La crónica en el origen de la historia  

La crónica no extrae nada de otros géneros, menos aún de la novela, son otros géneros quienes necesitan de ella.


La narración es prueba del curso del mundo. Los hechos que se recuerdan solo pueden entretener, formar o informar en el ejercicio narrativo de la oralidad o la escritura.

I

Para Walter Benjamin teorizar es poner la imagen al servicio del pensamiento. En el fragmento XII de “El narrador” usa la imagen de la luz que se fragmenta en colores para pensar la historia. En este sentido, la historia es esa luz blanca contenida de posibilidades cromáticas, entre ellas, la crónica; esa posibilidad de narrar la historia dándole un uso singular al archivo que el historiador custodia como un arconte.

El cronista es el narrador de la historia, él cuenta los hechos día tras día sin dimensionar entre grandes o pequeños, sino reconociendo en las imágenes lo que le concierne al pasado que reclama su presente. De este modo, intenta proteger las imágenes de la amenaza de desaparición cuando lo que sucede no se siente aludido por lo sucedido.

Benjamin insiste que en la crónica no se narra el pasado con la tangibilidad de lo real, no se busca una transcripción exacta de los hechos, no solo porque es una empresa ingenua, además, porque el interés se centra en la captura del pasado en esas imágenes que aparecen bajo el relámpago del peligro. Es decir, una imagen importante para el cronista es aquella donde el sujeto se encuentra en una situación límite de la historia, es una situación que puede transformar su propia historia, es la iluminación instantánea de un momento que pretende ocultarse o pasar desapercibido, pero que queda en evidencia bajo el relámpago lúcido del narrador de la historia: el cronista.

II

Este narrador construye historias para la muerte. Es decir, una historia se extiende o se reduce para marcar la distancia con su final. El cronista sabe medir esos espacios para introducir en ellos el modelo narrativo de la oralidad que implica el relato del “marino mercante” y el relato del “campesino sedentario”, es decir, para Benjamin estas dos figuras le dan cuerpo a un narrador porque sus historias son producto de los viajes, el movimiento, la inquietud y a su vez esas historias se narran con la solidez del muelle que se resiste al movimiento para fijar los pasos de quien lo transita. Es así como la dinámica de la renovación y las transformaciones son posibles en las bases sólidas de la tradición.

Es ese el carácter de la narración en la crónica; una forma autónoma de la historia. Aunque según Juan Villoro “De la novela extrae la condición subjetiva, la capacidad de narrar desde el mundo de los personajes y crear una ilusión de vida para situar al lector en el centro de los hechos; del reportaje, los datos inmodificables; del cuento, el sentido dramático en espacio corto y la sugerencia de que la realidad ocurre para contar un relato deliberado, con un final que lo justifica; de la entrevista, los diálogos; y del teatro moderno, la forma de montarlos.”, la crónica no extrae nada de otros géneros, menos aún de la novela, son otros géneros quienes necesitan de ella. Su estrecha vinculación con la Historia la convierte en un género para la reproducción, en este sentido es la memoria y no la estética el dispositivo desde donde la crónica puede contribuir con las reformas de la tradición para que la Historia desemboque en otras historias bajo las formas del cuento, el poema, el drama, la novela.


Todas las columnas de la autora en este enlace:  Xenia Guerra

Xenia Guerra

Licenciada y magíster en Letras por la Universidad de Los Andes en Venezuela. Profesora universitaria de la misma casa de estudios. Investigadora en el ámbito literario con enfoque en filosofía política y el arte.

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