“El delito no es bombardear un campamento con menores de edad, sino el reclutar a los menores, los culpables no son las Fuerzas Armadas, sino las guerrillas violadoras de los derechos de los niños”
Cuando pensaba que la discusión de la extradición ya estaba cerrada en Colombia con la muerte de Pablo Escobar en 1993, hoy regresa con el gobierno de la “paz total”. Es un retroceso enorme que las demandas de un narcotraficante que nunca se cumplieron, hoy son una oscura realidad con un gobierno en cabeza del M-19.
Los anuncios de la semana pasada hechos por el gobierno nacional, han sido los más preocupantes y peligrosos desde los oscuros y sanguinarios años 80. Desde la eliminación de la aspersión con glifosato, inclusive manual y forzosa, hasta la eliminación de los bombardeos a los campamentos de las guerrillas escudados en el pretexto que “si se comprueba que hay niños; no se bombardea el campamento, inclusive, si el objetivo es de alto valor”. Palabras del ministro de Defensa, Iván Velásquez.
Ya no solo es un gobierno claudicante, sino cobarde. Inclusive cómplice del narcotráfico y los reclutadores de menores, que en este caso son los grupos ilegales. El delito no es bombardear un campamento con menores de edad, sino el reclutar a los menores, los culpables no son las Fuerzas Armadas, sino las guerrillas violadoras de los derechos humanos de los niños, a los cuales, con el discurso claudicante y cómplice de Petro, parece que son los buenos y las Fuerzas Armadas, los malos de nuestra historia, y esto lo podemos ver hasta en lo que la prensa ha denominado “barrida” en las Fuerzas legítimas del Estado, Petro ni siquiera respeta la presunción de inocencia de los oficiales y suboficiales; sino que tampoco respeta el debido proceso. Mientras, eso sí, de manera cínica, hipócrita y de doble estándar; Petro nombra corruptos destituidos, investigados e imputados en las embajadas y ministerios, entre ellos Camilo Romero, Armando Benedetti y León Fredy Muñoz.
Estas decisiones no solo nos han traído a un debate interno muy fuerte de la lucha contra las drogas, sino también externo. No ven bien desde los Estados Unidos este tipo de declaraciones, en especial el Departamento de Justicia y el Partido Republicano, el cual según como lo muestran distintos medios de los Estados Unidos, vuelven en noviembre de este año, a retomar el control del Senado y Cámara de Representantes.
Solo basta con escuchar al senador Marco Rubio de Florida o Ted Cruz de Texas, para saber cuáles serían las consecuencias para Petro, si los que manejan el presupuesto nacional de los Estados Unidos, dejan de apoyar a Colombia o peor aún, descertificarla. Como en los años nefastos 1994-1998 de Ernesto Samper, 8000 razones para preocuparse por el futuro del país con esas políticas anti americanas, las cuales nos guste o no, son las que nos han ayudado a salir adelante como nación desde el Plan Colombia. Santos entero estas políticas con su narco acuerdo, semi fallido con las FARC, y ahora Petro va a enterrar 200 años de buenas relaciones con la Unión Americana con su falsa política de la “paz total” o “capital mundial de la vida”.
Tal parece que en Colombia, desde el indulto al M-19 y la constituyente de 1991, los acuerdos de paz con las guerrillas son sinónimos irrefutables de impunidad y una complacencia, casi arrodillada, del estado a las organizaciones criminales. Esta sería la tercera vez que el estado se arrodilla para conseguir una falsa paz, porque el territorio dejado por una organización criminal, es ocupado por otro. La primera fue con Pablo Escobar y la Catedral, la segunda el acuerdo Santos con las FARC y ahora Petro que con lo que busca, es lo que siempre soñó Escobar: No extradición, no persecución y legalización de la cocaína y una persecución a las Fuerzas Militares y Policía. Dejar a un lado la experiencia de muchos coroneles y generales y poner en altos rangos a militares y Policías que no llevan ni un año en la institución haciendo pedazos un orden y establecimiento militar que ni siquiera Samper buscó acabar.
En estas horas tan oscuras para Colombia, este “cambio” que vino para acabar y desorganizar todo el estado, acabar con el modelo de estado para la guerra contra las drogas y crear una mentira sobre ella afirmando que esta guerra se perdió. Lo cual, con el Plan Colombia y el gobierno de Álvaro Uribe Vélez, se demostró que se podía terminar con ellas, recibiendo más de 196.000 hectáreas de cocaína y dejando en 2010 menos de 42.000. Una disminución sin precedentes. Y hoy, parece que todo el esfuerzo y vidas de miles de colombianos fueron en vano, por una “paz total” que, al parecer en nuestro territorio no es más que una utopía.
Mientras exista la cocaína, existirá guerra, sangre y muertes en Colombia.
Como bien Churchill diría: Quien se arrodilla para conseguir la paz, se queda con la paz y no la humillación.
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