqueza de determinados grupos sociales. De otro lado, la estrategia de la estabilización dinámica y de la aceleración social conducen paradójicamente a formas progresivas de pérdida del mundo y, por tanto, a un silenciamiento de los ejes de resonancia, aquello que los clásicos de la teoría crítica denominaron alienación o cosificación.

Resonancia es un tipo de relación de los seres humanos con el mundo en la cual buscan una manera no alienada de obrar en el mundo. “Hay resonancia, ahí donde las cosas, los lugares, las personas con quienes nos encontramos nos afectan, nos impactan, nos conmueven, ahí donde tenemos la capacidad de responderles con toda nuestra existencia”, escribe Rosa. De otro lado, la pérdida de resonancia con el mundo y el silenciamiento de los ejes de resonancia son la consecuencia de la forma como se han estructurado las sociedades capitalistas modernas, en las cuales se manifiesta el fenómeno de “la catástrofe de la resonancia”, que significa el enmudecimiento final del mundo el cual aparece no como una desgracia, sino precisamente como el telos del proceso de modernización.

Mediante el análisis crítico de las sociedades modernas y de la modernidad tardía, Rosa introduce la tesis de la estabilización dinámica. “Estabilizar dinámicamente” es uno de los conceptos fundamentales de su libro y significa que las instituciones básicas de la sociedad—la organización capitalista de la economía, la organización democrático representativa de la política, el trabajo orientado a la investigación de la ciencia, la organización social del bienestar, así como las instituciones de la educación y del arte— solamente se reproducen y mantienen por medio del constante incremento e innovación; por esto estas instituciones están vinculadas de forma sistemática al crecimiento económico, la aceleración técnica y cultural, así como a la activación política, y relacionadas con una constante competencia innovadora, la cual permite estabilizar su estatus quo y mantener sus estructuras (Rosa, 2017). El resultado de este inmenso proceso ha sido una tendencia escaladora, que posibilita aumentar los índices de crecimiento año tras año y así producir más y más, sin poder detenerse. Esto ha determinado que el constante y progresivo crecimiento termine socavando la capacidad de autorenovación de los recursos sociales y naturales, sin los cuales las sociedades capitalistas modernas no pueden sobrevivir.

A partir de esto Rosa llega a una conclusión fundamental en su investigación: encuentra que la estrategia de la estabilización dinámica y la aceleración social, estructuralmente institucionalizada y culturalmente legitimada de ampliar el alcance del mundo, conduce paradójicamente a formas progresivas de pérdida del mundo, alienación, cosificación, al “síndrome del desgaste profesional” o “síndrome del trabajador quemado”.

Las sociedades del Sur Global no son objeto de forma directa de este importante libro de Rosa, aunque algunos rasgos estructurales de la política, la ciencia, la universidad, pueden ser interpretados bajo los imperativos de la estabilidad dinámica. Esto no obsta para dar el siguiente paso y analizar el ámbito de los conflictos políticos en la universidad, entendida esta como un espacio de resonancia.

En la universidad funcionan como ejes de resonancia, la investigación, la docencia, la política, la proyección hacia la sociedad, la vida deportiva y cultural, entre otros. Pero lo primero que hay que decir sobre el ámbito de los conflictos políticos es que en la universidad, especialmente en las grandes universidades públicas —Nacional, Antioquia, Valle, UIS— no se producen hoy experiencias de resonancia, en el sentido propuesto anteriormente, porque los ejes de resonancia han sido silenciados por el dominio creciente de la violencia, las amenazas de muerte a profesores, el asesinato de profesores y estudiantes, las violaciones de mujeres y el atropello a sus derechos fundamentales. Destaco de manera especial a las estudiantes y profesoras que no han podido tener experiencias de resonancia en el sentido de contar en las universidades con los recursos cívicos de protección para defenderse mediante el derecho ante las acciones machistas y violatorias de sus derechos fundamentales. La resonancia fracasa también porque en algunas universidades, grupos feministas radicales han adoptado un tipo de justicia política para enfrentar, por su decisión y volundad propias, los problemas de violencias basadas en género.

El movimiento de protesta de las feministas y las mujeres que reclaman sus derechos y aspiraciones fundamentales frente una práctica continuada, machista y patriarcal, de formas de violencia sexual y violencias basadas en género, y ante la inoperancia administrativa de las direcciones universitarias frente a sus peticiones, es justo. Y es justa también la sanción social en la forma del escrache, la denuncia por redes sociales y en puestas en escena en espacios públicos, como lo estableció la Corte Constitucional en T-061/2022.

El discurso feminista radical, comete un error y es extremadamente injusto —en el sentido de Gustav Radbruch— contrario a la Constitución y a los derechos fundamentales de los involucrados por denuncias  relacionadas con violencia de género, etc. cuando, valiéndose de la denominada “sanción social” va más allá de lo que la Corte Constitucional estableció, y se llega a prácticas como el linchamiento, a intimidaciones contra miembros de la comunidad universitaria por no apoyar su discurso, al señalamiento y elaboración de listas de profesores para amenazarlos de muerte, al intento de quemar profesores utilizando gasolina y papas bomba, como sucedió recientemente en la UdeA, y a la promoción de juicios orquestados, en los que se pretende condenar a una persona en el espacio público, actuando bajo unas pautas distintas de las establecidas en el proceso penal o disciplinario normal.

No podemos desconocer, o mejor como hombres y ciudadanos debemos “conocer”, “reconocer”, “ser conscientes de que” ha habido profesores que violando las normas morales y legales del trato con sus estudiantes, han abusado de su poder y cometido graves delitos y faltas disciplinarias. Deben ser denunciados, procesados y castigados de acuerdo con la ley. El Estado de derecho no da otra alternativa.

La justicia no puede ser la de la venganza, la venganza exige otra venganza, el mal engendra el mal y las injusticias se suman sin destruirse unas a otras. A la venganza, que es un primer crimen le sigue un segundo crimen, y así sin fin se sigue un crimen de otro. Contra la justicia de la venganza y la violencia, emergió, desde Sófocles y Esquilo, la justicia del derecho. En la justicia del derecho quedan atrás la venganza y la violencia y se exige a los adversarios que renuncien, de un lado, a su pretensión de juzgar y, de otro lado, a reconocer a un tercero, el juez que está sobre las partes. Así lo expresa Orestes en Las Euménides de Esquilo: “Tú, sentencia si obré o no con justicia, pues lo acepto, sea el que sea el fallo que tú emitas”.

En contra de esta tradición del respeto a los derechos humanos fundamentales, el sistema punitivo de la “sanción social” busca eliminar a los supuestamente implicados en faltas o delitos basados en violencia sexual, sobre la base de cargos vagos o falsos. En procesos que hemos conocido en las Universidades Nacional y  de Antioquia, se han fabricado hechos, falsas imputaciones, e invenciones en algunos de estos casos, y denuncias sin fundamento, basadas en mentiras y motivadas por venganzas.

Basta mirar en este momento hacia la Universidad Nacional para constatar estas violaciones de derechos fundamentales de profesores implicados en casos de acoso o de violencia de género. O a la Universidad de Antioquia donde pretenden continuar con la justicia de la venganza. Es evidente que mediante la “sanción social” se ha dado una negación del significado de la justicia penal/disciplinaria normal, en la cual el juicio penal o disciplinario es un instrumento para determinar la verdad de los cargos presentados contra el presunto acusado. Estos juicios hechos en la plaza pública, acusaciones y escraches, equivalen a lo que conocemos desde los juicios de Moscú propiciados por Stalin, como juicios políticos, que son aquellos en los cuales la parte acusadora intenta eliminar a sus enemigos políticos. En los juicios políticos, «las ruedas de la justicia y sus mecanismos de enjuiciamiento […] se ponen en marcha en aras de objetivos políticos» que van más allá del interés normal del Estado por mantener el orden existente, escribe Otto Kirchheimer. Por estas razones considero que en este ámbito del conflicto político no hay en esta época oscura y gris, resonancia y se ha asentado una política del odio.

Al salir en la noche de las clases no veo amigos ni conocidos, retumban en mis oídos los gritos de muerte de los últimos hechos violentos, se siente el olor de los explosivos que quedan como pegados en las paredes de los edificios. En este campus no hay reconocimiento ni respeto, y las denegaciones de resonancia las experimento como si estuviera rodeado de un muro de hielo.


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Francisco Cortés Rodas

Doctor en Filosofía, Universidad de Konstanz (Alemania), Filósofo y Magister en Filosofía, Universidad Nacional de Colombia, Bogotá. Estancias postdoctorales en la Johann-Wolfgang-Goethe Universitat Frankfurt, en Columbia University, en la Universidad Libre de Berlín, becario del DAAD y de la Fundación Alexander von Humboldt. Profesor titular del Instituto de Filosofía de la Universidad de Antioquia.

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