La nación Antioqueña

El siglo XIX, mediados, podríamos decir que es el siglo del Romanticismo. “Su centro de gravedad era la búsqueda sin concesiones de la auténtica libertad, lo cual dotó al movimiento de un carácter revolucionario incuestionable.  De ahí que encontrara el terreno abonado en los sentimientos nacionalistas…Nos hallamos en un eterno fluir y en una lucha interminable, la idea de que nuestra vida espiritual es un proceso y tiene un carácter vital transitorio es un descubrimiento del Romanticismo (Arnold Hauser)…” (El Siglo XIX. Historia. National Geographic; Tomo 29. Romanticismo y nacionalismo. Pag. 79.)

Y respecto al concepto de Nación “se puede describir una nación como una comunidad de individuos con la conciencia de pertenecer a algo común, basada en la creencia de compartir una misma patria, una idéntica trayectoria histórica y unas iguales tradiciones culturales” (El Siglo XIX. Historia. National Geographic; Tomo 29. Romanticismo y nacionalismo. Pag. 59.)

Esos dos conceptos: nacionalismo y romanticismo fueron uno sólo. Ellos hicieron a Italia con Mazzini y Garibaldi; ellos hicieron la Alemania de Bismark; ellos hicieron la revolución francesa de 1848 que sepultó a Luis Felipe de Orleans y que dio al traste con las coronas del antiguo régimen. Ellos hicieron nacer a Beethoven, Verdi, Wagner, Goethe

Antioquia sin duda se puede describir como una nación. La provincia de Antioquia fue conquistada por Jorge Robledo, quien venía de vencer al imperio de los Incas con Sebastián de Belálcazar y Francisco Pizarro. Extremeños. Recuerdo un importante artículo en una revista de Sonsón escrito por Don Néstor Botero que llamó la Sangre Incaica en Antioquia.

Muy distinta Antioquia a toda la ribera derecha del río grande de la Magdalena conquistada por los españoles al mando de Gonzalo Jiménez de Quesada, quien vino del norte, desde Santa Marta y Cartagena.

Antioquia vino del sur, desde la Provincia de Popayán, y volvió al sur, con el fenómeno sociológico conocido como la Colonización Antioqueña, fundando Manizales, Pereira, Armenia, Caicedonia, Sevilla y todo ese norte del Valle y Tolima.

Antioquia se encerró en sí misma en su minería. Sólo hasta 1843, cuando ya se estaba dando la colonización antioqueña, un Presidente en funciones (Pedro Alcántara Herrán), la visitó.

Antioquia es aventurera y colonizadora por antonomasia. No sólo el sur, el suroriente y el suroeste, fueron el fruto de ese ímpetu colonizador. Urabá se convierte en el norte de la visión de Antioquia con su carretera el mar por parte de Don Gonzalo Mejía y hoy realidad con las autopistas Mar 1 y Mar 2.

Esa cultura maicera con los centros de impulso de las colonizaciones: Medellín, Envigado, Rionegro, Marinilla, La Ceja, que dieron lugar a Sonsón y Abejorral, hace que la arepa se convierta en parte esencial del ser del antioqueño.

Los negocios, la aventura, el trabajo, el emprendimiento la fé católica, apostólica y romana, hacen de Antioquia una sustancia. Sólo cuando se vió en peligro de disolución, porque se atentaba contra sí misma, se decide a tomar las armas en 1851 designado como Presidente José Hilario López. Desde ese momento Antioquia defiende su autonomía dirigida por la pluma y la orientación de personajes como Don Mariano Ospina Rodríguez, quien fincó en estas tierras desde la conspiración septembrina en 1828 cuando la dictadura bolivariana amenazó la libertad.

Esa Antioquia de ayer, de hoy y de mañana, romántica por naturaleza, defensora a ultranza de la libertad hasta incrustarla como pieza esencial de su himno, es una nación que pretende permanecer unida a lo que fue la Nueva Granada, hoy Colombia, pero que exige el cumplimiento fiel del mandato constitucional: el respeto íntegro al concepto de la autonomía constitucional escrito en molde en el artículo 1 de la Constitución Nacional:

Colombia es un Estado social de derecho, organizado en forma de República unitaria, descentralizada, con autonomía de sus entidades territoriales, democrática, participativa y pluralista, fundada en el respeto de la dignidad humana, en el trabajo y la solidaridad de las personas que la integran y en la prevalencia del interés general.”

Julio González Villa

Doctor en Derecho U. Externado de Colombia; Abogado UPB; Magíster Administración de EAFIT; Especialista Derecho Ambiental U. Externado y Derecho Administrativo y Comercial.

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