Los negocios no tienen corazón, como señalé hace ocho días refiriéndome a las empresas que no permitieron transmitir dos partidos por televisión abierta, partidos cuyos contagios y muertes hoy lloran Cali y Bogotá, con la complicidad negligente de sus mandatarios.
Hoy me refiero a la “mala leche” de la industria láctea frente a sus proveedores, los ganaderos, la gran mayoría campesinos minifundistas que hacen parte de la pobreza rural. Esta es, si se quiere, una “cantaleta” gremial, pero no deja de ser por ello una obligación, que se convierte en denuncia durante la pandemia, cuando el Gobierno invita a “comprar colombiano”, por solidaridad con nuestros productores y frente a la necesidad apremiante de reactivación. Para que mis lectores entiendan esta denuncia los pongo en contexto:
Todos los 670 mil ganaderos producimos leche, pero más de 320 mil se dedican exclusivamente a este propósito. En 2020 produjimos más de 7.400 millones de litros, pero la industria acopió 3.330 millones. Es decir, ¡4.000 millones! no tuvieron “la fortuna” de ser comprados por ella y se “malvendieron” en la informalidad.
Los “afortunados”, sin embargo, no lo son tanto, porque 7 empresas compran el 50% y solo 20 el 70% del acopio formal, imponiendo precio y condiciones. Los demás compradores, algo más de 800, se benefician de la tendencia dominante del mercado.
Una primera conclusión: Con 4.000 millones de litros a su disposición, la industria no necesitaría importar.
De otra parte, los TLC con Estados Unidos y la Unión Europea establecieron cupos al comercio de lácteos con “cero arancel”, que crecen anualmente hasta el libre comercio. Por encima de ellos existe un “arancel extracupo”, que también disminuye progresivamente y que, para 2021, es de 11% para EE.UU. y 42,9% para la UE. En teoría son condiciones de doble vía, pero en realidad es poca o ninguna nuestra capacidad de venderles, sobre todo leche en polvo, a dos grandes productores mundiales.
En 2020, la industria agotó sus cupos y aprovechó el bajo arancel extracupo negociado con USA, importando 74 mil toneladas, equivalentes al 27% del acopio y a 889 millones de litros, que no fueron comprados a campesinos durante la pandemia.
La industria, que se declaró “enlechada” y terminó 2020 con inventarios de 17 mil toneladas de leche en polvo, sorda a las necesidades de los ganaderos y a las exhortaciones a “comprar colombiano”, en la primera hora de 2021 había importado, desde EE.UU., 5.226 toneladas de leche en polvo, 40% del nuevo cupo. A 5 de enero iba en 74% y, muy pronto, habrá agotado el cupo de 12.969 toneladas y usará el extracupo.
Se estima que, en 2021, importará el equivalente a 960 millones de litros, que le permitirán mantener a la baja el precio a nuestros productores, impedir su recuperación y, por el contrario, llevarlos a la ruina.
Algún día este país prohibirá distribuir leche cruda, iniciando por ciudades con más de 500.000 habitantes, lo cual inducirá la expansión de la industria y el incremento del acopio.
Algún día se fomentará el aumento de la capacidad de pulverización y almacenamiento para suplir la época de escasez y sustituir importaciones.
Algún día las compras públicas para instituciones educativas, programas sociales y FF.AA. incluirán en sus menús la leche y sus derivados.
Algún día se escuchará nuestra propuesta de un fondo tripartito (Estado-industria- ganaderos), para llevar productos de bajo costo a 31 millones de colombianos que no tienen acceso a leche higienizada en pleno siglo XXI.
¿Será que algún día la industria láctea dejará de ser “mala leche” con sus aliados naturales, los ganaderos?
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