Hagamos leña de EPA Colombia

Sabemos que Daneidy Barrera Rojas, conocida con el epíteto de Epa Colombia, le cayó a martillazos a un lector de tarjetas en la estación Molinos del Transmilenio. Sabemos, también, que grafitó arbitrariamente las paredes de la ciudad. También vimos que, con el mismo martillo —el mismo que le entregaron sus, dizque, amigos para que pudiera grabar el video de marras—, destruyó los vidrios de una de las puertas de la misma estación. Todo en el marco y la vorágine de las protestas del pasado 22 de noviembre que conminaban a un paro nacional.

Para el colmo de su estulticia, esta joven lo grabó todo. Ella misma se dio el autogol y quedó como esa chistosa metáfora de los perritos mordiéndose la cola. Y así, pues, se pautó este aciago momento en su hoja de vida: perturbación de transporte público, daño en bien ajeno e instigación a delinquir con fines terroristas.

Luego, también, no enteramos de las consecuencias que le acarrearon estas acciones vandálicas acometidas por esta jovencita al ser condenada a un régimen de presentación cada 30 días ante al juez, durante tres años y medio, en el contexto de casa por cárcel. La joven también le tocará meterse la mano en el bolsillo para consignar al erario nacional 25 salarios mínimos, es decir, un aproximado de 24.516.425 millones de pesos, para complementar su condena. También le suspendieron el uso de sus redes sociales, medio con el que traía el plato de comida a la mesa.

Después de esto, los ciudadanos, no sin razón, alzaron sus voces para reclamarle y sí, digámoslo, para matar y comer del muerto, puesto que los daños de esta inconsciente influencer ascendieron a un estimado de $ 1.200 millones, que huelga decir, es un dinerito que saldrá de aportes de los contribuyentes colombianos.

De acuerdo con los consejos de los —dizque— amigos, los mismos que le entregaron el martillo, Daneidy en esta vez decidió no escucharlos y en vez de huir asustada de su país, por Cúcuta con destino final a Venezuela, (ruta ideada otra vez por sus, dizque, amigos) ella, más bien, se fue a tocar voluntariamente las puertas de la fiscalía para dar cuenta de sus vandálicas acciones.

Desde entonces Daneidy no se cansa de pedir disculpas. Y en cuanta entrevista o declaración que se le presenta, no deja de manifestar el arrepentimiento que siente, sin desatender el cumplimiento los delitos por los que fue juzgada.

Sin embargo, lo que se creía como una historia más o menos cerrada, se ha tornado como una serie tipo Netflix de varios capítulos y giros de acción, en la que podemos ver a Daneidy Barrera como un campo quemado. Sola. Sin trabajo. Sin dinero, sin reputación y sin amigos (¿será que alguna vez los tuvo?), aunque con unos cuantos miles de seguidores que suman en sus redes (seguidores que no podrá redituar, de momento, porque ella ahora no parece ser ejemplo o influencia de nada).

Y a estas instancias de la tragedia, Epa Colombia, le suma el rechazo de sus volcánicos y justicieros conciudadanos, que desde el mismo momento que la ven, le cantan rosarios de insultos y groserías que apuntan a socavar su dignidad como persona. Es víctima de arengas y revanchas por donde quiera que camina o cuando quiere ir a comprar una libra de arroz a la esquina. Incluso, hay momentos, que declara la joven bajo su cortina de llanto, que cuando la ven en la calle las personas ladean su tapabocas solamente para increparla. Se acercan solo para volverla a juzgar. Y que, en el caso particular de los machistas aprovechan la ocasión para sacar a pasear su misoginia, su cinismo y rotunda patanería para descargar su saña, tratándola de zorra y puta.

De manera que la gente, parece no perdonarla, y, por el contrario, quieren pasar factura cebándose en los delitos para hacer leña del árbol caído, sin abrir espacios para que el desprecio mengue, aunque sea un poco.

Estos días, otro ciudadano, se asomó en sus redes sociales reclamando lo siguiente: “Salió «Epa Colombia» en entrevista radial diciendo que «había cometido un error»… Un momento —se pregunta el mismo— lo que cometió está tipificado como DELITO, vandalismo y daño en propiedad pública y privada. Esto de «lo políticamente correcto» está pervirtiendo la moralidad y la justicia”.

Uno pudiera pensar, que, ante las flechas que lanzó este ciudadano, no se entiende la relación entre lo que significa ser “políticamente correcto”, que en otras palabras es tener un poco de sensibilidad ante las dimensiones humanas, la “moralidad” y la “justicia”.

En este sentido, la justicia actuó. La condenada está cumpliendo y nosotros los ciudadanos, los asistentes ¿qué? ¿Cuál es nuestro rol? La justicia no corrompe porque dentro de la cosa juzgada se tenga piedad.

Acaso será que solo nos queda cebarnos en los errores de esta joven. Todo lo cual resulta muy lesivo a su dignidad e integridad.

Daneydi está pagando su condena, en todos los órdenes, y tiene derecho de cumplirla de manera serena. Pero nosotros tenemos el deber de dejarla tranquila. De no entrometernos en su vida y mucho menos en sus fueros.  Epa Colombia tiene derecho a pagar su delito con tranquilidad. Y ella, como todo ciudadano colombiano tener

Visto en el encono y odio con el que se le siguen lanzamos piedras a esta joven, uno podría preguntarse, ¿dónde queda nuestra mirada compasiva? O cómo vamos a hacer cuando, queramos ejercer nuestro legítimo derecho a pasar las páginas de nuestro libro o hacer reformas en nuestras vidas.

Giancarlos Areiza

Escritor y humanista egresado de Universidad Central de Venezuela. Especialista en audiovisuales, de la Escuela de Cine y Televisión.

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