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Photo by Dimitar DILKOFF / AFP

 «¡Qué iban a sospechar, en el aniversario treinta, el asedio y la acogida de efectivos extranjeros para defenderse! ¿Quién arriesgaría su tesoro jurando que la pareja presidencial utilizaría a Vogue —o Vogue los utilizaría a ellos— para volver a hacerse visible?»


La atención a la escultura de Francisco riendo al dejar caer un bebé revolotea los medios y las conversaciones de feligreses (a escondidas, por supuesto: si el sacerdote no lo menciona, ¡qué van a opinar ellas dentro del santuario!). Chao tradición, de Pablo Maire, está inspirada en la triple fotografía de Ai Weiwei donde rompe un jarrón de la dinastía Han. El chileno critica a la Iglesia y la pedofilia (acierta al señalar que las grandes —y las pequeñas— instituciones caen desde el interior: ahí podría encontrarse la fórmula del enemigo interno, cuando en verdad ellos son los enemigos de sí) y el chino tildó la «historiografía ideologizada» de los 90 y agregó, irónico: «Mao nos decía que para construir una nueva civilización había que destruir la vieja» (su padre, Ai Quing, fue exiliado por el aseo antiderechista del Partido).

Desde Ucrania, en vísperas del Día de la Independencia en plena invasión, se ubicaron tanques oxidados con grúas —como viejos inutilizables ayudados para moverse a una banca sin sol—, vestigios de la fallida y anticipada toma a Kiev, sujeta a burlas y golpes de risa por los analistas internacionales. Los niños se suben a los orgullosos cañones y posan desde la altura; una mujer ondea la bandera nacional y se baja sosteniéndose de los brazos de su amado; las edificaciones parecen azuzarlos a que les disparen, les quiebren sus vidrios y atemoricen sus aposentos.

Normalmente se obrarían desfiles militares. Viene al dedillo la réplica de Markheim: «Más bien deberíamos aferrarnos, aferrarnos a lo poco que podemos conseguir, como haría un hombre al borde del precipicio»; y en esa posición, no maldecir si no encontramos ayuda o raíces para sujetarnos.

¡Qué iban a sospechar, en el aniversario treinta, el asedio y la acogida de efectivos extranjeros para defenderse! ¿Quién arriesgaría su tesoro jurando que la pareja presidencial utilizaría a Vogue —o Vogue los utilizaría a ellos— para volver a hacerse visible? Ya se enfriaba el asunto: a la casilla de «Lo último sobre la guerra en Ucrania» la acompañan otras novedades: «Atlético Nacional», «Premier League», «Boba» y «Virgen»… Creerle la intención de ayuda y reconocimiento se disipa al referir a Marshall McLuhan: «El medio es el mensaje»: la publicación se encuentra influida por el medio donde se inscribe: un ejercicio: ¿quiénes colaboran en Semana?

La «revista de moda más influyente a nivel mundial» —Cora Gamarnik— «es quien produjo, realizó e hizo circular las fotografías» de la mítica Annie Leibovitz —tachada por no saber retratar a gente negra—. Los críticos no dan abasto: es melodramático, superfluo el intento de gravedad: las escenas pretenden mantener una risa forzada: «¿Hay algo hoy en los conflictos sociales y dramas humanos alrededor del mundo que pueda quedar afuera de la captura de un registro estético y mercantil?». El rostro de la primera dama, no obstante, es celebrado por la preeminencia femenina y su papel en la estrategia de aguante.

Para rematar, Letonia derribó el obelisco y las esculturas —la Madre Patria saludando a tres soldados del Ejército Rojo— que componen un Monumento. Lo hicieron como respuesta al accionar asaltante. Alrededor del monolito se gestaban dos luchas: una, la de los rusos, que celebraban el Día de la Victoria; y otro, la de los letones, que no participaban en el sentimiento de liberación sino de ocupación. Cabe mencionar la presencia de manifestantes detenidos por la policía. El gobierno espera demoler 69 conmemoraciones soviéticas más; aprovecha el momento, no vaya a ser que se acaben las operaciones y no encuentre excusas para derribarlos.

Horquilla. Nivelar los lapsus de Duque con el de Francia sería injusto. Sin embargo, a leguas se huele la rencilla enconada de Polo Polo (escuché a alguien cambiarle las P por B; si la oyera, la citaría a la Corte y le pediría un oficio donde se retracte —no importa si ambigua después en video lo escrito—: el talión). A su vez, en la defensa del error como algo humano también cabría el vicepresidente. Pero se trata de quién salga el desliz.

Alejandro Zapata Espinosa

Estudiante de Licenciatura en Literatura y Lengua Castellana del Tecnológico de Antioquia.

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