La disputa de lo simbólico

“ […] no basta solo con tener buenas intenciones. Hacer que el trabajo del gobierno sea y se vea como una respuesta ante las necesidades de la población, requiere de un acompañamiento comunicacional con el cual proyectar lo que se quiere decir sobre lo que se está haciendo”


Que el Pacto Histórico haya llegado a la presidencia y sea mayoría relativa en el Congreso no implica que tenga el poder. Entre otros factores, esto se debe a que las fuerzas tradicionales se resisten a ceder la primacía y a que la izquierda sigue actuando como si fuera oposición, sin llegar a apropiarse de los espacios que hoy ocupa.

La persistencia de este rol antagónico resulta de la internalización, por parte de la sociedad, del ideario de una élite que ha hecho de todo para mantenerse en el poder durante largo, largo tiempo. Por lo tanto, para lograr el éxito de un proyecto transformador, es necesario disputar el imaginario cultural que aun rige en el país.

Pero haber movilizado millones de votos para ganar la elección no basta para disputar lo simbólico. Se necesita construir una legitimidad en torno a una intersubjetividad que enmarque las acciones del gobierno, es decir, se debe dotar de sentido y pertenencia a cada paso que se da, para que así el actuar de la administración se sienta propio y coherente con la realidad. En caso contrario, por más que las reformas y las políticas provengan o colinden con el imaginario común, se convierten en un teatro de sombras que no logra permear la sociedad.

Construir intersubjetividad requiere compaginar el proyecto de sociedad con el subconsciente de los gobernados, tal como ha hecho AMLO en México; si no, se discurre entre lo posible y la voluntad de la oposición, como ocurre en Chile con Gabriel Boric.

En este sentido, no basta solo con tener buenas intenciones. Hacer que el trabajo del gobierno sea y se vea como una respuesta ante las necesidades de la población, requiere de un acompañamiento comunicacional con el cual proyectar lo que se quiere decir sobre lo que se está haciendo.

Y ante la ausencia o insuficiencia de las estrategias comunicacionales del gobierno, la derecha aprovecha para manipular la realidad, convirtiendo situaciones objetivas en arquetipos subjetivos, al punto de que con su relato logran matar al dato. La oposición explota cada vacío intersubjetivo y lo llena con mentiras, consiguiendo una coacción sin coacción que corroe el tejido social al abrir la posibilidad de consensos motivados por la irracionalidad.

Ahora, convengamos que la derecha colombiana tampoco es tan prolija, y hoy el debate en torno a ellos es que son una oposición discursivamente pobre y aparentemente sin liderazgo. Sin embargo, cuentan con un imaginario y referentes claros, con un pequeño pero creciente apoyo popular y con redes epistémicas que les permiten disputar narrativamente el sentido común. También, tienen a su disposición medios y profesionales que comunican las acciones que desarrollan para que parezcan, no perfectas, sino necesarias.

Y con pragmatismo, la oposición de hoy entiende la necesidad de dejar de lado sus diferencia y actuar como conjunto alrededor de sus objetivos comunes. Todo vale con el fin de mantener el poder. Mientras, en la izquierda, cada sector va por sus reivindicaciones y recrimina a los demás como si siguieran siendo oposición. Con esto, dificultan la construcción de una intersubjetividad en torno a las acciones del gobierno y por tanto merman la legitimidad del proyecto político del Pacto.

Seguir hablándole al núcleo votante, continuar el fuego aliado y la persecución interna, así como sostener las deficiencias en la comunicación estratégica, es seguir cediendo terreno a la oposición. Revertir lo anterior requiere acciones concretas que permitan construir un entendimiento colectivo, más allá de la militancia, respecto a las necesidades del país, y asegurar que las acciones que adopte el gobierno en torno a estas sean vistas como acertadas.

Es necesario seducir a las bases alejadas del proyecto político del Pacto, solo así se podrá construir los consensos necesarios que deriven en la consolidación de una intersubjetividad alrededor de las medidas del gobierno. Porque sin consensos no hay posibilidad de establecer un nuevo orden social, ni espacio para reformular los preceptos de una sociedad que por sí misma ha venido corriendo los límites de lo posible.

La oposición no actúa por hechos sobrevinientes. En este orden de ideas, disputar lo simbólico y avanzar hacia el cambio que necesita Colombia, requiere esfuerzos conjuntos bien planificados y ejecutados, pero por sobre todo, bien comunicados.


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Simón Rubiños Cea

Consultor y asesor político. Coordinador del Grupo de Investigación en Desarrollo Territorial, Paz y Posconflicto (GIDETEPP-UNAL) e investigador del Centro Estratégico Latinoamericano de Geopolítica (CELAG)

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