“El Estado de bienestar que se propone es un híbrido entre individualismo con perspectiva social y valores liberales que se acomoda a las amplias particularidades individuales y sociales, pero que confía en demasía en la racionalidad individual y en las bondades del mercado”
La renta básica universal son transferencias regulares de dinero hacia todos los ciudadanos mayores de edad (o a partir de alguna edad determinada arbitrariamente) sin condicionamientos ni discriminación alguna. Es un régimen de redistribución de capital que se caracteriza por su compromiso con la libertad real (no sólo formal) de todos los ciudadanos de la asociación política. Libertad entendida como capacidad real de elección autónoma entre las distintas preferencias sin ninguna coacción en la determinación de las mismas, que intenten imponer ciertos bienes y servicios que consideran superiores.
La aplicación de un régimen de distribución de dinero parte del principio de confianza social, es decir, de la asunción del individuo racional, capaz de autodeterminarse y de elegir prioridades y preferencias en la construcción de su propio destino. Sirva esta ilustración: todo Estado de bienestar distribuye bienes y servicios, ya sea por medio de transferencias en especie (mercados alimenticios, medicina, tratamientos médicos, libros, viviendas, internet), a través de bonos o vales de compra que limitan su uso (en sitios específicos o bienes y servicios definidos), o por medio de otros instrumentos tales como descuentos tributarios, subsidios y reembolsos (por ejemplo la eliminación del IVA a ciertos productos). En ellos es el Estado el que decide qué se distribuye y de qué manera. Por el contrario, la renta básica universal no cuestiona cuáles bienes y servicios son los que prometen una vida digna, sino que deja tal elección al discernimiento y decisión individual.
Esto presupone un principio de fondo: no existe una única racionalidad ni verdad absoluta acerca de lo que es el bien y el buen vivir, sino que hay multiplicidad de formas de vida, las cuales son cambiantes e indeterminadas. La elección de los bienes y servicios a distribuir por parte del Estado es una coartación de la libertad de elección del individuo.
Todo régimen de bienestar parte de una valoración positiva de la búsqueda de igualdad como factor necesario para la vida en sociedad, en este caso bajo la fórmula de una igualdad en medio de la diferencia, en la cual, a través de la distribución de libertad real para todos, cada uno ejerza su propia concepción del buen vivir. No se trata de la búsqueda de una igualdad material (cosa que no propone ningún modelo de Estado de bienestar), sino de una igual libertad para todos, lo cual requiere la garantía de unos mínimos materiales.
El compromiso con la libertad para todos como bien supremo lleva a los teóricos de la renta básica universal a la búsqueda de mecanismos para su consecución, de tal forma que no sólo se cuente con una protección formal, sino también material. Ésta búsqueda de su materialización cuestiona otras concepciones liberales del bienestar que dan por hecho la idea de que cada individuo es dueño de su propio destino, puesto que acepta la influencia azarosa de la lotería natural y social presente en la repartición de los privilegios sociales. Ningún individuo es dueño de su propio destino, pues todos somos resultado de una herencia social, especialmente de aquellas decisiones de nuestros antepasados directos (la familia por ejemplo), y de variables externas que no son controlables. Por tal motivo, para la renta básica universal no basta la garantía legal de poder elegir, sino que también es necesario crear condiciones materiales para el ejercicio de tales elecciones.
Dos supuestos subyacen bajo la lógica de la renta básica universal: el primero, lo material brinda condiciones de libertad, de modo que, a mayor riqueza material, mayor libertad; y el segundo, el mercado es el mecanismo de provisión eficiente de bienes y servicios para la satisfacción de las preferencias individuales, por consiguiente, para el ejercicio de la libertad individual. A mayor mercado, más opciones de elección, por ende se amplía la esfera de libertad. El precio pasa a ser la unidad de cambio y el parámetro de entendimiento de las interrelaciones sociales, así como también el umbral de inclusión o exclusión en el ejercicio de la libertad. De ahí que, la renta básica universal se convierte en la herramienta que reduce la altura de tal umbral buscando la inclusión de más personas en condiciones de libertad, en otros términos, con posibilidades de elección.
Es en lo anterior donde se expone la mayor atracción de su propuesta, pero a la vez su gran peligro, ya que le adjudica al mercado y a su lógica de distribución una excesiva actitud bondadosa. Por el momento se hará exposición de manera no exhaustiva de algunas ventajas y objeciones al mecanismo de redistribución de la renta básica universal, para luego exponer sus grandes peligros.
Ventajas
Se acomoda de mejor manera al contexto actual
Las sociedades de hoy se caracterizan por la presencia de una alta desigualdad material (también social y política) y por la apropiación de los recursos materiales en pocas manos, lo cual imposibilita el ejercicio de la libertad de las capas sociales negativamente privilegiadas y obstaculiza la movilidad social; también se caracterizan por la existencia de desempleo estructural causado en parte por la automatización, robotización y algoritmización de los sistemas productivos, los cuales prescinden del uso del hombre como factor de producción; así mismo existen límites ecológicos al crecimiento económico, respuesta tradicional de los economistas -el crecimiento económico- para darle solución a las condiciones de desempleo.
Una renta básica universal funcionaría como herramienta de subsistencia, libertad y consumo para aquellas personas que han sido marginadas del mercado laboral y de la repartición de los recursos, máxime cuando no existe ni existirá solución alguna por cuenta de las condiciones actuales que rodean las dinámicas sociales de producción y apropiación.
Reduce todo tipo de desigualdades
Las desigualdades pueden ser sociales, raciales, de género, etarias, geográficas, de mercado, etc. La renta básica universal aminora tales desigualdades, ya que es transferida sin discriminación o condición alguna. Por ejemplo, en la competencia por el precio en el mercado laboral existen labores menos valoradas que otras. Las transferencias monetarias reducirían tal disparidad de ingresos aumentando la capacidad adquisitiva de los trabajadores peores pagados. De igual forma ocurre en las labores del cuidado (adjudicadas generalmente a la mujer), en las que ciertas funciones que se realizan en el hogar no obtienen remuneración económica. La renta básica universal actuaría en tal caso como un mecanismo de reconocimiento y retribución que la sociedad hace a tales labores. También funcionaría como un dispositivo de inyección de capital en las zonas geográficas más pobres (por ejemplo en el campo), generando condiciones atractivas para el mercado, reduciendo la desigualdad entre lo rural y lo urbano y evitando la migración interna.
Disminución de la burocracia
Los programas de focalización (que son los que se implementan actualmente en Colombia), los cuales requieren el cumplimiento de ciertas condiciones para la obtención de los beneficios que ofrecen, necesitan de grandes aparatos burocráticos que gastan recursos en la sola obtención de información de los posibles beneficiarios. Tales programas traen consigo muchas desventajas, entre otras, la estigmatización, la humillación, el involucramiento de los funcionarios en la vida privada de las familias beneficiarias, el uso de los recursos para la obtención de clientelas (especialmente para objetivos electorales y retribución de favores políticos por medio de puestos oficiales), arbitrariedad en la definición de criterios (quiénes reciben y quiénes no), segregación social, condiciones de explotación de los beneficiarios (como caso típico la obligación de aceptar ciertos empleos indignos o no deseados a cambio de mantener los beneficios), exclusión, entre muchas otras externalidades negativas.
La renta básica universal utiliza parámetros sencillos que no imponen altos costos informativos (ser ciudadano a partir de X edad) y, al ser universal, no genera estigmas o señalamientos sobre quiénes son o no sus beneficiarios.
Mayor certidumbre
Este factor es especialmente importante en momentos de crisis, puesto que un ingreso constante y seguro otorga posibilidades de calculabilidad para la toma de decisiones de las acciones, además de ofrecer garantías de acceso a lo estrictamente necesario para la supervivencia. Como muestra, en un escenario de pérdida total de ingresos, de nada sirve tener asegurado el acceso a salud y educación, cuando ni siquiera se tienen los recursos para el alimento o la vivienda. La renta básica universal se acomoda con mayor flexibilidad a cualquier situación, ya sea de abundancia o de escasez, así como a cualquier concepción del buen vivir, tal como se expuso anteriormente.
Respuestas a algunas objeciones
¿Por qué darle a los ricos?
Bajo un régimen tributario progresivo esta objeción no tiene cabida, pues en últimas las personas con mayores ingresos son las que más aportan a la financiación del Estado de bienestar. Por tal motivo, a pesar de que también reciben los recursos de transferencia, ello no representa gran cosa si se compara con lo ya aportado vía contribuciones o impuestos. Sólo en un régimen tributario regresivo tal crítica tendría sentido, teniendo presente que su falla se origina, no por la propuesta de la renta básica universal, sino por el sistema tributario que la acompaña.
Desincentiva la disposición al trabajo
El trasfondo de este argumento es la concepción del ocio como elemento pecaminoso, entiéndase éste como una actitud indeseable dentro de la racionalidad colectiva. Incluso bajo ésta lógica subyace también aquella propuesta orientada al pago por horas de los trabajadores -propuesta muy sonada hoy en día- en la que se pretende el no pago de los tiempos de descanso. Esta lógica parte de un principio falso e hipócrita, a saber: los ricos son quienes más trabajan, o, lo que es lo mismo, a mayor trabajo, mayor riqueza. El resultado de tal lógica es la idea del ocio como un privilegio de ricos, mientras que para los pobres se convierte en un vicio de su personalidad.
El ingreso básico universal, al contrario de lo que se cree, incentiva la disposición al trabajo, pero sumando componentes de empoderamiento del trabajador en la negociación de su precio, siempre que, al tener el individuo un ingreso básico con el cual puede contar para su subsistencia, le otorgue a éste mayor poder de negociación a la hora de elegir el empleo y la remuneración acorde a sus expectativas. Dicho de otra manera: la renta básica concede libertad de negarse a los empleos indeseados. Asumir esto como algo negativo sería lo mismo que decir que la explotación laboral es una situación deseable, en el sentido de que el individuo ni puede elegir, ni puede negociar.
Otro cambio, como se explicó anteriormente, es el aumento de la certidumbre. Esto permite la mayor asunción de riesgos en las dinámicas del mercado, si, al tener un ingreso constante y seguro, le brinda al trabajador condiciones de calculabilidad de sus acciones futuras en aspectos claves como el ánimo emprendedor, la inversión en su propia educación, compra de vivienda, o en la espera del empleo deseado. Tal certidumbre de ingresos también puede llevar al individuo a la decisión de tener más tiempo libre para destinarlo a otras actividades con repercusiones positivas para la sociedad, verbigracia, el aumento en la participación de las labores familiares (en el cuidado de sus hijos, por ejemplo) o de su comunidad (lo cual aumenta la participación política de los ciudadanos).
No hay mérito en recibir sin dar nada a cambio
Más allá de la lógica mercantilista de retribución e intercambio (y no de solidaridad) que hay detrás de este argumento, la institución de la renta básica universal acepta la idea de la herencia social como escenario previo en la creación de riqueza, es decir, en la existencia de la interdependencia socio-histórica que ha llevado a la actual repartición de apropiación de recursos y privilegios. Ningún individuo se debe a sí mismo. Todos somos producto de variables que no controlamos, las cuales han generado situaciones de riqueza o pobreza, de vulnerabilidad o de privilegios.Tales estados -sea cual sea- son en últimas posibles gracias a que se es parte de la sociedad. En consecuencia, la retribución de los beneficios obtenidos que garantiza la no violación de los privilegios adquiridos son justificación suficiente para ocuparse del bienestar colectivo.
Pretender que los méritos son netamente individuales niega la historicidad de las interdependencias sociales que han llevado a la construcción de su propia individualidad. El mérito nunca ha sido individual. Existen incontables variables externas y azares no controlables que han llevado a la repartición material actual. Esta postura llama la atención porque, a pesar de que la renta básica universal tiene objetivos altamente individualistas, maneja una lectura colectiva del individuo y de sus méritos.
No hay suficientes recursos
Lo primero que habría que aclarar es que la implementación de una renta básica universal no es un programa adicional a los actuales sistemas de transferencia y subsidios, sino que es su sustitución plena. En Colombia existen muchos programas de focalización de bienestar social tales como familias en acción, jóvenes en acción, protección al adulto mayor, además de transferencias cruzadas a los servicios públicos, régimen subsidiado de salud, subsidios a las pensiones, entre muchos otros que habría que cuantificar (incluyendo la burocracia actual que se tiene para su administración). Todos estos programas serían reemplazados por una renta básica universal.
Sería pertinente un estudio con datos que cuantifiquen el costo actual de tales programas de transferencia, subsidios, reembolsos, descuentos, etc. para lograr obtener datos aproximados de cuánto representaría dicho valor en ingreso per cápita para todo ciudadano mayor de X edad que viva en el territorio nacional.
Los peligros
Como se expuso anteriormente, la condición esencial para la implementación de una renta básica universal es el fortalecimiento del mercado como proveedor de bienes y servicios en términos de apertura, competencia y transparencia. Los individuos pasan a ser ciudadanos consumidores de libertad a través de su elección autónoma y satisfacción de las preferencias individuales. El Estado ya no se ocuparía de decidir qué bienes se transfieren, dónde o en qué cantidad. Todo queda en manos del mercado. Es precisamente aquí donde radica su mayor peligro, ya que sus fallas -las del mercado-, tales como las asimetrías de poder, información y recursos, así como también los monopolios y los carteles, seguirán existiendo y generando condiciones de exclusión.
Por un lado, pueden darse problemas de desabastecimiento en zonas apartadas, debido a la natural tendencia del mercado de buscar al mejor postor. Casos como estos son vistos hoy en día en la provisión de internet, por ejemplo, donde, a pesar de todos los esfuerzos que ha realizado el gobierno nacional, el mercado no ha llegado a vastas zonas del país. Esto mismo puede darse con otros bienes y servicios esenciales, vale decir, en la provisión de profesores, médicos, abogados, ingenieros, transporte, entre muchas otras cosas que provee el mercado. ¿Cuáles bienes y servicios no serán ofertados por el mercado en regiones apartadas sin la intervención del Estado?, ¿todo debe dejarse en manos del mercado o hay ciertos bienes y servicios que no son negociables, por ejemplo, la educación y la salud? Son dudas que deben resolverse.
Por otro lado está la lucha por el precio. Esta es una constante propia de las dinámicas de competencia en el mercado, ya sea entre el trabajo versus el capital, escasez o abundancia, entre sectores laborales o profesionales basado en imaginarios de productividad, o por medio de la inflación y la especulación. Esta dinámica de la lucha por el precio repercutirá a largo plazo en la capacidad de afectación y cambio social que traiga consigo la renta básica universal. Un mayor poder adquisitivo puede llevar a dinámicas de apropiación del valor que en últimas terminaría excluyendo a las capas sociales de menores ingresos (tal cual como ocurre hoy en día). No obstante, una de las funciones propias de la organización política es la regulación del mercado, especialmente de los monopolios. Sin embargo, si algo ha sido evidente en las últimas décadas es precisamente la incapacidad del Estado para controlar el mercado, por ejemplo, en temas como cambio climático, especulación financiera y globalización. Las fallas y externalidades negativas que actualmente presenta el mercado seguirán existiendo, se implemente o no una renta básica universal.
Conclusión
El Estado de bienestar que se propone es un híbrido entre individualismo con perspectiva social y valores liberales que se acomoda a las amplias particularidades individuales y sociales, pero que confía en demasía en la racionalidad individual y en las bondades del mercado. Si sus supuestos teóricos han resurgido en medio de la pandemia se debe precisamente a esa elasticidad que la caracteriza para hacerle frente a los momentos de crisis. Éste es un punto a favor si se compara con los programas de focalización que han caracterizado a los países latinoamericanos en la construcción del Estado de bienestar. Sería un triunfo si la actual crisis nos llevara por lo menos a reevaluar los aciertos y desaciertos de los actuales programas y a compararlos con otros modelos. Cada uno ofrece ventajas y desventajas que se acomodan en mayor o menor medida al contexto social que nos caracteriza en términos de desigualdad, exclusión y bienestar. Pero para ello se requiere sinceridad intelectual.
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