La reciente renuncia de Daniel Quintero a la alcaldía de Medellín ha sacudido la escena política de la ciudad. Su mandato, caracterizado por un enfoque populista y demagógico, y señalamientos por corrupción y participación ilegal en política, ha dejado a Medellín en un estado de reflexión y elección crucial. En este momento, es esencial considerar una dirección diferente para la ciudad y un líder comprometido con sus problemas y aspiraciones, en sus diferentes escenarios de futuro.
Permítanme llevarlos atrás en el tiempo, a mis años de estudiante en la Universidad Autónoma Latinoamericana de Medellín. En aquel entonces, yo era un joven entregado a mis libros y al deseo de aprender, pero lo que más destacaba era todo lo que esta ciudad llamada Medellín me enseñaba dentro de las buenas costumbres y el amor por la ciudad de sus habitantes, llevándome a crear mi compromiso con el progreso de Medellín. Fue en la biblioteca de la universidad donde mi camino se cruzó con el de Rodolfo Correa (Rodó, como le decíamos en aquel entonces), un estudiante de derecho brillante y que siempre hacía las veces de profesor de sus amigos para poder llegar a la excelencia. Me imagino que desde allí se vislumbró como universitario, creando desde la academia una visión clara para la ciudad.
En un apasionado debate sobre el futuro de Medellín, discutimos los desafíos que enfrentaba la ciudad y las oportunidades que podrían transformarla. Mientras yo compartía mis ideas y aspiraciones, Rodolfo aportaba una perspectiva valiosa basada en su profundo conocimiento y experiencia en políticas públicas.
Fue en ese momento que me di cuenta de que, aunque yo era un estudiante entregado, Rodolfo Correa tenía la pasión por servir y el enfoque técnico que realmente necesitaba Medellín. Su sólida formación académica y su trayectoria como abogado y profesor universitario hablaban por sí mismas.
Hoy, cuando miramos hacia el futuro de Medellín, Rodolfo Correa se destaca como el líder que puede llevarnos hacia un camino de progreso real, sin pseudo liderazgos con metas personales. En lugar de retórica populista, ofrece soluciones concretas y basadas en la evidencia. Es un líder comprometido con la mejora de la ciudad de Medellín y no con ambiciones políticas personales.
«La política no debe ser la ambición de unos pocos, sino el servicio a todos», dijo una vez John F. Kennedy, y estas palabras resuenan en el liderazgo de Rodolfo Correa.
Pero más allá de las palabras y los títulos, quiero recordarles cómo este hombre, Rodolfo Correa, me inspiró en esos años de estudio. Sus ideas y su dedicación incansable a Medellín me llevaron a creer que esta ciudad merece lo mejor, que merece a alguien que la coloque en primer plano, que la haga prosperar.
Hoy por hoy, la elección para ser alcalde de Medellín está en manos de sus habitantes, y es el momento de abrazar un liderazgo transparente y efectivo para Medellín. Rodolfo Correa representa la esperanza de un futuro más prometedor y seguro para la ciudad bandera de Colombia en varios referentes, la muy querida ciudad. Su experiencia y su compromiso son lo que la ciudad necesita desesperadamente en este momento crucial. Como un convencido uribista, entiendo el anhelado y fulminante deseo de desarraigar el «quinterismo», pero jamás puede ser la motivación para estructurar un buen gobierno. Es de mucha importancia no convertir a Medellín en un escenario político para enfrentar al presidente de la República. Medellín merece más que eso. Las necesidades del pueblo de Medellín son más grandes que las aspiraciones personales de cualquier político. Rodolfo Correa representa esa visión centrada en Medellín, no en ambiciones presidenciales. Su liderazgo es la mejor opción para “la ciudad de la eterna primavera”en este momento crucial.
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