¿La reinvención de los cines en tiempos del COVID-19?

“Cine como sueño, cine como música. Ninguna forma de arte va más allá de la consciencia ordinaria como el cine” Ingmar Bergman

Frecuentar la sala de cine y disfrutar de las tramas es una apuesta por la ilusión, por una experiencia y con ello no sobreestimo este espacio, por el contrario le doy justo el lugar que merece, pues creo que la manía de desestimar todo para anular su carácter imprescindible es de esas tendencias erradas. Reconocer la particularidad de un espacio, de una plataforma o experiencia no nos limita, nos da oportunidades de crear, pero no de suplantar. El cine será siempre el cine aunque en él y en las plataformas de transmisión en directo hallemos lo mismo: contenido audiovisual.

Ahora en plena crisis por el covid-19 solo una de las opciones nos es permitida y a través de ella no podemos trasladar la experiencia al hogar, esto no lo reduzco a la compra de crispetas gigantes, acompañadas de gaseosas multicolores o granizados cargados de azúcar, sino al ritual que hemos construidos a lo largo de años para vivir el cine. Pues créanme, hay pioneros en la industria del cine en Colombia que intentan vender sus productos alimentarios como si esa fuera la esencia del cine y esa iniciativa que, aunque útil en esta contingencia que ha afectado financieramente al sector, desacredita por completo su idea de cine. ¿A qué concepción de cine responde esta manera de desarrollar la industria cinematográfica?

También se han gestionado plataformas que intentan emular el encuentro del espectador con la cinta, pero ¿acaso no se siente como entrar a Netflix bajo un nombre diferente? y retomo lo antes dicho: estos espacios virtuales no son el cine, para ellos también hemos creado rituales que, por cierto, los memes nos ayudan a entender mejor.

Ir a una sala implica más que desenrollar la cobija y acomodarse plácidamente en el sofá o en la cama; hay un proceso de selección del largometraje que engalanará el día o la noche, también hay detalles de fina coquetería al elegir el vestuario sea por la compañía o bien por el frío de la sala, la elección del lugar perfecto para disfrutar tanto del sonido como de la imagen en su máxima expresión es una tarea ardua y finalmente, por ello no menos importante, conectarse con esos veinticuatro fotogramas por segundo durante cualquier cantidad de tiempo y emprender un viaje por la imaginación, dejarnos engañar por el poder de las imágenes y controlar un par de necesidades fisiológicas para no perderse nada de la narrativa. Aquí no existe la pausa, la intensidad se vive al ritmo de las secuencias y trasciende nuestra conciencia para sumirnos en un estado emotivo que conecta con la historia, con los personajes, con las ideas, e, insospechadamente, no relega la función del pensamiento por la fuerte experiencia vivida de la mano de las emociones. En lo recovecos de los corredores que dan salida de la sala se construyen hipertextos que recrean, critican y plantean historias alternas a la que se ha tenido la oportunidad de asistir. Esa es la experiencia del cine y esa no se vive en casa.

El cine necesita volver a la idea de su unicidad, pues si no se lo cree tampoco su público lo hará. Aún necesitamos la experiencia del cine, no solo ver películas.

Daniela Giraldo Arias

Soy estudiante de Comunicación Social - Periodismo y Filosofía, tengo experiencia en investigación y formulación de proyectos, me interesa la comunicación para el cambio social, la gestión cultural, el periodismo investigativo y la generación de contenidos. También me encanta la literatura, las artes plásticas, el cine y la labor social o comunitaria.

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