El gobierno se necesita para protegernos de los criminales y la constitución para protegernos del gobierno, decía Ayn Rand. No nos dejó dicho dónde buscar protección cuando los criminales son el gobierno y escriben la constitución. Esa es la situación de Venezuela desde que, en un acto de estupidez colectiva, decidieron sus ciudadanos confiar su destino a un grupo de delincuentes disfrazados de redentores.
Aunque no hay que dejar de hacerlo, no se debe ser demasiado cruel con los venezolanos al recordarles la responsabilidad que les cabe en el miserable destino que les está tocando vivir. A fin de cuentas, los cultísimos alemanes cargaron en hombros a Hitler y los alegres italianos hicieron antes lo propio con Mussolini. La democracia es un sistema riesgoso, como advirtiera hace ya casi un siglo el gran Ortega y Gasset.
Es admirable la voluntad de lucha que aún exhibe el pueblo venezolano al votar masivamente – seis millones y medio de ciudadanos lo hicieron – la consulta popular convocada por la oposición del pasado 12 de diciembre. Una participación superior la de la farsa electoral del 6 de diciembre en la que el chavismo eligió su asamblea nacional de bolsillo.
Veinte años después de la llegada al poder de la banda criminal de Castro, los cubanos habían perdido toda voluntad de lucha y la ominosa dictadura era reconocida por la llamada “comunidad internacional”. Más de veinte años después de la entronización de Chávez y sus bandidos, los venezolanos continúan luchando y el régimen criminal de su heredero Maduro cosecha el repudio de los gobiernos decentes del mundo entero. Por eso el pueblo venezolano es merecedor de gran admiración y de todo el apoyo que podemos brindarle.
Es también admirable el Presidente Duque por su repudio abierto a la dictadura de Maduro y su apoyo sin ambages a la oposición venezolana, asumiendo, con valentía y sin escatimar riesgos, el liderazgo de los países de América Latina que rechazan la dictadura lumpen de Venezuela. Solo por eso Iván Duque tiene ya un honroso lugar en la galería de los defensores de la libertad.
Es repudiable la indiferencia con la que los medios de comunicación colombianos, excepción hecha del Noticiero NTN, trataron la heroica jornada de votación de los venezolanos el pasado 12 de diciembre. Ni un corresponsal en el lugar, ni una nota, ni un comentario, nada de nada; los medios colombianos guardaron vergonzoso silencio, porque en este caso, más que en cualquier otro, silencio es complicidad.
A lo mejor el silencio de los medios es reflejo de su cada vez menos disimulada simpatía por los criminales de la política colombiana que tiene presencia en el congreso y cosechan gran intención de voto. Tampoco han dicho nada los fajardos, las claudias, los antanas, ni ninguno de los representantes de la “franja tibia”, cuya tibieza reconforta a los más calientes criminales de la política.
La experiencia de Venezuela muestra, a la vez, la facilidad con la que un pueblo pletórico de demagogia puede lanzarse engañado en los brazos de una dictadura criminal y la enorme dificultad de librarse de ese abrazo letal. Por eso es tan preocupante que los criminales de la política colombiana y los tibios que los acolitan estén recogiendo elevada intención de voto con su discurso demagógico. Hay que salir a disputarles el corazón y la mente de los colombianos, pues es mucho lo que está en juego. ¡Ojo con el 2022!
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