¿Cómo sobrevivir a la sociedad de la deconstrucción sin sucumbir en el intento?

En la cultura de la deconstrucción y la inmediatez todo es efímero, nada es sólido, no hay ni siquiera que leer a Bauman para apreciar eso, salga a la calle…


Deambular con los oídos encendidos y la vista desembarazada es una actividad propia de todo aquel que quiera evidenciar de manera fiel aquello que se dice, se piensa y se hace dentro de una determinada sociedad, basta con salir a caminar a cualquier sitio público para enterarse de cómo es que la realidad en ocasiones es fascinante y explica de manera fidedigna que los humanos somos seres de la repetición, sujetos que sin el ejemplo poco pueden hacer. De allí que en una época marcada por la deconstrucción sea tan interesante salir y contemplar la reciente lucha del hombre por ir en contra de aquello que le determina, lo humaniza y lo hace un ser de costumbres.

Nuestro tiempo es bautizado por varios autores como modernidad tardía entendiendo a partir de este noción que aún no hemos superado la modernidad ni los procesos que determinan dicha época, se siguen utilizando mecanismos económicos, políticos y sociales modernos que solo han variado en la estética pero que de fondo reproducen patrones ya empleados con anterioridad. En la actualidad se reemplazó el concepto de ética por el de estética y esto se evidencia cuando por ejemplo vemos que las luchas sociales que en otrora eran trágicas, hoy son una farsa y un nuevo mercado donde los agentes sociales satisfacen sus deseos revolucionarios, las protestas se convirtieron en el purgatorio donde todos aquellos con ansias pseudo revolucionarias van a luchar por una aclamada “justicia social”, sin embargo parece ser que las selfies son la mejor manera de demostrar el descontento y el júbilo por mejorar situaciones que en ocasiones ni siquiera son claras. Invito al lector a realizar el siguiente ejercicio, el cual simplemente le tomará un breve momento de su día, con mucho respeto y suspicacia aborde  a cualquiera de estas personas que se proclaman “deconstruidas”, siendo algo socrático realice unas cuantas preguntas acerca de cómo es que puede alguien vivir sin referentes culturales y sin patrones de conducta, luego de recibir respuestas impregnadas de vocablos como género, patriarcado, heteronormatividad y entre muchos otros, lo más seguro es que usted evidencie que estas personas en últimas han hecho lo que tanto critican y es crear unos patrones, normas y rituales que reproducen sin chistar demostrando que el humano es un ser de ejemplo, un ser que se adapta a la cultura que se le ofrece.

En la cultura de la deconstrucción y la inmediatez todo es efímero, nada es sólido, no hay ni siquiera que leer a Bauman para apreciar eso, salga a la calle y mire la sociedad sus valores, la falta de compromiso, el carpe diem que se refleja en las redes sociales que hoy son el paradigma de lo que tenemos que ser, millones de ojos mirando cómo unos cuantos influencers les dicen qué es lo mejor para sus vidas, para su salud, para su sexualidad. Resulta contradictorio que la sociedad más educada y crítica adopte ideas sin darse cuenta, pensando que se es original e incluso vanagloriándose de la potestad de la creación de dichos planteamientos, para el deconstruido lo importante es mostrar antes que ser, él quiere siempre hacer saber al mundo lo bueno que es y lo perfecto que sería el mundo si sus ideas fueran las imperantes en la sociedad, ya lo mencionaba el economista austriaco Hayek la idea de la justicia social es un caballo de Troya para la introducir el estatismo y autoritarismo a partir de las “ideas sociales” impuestas por los “genios” que saben qué es lo mejor para los demás.

Y ahora para responder a la pregunta que titula este escrito ¿Cómo sobrevivir a la sociedad de la deconstrucción sin sucumbir en el intento? Siguiendo la idea del imperativo categórico hemos de empezar por pensar por nosotros mismos y ser críticos a las ideas que nos presenta el conglomerado social, debemos realizar nuestras acciones morales sin la necesidad que estas sean aplaudidas por los demás, puesto que una acción moral que es buena en sí misma se universaliza al no afectar ni al yo ni al usted, es decir, cuando me autorregulo soy capaz tanto de cuidar de mí como de evitar constreñir la libertad ajena, la animalidad se pierde cuando el hombre en vez de seguir el camino del hedonismo logra suprimir sus impulsos y encaminarlos hacia la virtud que solo el buen uso de la razón puede lograr. No se deje arrastrar por la ideas imperantes que ofrecen cambio porque sí, piense que nada se logra a partir de las acciones no premeditadas la cultura occidental ha demostrado que es gracias a la repetición de patrones funcionales que hoy podemos disfrutar de muchas comodidades, esto no quiere decir que dicha cultura sea perfecta pero es precisamente su imperfección lo que lleva a permitir que cambie y de mejores frutos. Tal como el economista Mises lo mencionó en su obra más importante “ni sus ideas, ni sus módulos valorativos constituyen obra personal; adopta los de ajeno ideario”, quien piensa por sí mismo al menos puede filtrar aquellas ideas que quiere para su vida.

Carlos Andrés Rada Marriaga

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