La revolución Feisbuc

El asunto es este: una empresa inglesa, Cambridge Analytica, compró los datos que los usuarios de Facebook han compartido en lo que llevan usando la plataforma que ya tiene más de mil quinientos millones de usuarios. Se supone que los afectados son, más o menos, 87 millones de ellos y, según lo que el mismo Zuckerberg dice, es una situación en la que no medió el consentimiento de la compañía gringa. El escándalo tiene una magnitud tan grande que el martes 10 de abril Zuckerberg fue al capitolio del congreso de Estados Unidos a responder lo que los senadores deseaban preguntarle.

Yo genuinamente creo que ese debate (más que el hecho mismo del robo por parte de Cambridge Analytica –robo por decir robo porque lo que uno no sabe es qué tan viciado estuvo esa relación de Facebook con Cambridge Analytica–) es el evento más importante de lo que va del siglo XXI. Lo creo porque es el inicio del debate sobre cómo vamos a regular el lenguaje humano de aquí en adelante y eso –qué vamos a permitir que se diga y qué no y de qué forma lo haremos– es el acto político más importante. Miren: Confucio dijo que la más grande de todas las revoluciones era la revolución del lenguaje y tenía toda la razón. Pues bien: aquí acaba de empezar la gran revolución de un radical y verdadero comunismo global.

La razón es muy simple al final: el capitalismo ha creado unas estructuras ideologizantes tan poderosas que la presión (la coacción, diciéndolo con rigor) para participar en la plaza pública –ser un ciudadano, en últimas– no está mediada por un reconocimiento Estatal; es decir, antes, en otros momentos de la historia en que el imperio del capital no tenía tanta fuerza ideológica, la participación de la gente en la política (en las relaciones sociales con los otros) era una consecuencia del reconocimiento del Estado a cada individuo: usted era parte de una sociedad si un organismo Estatal –el que fuera– le cobraba impuestos o lo anotaba en libros de censo o le permitía tener representación política. Hoy no. Hoy la característica fundamental del reconocimiento como ciudadano es que está mediado por qué tanto participe usted de las estructuras del capital… y nadie puede escapar a ellas. Todos, lo deseemos conscientemente o no, hacemos parte de la máquina capitalista.

El mejor ejemplo es, precisamente, las redes sociales virtuales (que ni siquiera deberíamos usar ese virtuales porque son exactamente iguales a las no virtuales): absolutamente ninguna figura Estatal nos impone la participación en ellas pero ¿quién no lo hace? Es que no hacerlo es no existir como ciudadano. No participar de ellas no es otra cosa que no tener reconocimiento como parte de la polis. La conclusión, entonces, es que el gran éxito del capitalismo fue quitar la necesidad de una institución para que existiera un gran Estado: lo sacó de la materialidad de las instituciones y se lo llevó absolutamente al plano ideológico.

Lo que no previó el capitalismo es que esa es la mejor manera de cimentar un comunismo global.

No lo previó porque la esencia del capitalismo es pensar luego de actuar. Y como cuando uno actúa crea mundo, pues el capitalismo lo que ha hecho es crear el mundo inevitable: el mundo común. El mundo comunista. Lo quisiera o no, con Zuckerberg consciente de lo que hacía o no, las redes sociales son el gran paradigma de la democratización del más importante medio de producción que tenemos los seres humanos: el lenguaje. Con él producimos lo único que le da sentido al resto de cosas: nuestras palabras y sus significados. ¿No es eso, precisamente, el comunismo, la democratización de los medios de producción?  El problema, entonces, es definir qué hacemos con esa situación ya dada de democracia del lenguaje. Pues una sola cosa podemos hacer si queremos que siga siendo verdaderamente democrática: regularla.

Me explico: la semana pasada intenté entender cómo es que las democracias se construyen verdaderamente alrededor de las regulaciones que hacen de los debates que hay en la plaza pública (https://alponiente.com/populismo/) Lo que concluí es que si uno quiere que haya una real democracia debe, sí o sí, reglamentar la lógica de los debates que se dan dentro de dicha democracia. Eso es lo que debe pasar con este asunto de Facebook y eso es lo que va a pasar y eso es lo que empezó a pasar en el senado y eso es lo que va a cambiar radicalmente la forma como entendemos la comunicación social y, por lo tanto, cómo entendemos el lenguaje y cómo entendemos el mundo que construimos con ese lenguaje.

El debate es sobre el concepto de intimidad. Sobre el concepto de propiedad privada. Sobre el concepto de Estado global. Sobre el concepto de virtualidad. Sobre el concepto de palabra. El que me diga una conversación de filosofía política más importante en lo que vamos de este siglo se gana una tarde entera de parqués y aguardiente.

El debate es sobre la esencia misma de las relaciones con el otro. ¿Hay algo más importante que eso?