La salvaje lucidez de la pintura: entrevista con Jonathan De Aguiar    

En la pintura estoy presente, pintando, con intervalos de tiempo más prolongados que le dan paso a la animalidad, es la lucha con lo material que implica la pintura


La obra de Jonathan De Aguiar es una exigencia contemporánea. Su exposición La emoción necesaria se encuentra abierta al público hasta mediados de mayo en Caracas.

Las imágenes de su pintura exponen la intensidad de la sobrevivencia en la fractura de líneas que se resisten a la incomprensión, pero sobre todo a la explicación diáfana. Sus figuras sobreviven en lo cotidiano con el gesto que tensiona la contemplación y lo inevitable. De Aguiar traza una indiferencia serena en los rostros dispuestos a no experimentar lo extraordinario.

Jonathan De Aguiar es un pintor de identidad móvil, ha emigrado de Venezuela con su título de ingeniero a ciudades como Santiago de Chile, Madrid, Barcelona. Ha tenido claro que un artista sobrevive en su genio, es la razón por la que él necesita moverse y ofrecerle a este genio las condiciones para que se manifieste en el lenguaje de la luz, del color, de las imágenes.

Para robarle el tiempo a Jonathan en una conversación hay que revisar el huso horario, trasnochar en un chat o en una llamada, hay que reconocer su habilidad de ladrón de tiempo de la vida corriente para dárselo a su oficio de artista. Es el pintor que necesita de los recursos del ingeniero para sostenerse y para confirmar que vivir sin defender una forma de vida, no es vivir.

¿Cómo prefieres que hablemos de tus obras, como cuadros o como pinturas?

Pintura, me parece que incluye todo. Es el medio que uso, es lo material, pero es el resultado también; una pintura. Un cuadro lo tomo como un final, lo que queda contenido en los límites del marco que lo distancia de otros objetos. Pero, yo solo uso la pintura, por lo que me gusta llamarla como lo que es, pintura como medio y como resultado. Un cuadro podría ser un collage y dices: “me gusta ese cuadro”.

Una vez dijiste: «Los pintores cuando leen lo hacen para compensar una animalidad. Pero no tienen un genio tan estructurado». ¿Me explicas?

Es por ser un acto más físico, pintar. Sí, hay idea, sí, debe haber estructura para que el caos no se lleve todo. Digo que la lectura compensa porque es un acto mucho más consciente, de estar presente y pensar. Pero en la pintura estoy presente, pintando, con intervalos de tiempo más prolongados que le dan paso a la animalidad, es la lucha con lo material que implica la pintura.

Sin embargo, como pintor te permites reducir ese momento animal porque tienes una relación cercana con la literatura. Pintaste un perfil de Roberto Bolaño, ¿has pintado algún otro escritor?, ¿tienes algunas lecturas recientes?

La lectura es un espacio necesario. Un libro y un lienzo son medios de transmisión muy distintos. La comunicación oral y escrita me resultan difíciles. La lectura me permite un punto de encuentro, un alivio, para eso que no sabría cómo expresar en el lenguaje escrito y hablado. Pasará algo similar con quienes ven una pintura, sin necesidad de un texto, entender o reconocer algo sustancial.

También, la inmediatez puede ser muy distinta entre estos medios. La imagen visual llega de golpe, te retiene o no, y luego se puede desarrollar en la palabra oral o escrita. En la literatura hay algo más estructurado con la consciencia del lenguaje hasta el final de la obra. Digamos que en la pintura las zonas no trabajadas y en bruto pueden ir bien. La animalidad queda sin mucho remordimiento. Y no, no he pintado a ningún escritor luego de Bolaño.

Tengo lecturas recientes, sí, que me hacen sentirme acompañado, no sé si me apacigüen. He estado leyendo sobre las complejidades de las relaciones humanas, amorosas, profesionales, del ahora. También sobre casos de resistencias absurdas que dan sentido al vivir, y otros sobre la importancia de los libros en la vida.

Te digo sobre lo último que he estado leyendo: dos libros de cuentos de Deborah Eisenberg, Vida real y Pequeñas bestias de Brandon Taylor, El crepúsculo del mundo y las memorias de Werner Herzog. También, Irene Vallejo y  Peter Orner. Dos libros de Irene Solà Canto yo y la montaña baila y Te di ojos y miraste las tinieblas. Algo de Mariana Enríquez y Nick Cave.

La emoción necesaria es tu primera exposición individual en Caracas, se promocionó con una de las pinturas de la exhibición, en ella vi un contraste entre el gesto plácido en primer plano y la deposición de la cruz que pasa casi inadvertida en la fiereza del rojo que está detrás. En ese contraste figurativo y del color, hay un gesto cínico e irónico de toda la pintura, me parece. 

Te digo todo sobre esa pintura. La referencia es Wim Wenders. Él está sentado en una de estas sillas de director de cine. Es un tipo con ideas, y que admiro. Pero quiero dejarlo sin esto. Lo hago viejo, lo dejo sin pelo, más gordo, más acabado. La pintura se llama Escaso de ideas, le hago un fondo rojo de contraste, una pasión necesaria que incluye el descendimiento de la cruz de Rogier Van der Weyden que vi en el Museo del Prado en esos días. Intento una escena de algo que parece acabado. Le agrego luz arriba, como si fuera algo que necesitara (quizá resucita, quizá no está terminado), es mi personaje. En ese sentido, lo cínico es la obra toda.

Este sería, entonces, uno de los trabajos intelectuales y menos físicos del pintor, pensar en imágenes toda esa composición de referencias, un montaje.

Hubo mucho juego en esta. Quizá, sí, más que en otras en las que no junté tantas referencias para lo que quería pintar. 

¿Se puede pintar sin olfato?

Sí, se puede. El olor puede influir en el uso de un medio. Por ejemplo, yo no tolero el olor a aerosol. Pero no es que necesites del olor para pintar. Si fuese inodoro igual podrías pintar. Si no lo soportas, o eres alérgico, es otro asunto. No difiere el olor entre pigmentos. No es algo relevante. Al menos no para mí.

¿Solo lienzo?

No. Pero sí, prefiero las superficies menos irregulares. El soporte hace que el resultado sea diferente. Por ejemplo, el lienzo de grano grueso detiene el trazo salvaje que tanto necesito en mis temas. Trabajar sobre yute como lo hacía Reverón no me facilita las cosas a mí, pero para los objetivos que él tenía en sus composiciones la separación entre esos hilos es ideal. Lo mismo con Bacon, quien prefería la parte trasera de los lienzos, es la parte no tratada con granos grandes de la tela que hace que el pigmento quede separado cuando pasas el pincel. En cambio los soportes más lisos son perfectos para mi trabajo, me siento cómodo trazando y logrando los fines que me planteo en las imágenes. Las telas de grano fino, tablas o papel son ideales. Tengo trabajos en Moleskine que lo prueban.

En tus pinturas hay una tensión entre ese trazo salvaje y las escenas de lo doméstico, la vida cotidiana sin imposturas. En esa relación entre la forma y el contenido tu trazo es prudente, tú manipulas el temblor del pincel o de la espátula. ¿Cuál es el uso específico que le das a tus herramientas para lograr esa tensión?

Cuando decido pintar una escena de lo doméstico hay algo desestabilizador, aunque mínimo, que debe estar presente durante el proceso. La tensión ya está presente al comenzar. Las herramientas las uso para trabajar eso, desde lo que falla, desde el error, desde lo que aparenta ser, desde lo que no se debe o no se deja ver. Pero acercándome a lo que sí reconocemos en lo cotidiano o a simple vista. Así voy definiendo, dejando expuestas partes de ese proceso, del caos interno, primero. En algunas pinturas, cuando me he acercado mucho al detalle y se hace muy visible, se pierde fuerza, y recurro de nuevo al trazo salvaje, a raspar y trabajar sobre lo hecho, a cubrir con planos.

En esos procesos de caos y definición tan singulares en ti, ¿podemos hablar de alguna relación con Armando Reverón o algún otro pintor?

No puedo relacionar lo que hago con Reverón. A pesar de lo maravillado que pude estar al ver su obra, como con ningún otro pintor, Reverón se dirige hacia el origen, lo primitivo, a encerrarse y crear mundo dentro de su Castillete, a la luz que invade el paisaje y los cuerpos, va simplificando. Yo quisiera abrazarlo y estoy en deuda por lo que me transmitió en sus obras. Pero mi dirección es distinta. Él se entregó por completo, a pesar de todo. ¿Habrá juanitas todavía por ahí?

¿Más Juanitas y menos Meninas?

Espero. Meninas hay muchas. Hasta con guacamayas.

¿Hay una narrativa en las pinturas elegidas para la exposición La Emoción Necesaria?

Sí.Todo lo hice después de saber que me darían el espacio para exponer de manera individual. Lo hice pensando en eso. Tampoco quería hacer algo distinto a lo que estaba trabajando, solo quería desarrollar el tema con más profundidad, momentos distintos de lo cotidiano donde estuviera esa fractura, esa dualidad. Pero, también se fueron unas tres pinturas a la exposición que hice antes de que me confirmaran, porque es una especie de narrativa que continúa.

Esa exposición es en Venezuela, pero, se sale de Venezuela para sobrevivir en otras condiciones,  para ti la sobrevivencia también es pintar. ¿Cómo ha sido pintar en Venezuela, pintar en Chile, pintar en España?

La sobrevivencia es posible cuando lo que haces puede ser un encuentro con otros, en cualquier lugar que estés. La pintura es uno de los medios que encuentro para esto, que sigo haciendo a pesar de los cambios de lugar, de trabajos, como algo necesario y sincero. Al vivir y pintar en estos tres países mi experiencia se ha ampliado, la pintura ha cambiado. Cambios en la paleta de colores por ejemplo, la luz cambia, el cómo percibes el entorno y cómo te relacionas también. Además, hay puntos de encuentro, el tema que trato en mis pinturas no es algo local, por eso puede sobrevivir en otras condiciones.

Sobre Jonathan De Aguiar (Caracas 1987): tomó clases de pintura académica con Randjel Spasic mientras realizaba sus estudios de Ingeniería de Producción en la Universidad Simón Bolívar. Ha participado en varias exposiciones colectivas en Venezuela y Francia. Ahora presenta su primera exposición individual en Caracas. Actualmente reside en Madrid.


Todas las columnas de la autora en este enlace:  Xenia Guerra

Xenia Guerra

Licenciada y magíster en Letras por la Universidad de Los Andes en Venezuela. Profesora universitaria de la misma casa de estudios. Investigadora en el ámbito literario con enfoque en filosofía política y el arte.

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