“Está realizando el gobierno una transición energética en la escala y a la velocidad adecuadas, o el protagonista es el siempre presente afán por mostrar resultados dentro del período de gobierno.”
Los recientes anuncios del actual gobierno sobre la transición energética han sido, cuando menos, polémicos. El centro del debate es la eventual afectación que pueda traer a nuestra economía el frenar de tajo la producción de petróleo y gas. Los ingresos de la nación, los empleos del sector y las economías conexas se verían afectados sin duda; de hecho, la sola incertidumbre generada por estos anuncios, impacta a la economía. Sin embargo, el debate es más profundo y debe analizarse de manera simultánea, con simpleza y profundidad analítica.
Hay dos componentes fundamentales en el análisis de la transición energética. Por un lado, está el cambio climático: una realidad, una urgencia latente que como humanidad debemos reconocer con acciones efectivas. La situación es tan preocupante, que inclusive no sabemos si, tomando las medidas necesarias en este momento, podremos revertir de manera efectiva los daños cada vez mayores que sufre nuestro planeta, y que afectan directamente las condiciones de la humanidad y la vida como la conocemos.
El segundo componente es el socio económico. Así como el cambio climático es una urgencia de altísima importancia, los ingresos de la nación, la empleabilidad, y otros aspectos de la economía también lo son y afectan directamente la calidad de vida de millones de personas; no se puede desconocer.
Gregory Mankiew, reconocido macroeconomista, afirmó que la política económica se asemeja a un barco, porque al navegar hay un rezago entre el momento que se vira el timón y el momento en que el barco efectivamente gira. Esto es algo que no debería ser de conocimiento exclusivo de economistas y profesionales relacionados con la política económica, debería ser una noción común para todos; los efectos económicos que percibimos hoy tienen su causa tiempo atrás, y las acciones que tomemos hoy en materia económica surtirán efecto en un tiempo.
Tanto la estabilidad económica como el medio ambiente son importantes para la sociedad, y esta es una verdad evidente sobre la cual debemos desconfiar abiertamente de aquel que la contradiga. No es entonces motivo de debate la necesidad de utilizar cada vez menos petróleo y gas, lo que merece nuestra atención y una discusión profunda es cómo logramos reducir este consumo sin afectar negativamente la dinámica económica. Es aquí donde surgen las preguntas que realmente se le deben hacer al gobierno:
¿Tienen claro el impacto, de corto, mediano y largo plazo, de sus iniciativas sobre el empleo y la economía?
¿Está realizando el gobierno una transición energética en la escala y a la velocidad adecuadas, o el protagonista es el siempre presente afán por mostrar resultados dentro del período de gobierno?
Hacer las preguntas adecuadas es fundamental para entablar debates apropiados, que lleven a escenarios de progreso y consecuentemente a acciones efectivas
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