Pertenezco a ese ínfimo porcentaje –realmente debe ser muy marginal– que no celebró, no celebra y no celebrará el resultado del plebiscito de salida en Chile. La razón es que personalmente siempre prefiero tener los pies en la tierra, aun cuando respete profundamente a quienes viven con la cabeza en las estrellas.
Antes de que la pandemia fuese la causante de todos los problemas macroeconómicos de todos los países, Chile ya tenía crecimiento negativo y las inversiones estancadas por cuenta del mal llamado “estallido social”. Visto en perspectiva, ya nadie duda de que Chile no está mejor que el 17 de octubre de 2019 y no pocos están nostálgicos del “maldito Chile neoliberal”.
Mientras todo el mundo se emborrachaba con el licor fuerte de la dignidad que debíamos recuperar y Chile “despertaba”, el consenso nacional unánime fue este: “cambiar la Constitución”. Con algunas honrosas excepciones como la de Axel Kaiser, nadie intentó razonar en espacios de opinión pública acerca de los motivos exactos por los que la Constitución vigente, firmada por Ricardo Lagos Escobar en 2005 y presentada al país en un emotivo acto el 17 de septiembre de 2005 como “la Constitución del retorno de la democracia”, era la equivocada. Curiosamente entre 2020 y 2022 a todo Chile y, por supuesto, a los colombianos, se les olvidó que la Constitución que emanó de la Comisión Ortúzar en 1980, la Constitución del pecado original, sufrió 54 modificaciones contenidas en la Ley 20.050 promulgada el 26 de agosto de 2005. Sumando todas las modificaciones anteriores y posteriores a 2005, para noviembre de 2019 eran más de 100 reformas. Pero todos olvidaron eso. De un momento a otro se instaló la narrativa de la “Constitución de Pinochet” y nadie, ni siquiera Lagos, tuvo el valor de defender lo que tanto les costó conseguir en democracia. El país iba a cambiar si la Constitución cambiaba, ¡Salud!
Cuando el circo constitucional empezó a escribir el texto que se sometió a plebiscito este 4 de septiembre, la borrachera comenzó a ceder. El dolor de cabeza de la resaca se comenzó a notar. Millones de chilenos con resaca (caña, guayabo o como prefieran llamarlo) empezaron a cuestionar el texto, y quienes alegres y orondos promovieron esa aberración que fue el plebiscito de entrada en donde un 77% votó que “Sí” al cambio de Constitución (aclaro, un 50% del padrón inscrito porque el voto era voluntario en ese momento), emprendieron a reclamar algo muy parecido a una estafa: “esto no era lo que esperábamos de los eximios convencionales”. Nuevamente la amnesia. Se fueron a emborrachar de dignidad votando un cambio constitucional esperando un resultado de lujo, cuando nunca supieron explicar qué exactamente era lo malo de la actual. Yo les pregunto a quienes leen, ¿ustedes están absolutamente seguros de que en Chile debimos votar “Sí” la primera vez? Si la respuesta es sí, pregúntese por qué. Dígase a sí mismo en voz alta qué normas y artículos están mal en la actual Constitución, qué nos hacía daño. Qué es eso que tanto les molesta. Por qué Chile va a ser mejor, más igual, menos pobre, menos todo lo malo y más todo lo bueno porque se cambie la Constitución.
Si es por simbolismo, permítanme decirles que con simbolismo no se sacan pobres de pobres y que la espada de Bolívar o la Plaza Baquedano incendiándose no bajan la inflación, no aumentan la confianza inversionista, no generan más empleos, no contribuyen al crecimiento económico y no le ayudan a los más necesitados a transportarse mejor mientras el Metro arde.
Muchos motivos me dieron mis amigos, conocidos y los extraños de las redes sociales para celebrar. El más recurrente fue ese argumento que reza que “Boric recibió un duro golpe”, que la “izquierda fracasó” y que “Petro está ardido porque no puede replicar ya las luchas chilenas en Colombia”. Lamento ser la que les pinche el globo, pero no pueden ser más ingenuos y no pueden estar más errados. Me extraña que habiendo conocido los alcances de Petro para ganar su elección (¿les suena la línea ética corrida de Guanumen?), ahora estén tan convencidos de que a él unas elecciones plebiscitarias en Chile lo van a detener o a desanimar.
El Rechazo es solamente una extensión de la agonía. La izquierda no se golpea y no se detiene tan fácilmente. Ellos saben jugar a su favor muy bien con los trucos del simbolismo y no demorarán en tener una bandera qué ondear que les permita capitalizar esto a su conveniencia. En Chile, particularmente, cuentan con una oposición de mentiras que repite como loro las consignas que la misma izquierda estableció. Chile Vamos, la coalición de centroderecha, ya manifestó que apoyan un nuevo texto constitucional y que, en su propuesta, se mantiene el espíritu de varias normas del texto que se fue a plebiscito. Evelyn Matthei, figura relevante de la derecha, está de acuerdo con “una nueva convención con otros convencionales”. Todos coinciden unánimemente en que “se debe dar un cambio”. Nadie se detiene a pensar cómo se ve afectado económicamente el país en donde las reglas del juego están siempre al borde del cambio y no son claras, menos piensan en lo que nos cuesta a los contribuyentes un nuevo proceso constitucional. A todos se les olvidó que el Rechazo, tal como se planteó en los tiempos del plebiscito de entrada (2020) significaba, literalmente “nada cambia, la Constitución actual se mantiene igual”. Dos años después, Rechazo significa todo lo contrario: “todo tiene que cambiar, igual tiene que cambiar, a la fuerza tiene que cambiar”. Pasamos de no cambiar nada a siempre querer cambiarlo todo.
Si usted supone que eso es bueno, que eso da “alegría”, que eso es “un respiro”, significa que ya se tragó una de esas narrativas: la que reza que “todo cambio es para mejor”. Si usted piensa que el Rechazo es una buena noticia para Chile y para la región, lo invito a revisar nuevamente quién es el actual Presidente de Colombia y quién el chileno. Ellos siguen ahí, nadie los ha bajado. Su poder sigue intacto y goza de buena salud, porque lograron lo más importante: que usted se emborrache todos los años con una euforia diferente, para después quejarse durante la resaca.
Finalmente, si usted cree que el Rechazo traerá algo positivo, lo invito a replantear su sentido del inmediatismo y a considerar un hecho probado (lo invito a revisar los indicadores post estallido social en Chile): que las consecuencias de estas borracheras no traen la resaca al día siguiente, sino unos meses o años después. En Latinoamérica, el problema no es la desigualdad ni la pobreza, el problema es que la izquierda logró con mucho éxito sembrar suficiente culpa y terror como para que usted inconscientemente todavía considere que un cambio radical, y no una mejora de lo actual, garantizan un futuro prometedor.
Por el momento, los invito a que nos encontremos en unos meses más, durante la resaca. ¡Salud!
Referencias
Banco Central de Chile (2022). Imacec – Banco Central de Chile. Banco Central de Chile. https://www.bcentral.cl/web/banco-central/areas/estadisticas/imacec.
Leiva, M. & Cárdenas, R. (2018, 5 de octubre). Cómo cambió Chile: PIB per cápita se multiplicó por cinco y pobreza se desplomó. La Tercera – Noticias, deportes y actualidad de Chile y el mundo. Recuperado el 5 de septiembre de 2022 de: https://www.latercera.com/negocios/noticia/cambio-chile-pib-per-capita-se-multiplico-cinco-pobreza-se-desplomo/342745/.
Este artículo apareció por primera vez en nuestro medio aliado El Bastión.
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