(A propósito de las propuestas de Petro, Fajardo, Navarro y demás luminarias de la izquierda colombiana)
“Aunque el príncipe tenga el poder de sellar la moneda por la utilidad común, sin embargo, él mismo no es dueño o propietario de la moneda de su principado. La moneda es instrumento equivalente para permutar riquezas naturales (…) Así pues, en sí misma es posesión de aquellos a quienes pertenecen las riquezas de ese tipo. (…) la moneda no es sólo del príncipe (…) podría el príncipe adquirir para sí dinero ajeno (…) recibiría monedas de buen peso y entregaría monedas de peso mutilado por el tiempo. (…) Todo cambio de moneda (…) implica falsedad y decepción, y no puede corresponder al príncipe (…) en tanto que el príncipe obtiene lucro de ello, es forzoso que la comunidad misma sufra daño. Y todo lo que el príncipe hace en daño de la comunidad es injusticia y acción tiránica (…) Y si tal príncipe dijera, tal como suelen mentir los tiranos, que él convierte tal lucro en utilidad pública, no se le puede conceder crédito, ya que por esa misma razón él podría privarme de mis ropas y decir que tiene necesidad de ellas por el bien público”
(Nicolás Oresme, Tratado de la primera invención de las monedas, Siglo XIV)
La emisión monetaria como solución salvadora de las dificultades económicas ejerce, desde siempre, una increíble seducción sobre las mentes perezosas. No basta que se recuerde la experiencia de los gobiernos que siguiendo esa ilusión han destruido las economías de sus países; los políticos colombianos, secundados por economistas mal entrenados, insisten en invocarla. A esas mentes perezosas está dedicada esta parábola.
El empresario Pedro llega a su banco y solicita un crédito. Evaluadas las garantías de pago, el banco se lo otorga, le abre una cuenta corriente y le entrega una tarjeta que le permite hacer retiros en los cajeros automáticos o hacerle traslados a terceros en pago de los bienes y servicios que le suministran. Esta es una historia trivial que está ocurriendo todos los días, pero detenerse en ella permite develar los “secretos” de la emisión monetaria que no son otra cosa que los de los registros contables de los dos agentes involucrados en la operación: Pedro y su banco.
Como el banco otorgó un crédito, en su activo registra una cuenta por cobrar a Pedro y, al mismo tiempo, en su pasivo registra el depósito en la cuenta corriente de este. Por su parte, Pedro registra en su pasivo la cuenta por pagar al banco y en su activo el depósito en su cuenta corriente. La tabla 1 muestra las operaciones contables correspondientes.
La moneda nominal se crea siempre mediante una operación de este tipo. La moneda nominal es a la vez un activo y un pasivo, tanto para el banco como para Pedro, es decir, que Pedro le debe al banco lo que el banco le debe a él y viceversa.
Pedro sale al mundo y compra a Juan recursos productivos – trabajo, tierra, capital productivo – para combinarlos y obtener bienes y servicios; y paga haciendo una transferencia de su cuenta corriente a la de Juan. Veamos las operaciones contables a las que esta transacción da lugar.
La cuenta corriente de Pedro queda en cero; pero, evidentemente, su deuda con el banco se mantiene porque aún no ha pagado. En la cuenta corriente de Juan aparecen los 100 que antes tenía Pedro, con la diferencia de que para Juan esos 100 son un activo neto porque los ha recibido en contra partida de un activo real: los recursos productivos puestos a disposición de Pedro. En la contabilidad del banco permanece, evidentemente, la acreencia sobre Pedro y aparece la cuenta corriente de Juan con un saldo de 100. La tabla 2 muestra los registros contables de los tres agentes.
Como la operación productiva fue exitosa, los bienes y servicios producidos por Pedro llegan al mercado donde son comprados por Juan, quien, evidentemente, paga con su cuenta corriente. La cuenta corriente de Juan queda en cero y a la de Pedro retornan los 100. La contabilidad de los agentes la muestra la tabla 3.
Luego, como buen cliente, Pedro paga al banco su acrecencia con los recursos de su cuenta corriente que queda en cero, al igual que las demás cuentas. La contabilidad de Pedro y el banco es la que aparece en la tabla 4 y el proceso puede reiniciar.
Lo que ocurre con Pedro, Juan y el banco es lo que está pasando todo el tiempo en las economías monetarias modernas. La moneda se crea y se destruye de forma permanente en el proceso de transportar los bienes y servicios reales. La moneda no es la riqueza, es el vehículo que la transporta. La moneda nominal se crea de la nada por una operación contable de doble signo y se destruye en operación simétrica de signo contrario.
Imaginemos que en la operación inicial en lugar de 100 se hubieran emitido 200 unidades de moneda. ¿Qué habría pasado? Nada desde el punto de vista de la producción real porque por el solo hecho de que haya más moneda Juan no puede poner a disposición de Pedro más recursos productivos y este no puede obtener de estos más bienes y servicios finales que los que permite la tecnología existente. Y si son 50 tampoco cambian las cosas.
Dado que la moneda es el vehículo que transporta los bienes y servicios, en un vehículo de 200 unidades monetarias irían más holgados, por así decirlo, tendrían precios nominales más altos. Si son 50, los bienes y servicios viajan más estrechos, es decir, con precios nominales más bajos.
En un momento dado la cantidad de moneda que circula en la economía y el nivel de precios nominales a ellas asociado, es completamente irrelevante desde el punto de vista de la economía real. Una economía estacionaria podría funcionar con cualquier cantidad de moneda como también podría hacerlo una en la que la oferta monetaria creciera exactamente al mismo ritmo en que lo hace una producción real que tenga siempre la misma composición.
El problema son las variaciones en el ritmo de crecimiento de la cantidad de dinero y la forma como se introduce se introduce en la economía el dinero adicional.
No hay sino dos formas de introducir dinero en la economía: creándolo para los empresarios o creándolo para el gobierno. El dinero se crea para el gobierno de la misma forma que se crea para las empresas: mediante una operación contable de partida doble que lo saca de la nada.
Supongamos que el gobierno obtiene del banco un crédito de 50, adicional al crédito de 100 otorgado a Pedro.
La tabla 5 presenta las operaciones de creación de dinero para Pedro y el gobierno. Además de la cuenta por cobrar a Pedro, en el activo del banco aparece una cuenta por cobrar al gobierno y en su pasivo, además de la cuenta corriente de Pedro, aparece la cuenta corriente del gobierno. También se puede suponer que en lugar de las cuentas corrientes que a lo que aparece en el pasivo del banco se le llama “billetes y monedas en circulación”, como en el balance del Banco de la República.
Exactamente como antes de la aparición del gobierno, Pedro sale a la economía real y compra a Juan recursos que empleará en sus actividades productivas. Como el gobierno no es empresario no compra nada a Juan.
La tabla 6 muestra los saldos del balance de los protagonistas después de la transacción de compra de recursos productivos. La cuenta corriente de Pedro queda en ceros, pero mantiene su deuda en el banco. Juan tiene 100 en su cuenta corriente pero no le debe nada al banco porque los obtuvo en una transacción real. La posición del gobierno no ha cambiado.
Una vez más Pedro es exitoso en su actividad productiva y lanza al mercado los bienes y servicios finales producidos con los recursos productivos comprados a Juan.
Pero hay un hecho novedoso: del lado de la demanda aparece un nuevo comprador, el gobierno, que no ha vendido nada en el mercado de recursos productivos pero que tiene un poder de compra creado de la nada por el banco.
Pedro recibe en su cuenta corriente 150 provenientes de las cuentas corrientes de Juan y el gobierno que quedan en ceros. Después de la transacción, los balances de los agentes quedan como se presenta en la tabla 7.
Examinemos en detalle lo ocurrido. Pedro ha vendido la totalidad de los bienes y servicios por 150: a Juan 100 y al gobierno 50. Sin embargo, el desafortunado Juan solo ha recibido 2/3 los bienes y servicios que recibía antes de que apareciera el gobierno en escena. Es decir, Juan ha sido expropiado por el gobierno que, sin aportar recursos productivos, se queda con 1/3 de la producción de bienes y servicios finales. Esta expropiación se ha producido mediante el alza en los precios nominales de los bienes y servicios.
Como antes, Pedro, responsable con sus obligaciones financieras, paga al banco el crédito inicial de 100, pero su cuenta corriente ha quedado con un saldo neto de 50. Los balances de los agentes después de que Pedro cancela su acreencia se muestran en la tabla 8.
La forma en que se reanude el circuito económico dependerá de lo que el gobierno quiera hacer con su deuda con el banco. Si decide pagarla, no puede hacerlo sino apropiándose de la cuenta corriente de Pedro, es decir, cobrándole un impuesto. Aunque odiosa, esa sería la mejor salida. Como el nivel de precios se ha elevado a hasta 150, Pedro tendrá que pedir un crédito de 150 para reanudar el circuito.
Pero es posible que el gobierno decida continuar «ayudándoles a los pobres» y no pagarle al banco. Para ello tendrá que pedirle un nuevo crédito al banco por no menos de 50 unidades monetarias. Así las cosas, el circuito económico se reanuda con los balances presentados en la tabla 9.
No es necesario referirse a las transacciones de los mercados de servicios productivos y de bienes finales que se siguen, el lector puede hacerlo por su propia cuenta.
Las cosas pueden continuar indefinidamente en términos nominales mientras que la economía real se deteriora progresivamente porque, como los seres humanos no son piezas de ajedrez que el gobierno pueda mover a voluntad sin provocar reacción alguna, ocurrirán las siguientes cosas:
- Juan, cansado de la expropiación persistente, seguramente renunciará a vender sus recursos productivos a Pedro y se los llevará a otro lugar. Sacará su capital del país y es probable que él mismo emigre para huir del expolio.
- Pedro también se cansará de lidiar con una moneda cada vez más depreciada, reducirá su nivel de actividad y, muy seguramente, conjuntamente con Juan, buscarán una moneda diferente, de valor estable, para realizar las menguadas transacciones que se necesitan para lo más básico.
En fin, el gobierno enloquecido continuará saqueando al banco mientras la economía real se destruye y la gente se hace cada vez más miserable. Seguramente también tratará de obligar a Pedro y Juan a producir, convirtiéndolos en miserables esclavos. Tristemente, eso es lo que viene ocurriendo en Venezuela desde hace más de 20 años.
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