La concepción del empresario en el pensamiento económico IV. El empresario Walrasiano

En los tres artículos anteriores dedicados a este mismo asunto[1] se ha examinado la evolución de la figura del empresario en el pensamiento económico desde Richard Cantillon hasta Marx, pasando por Smith y sus principales discípulos: Ricardo, Malthus, Say y Mill.  La poderosa figura del empresario desarrollada por Cantillon se desdibuja casi por completo en la economía clásica, donde se identifica con la figura del capitalista. El empresario pierde toda la significación dentro de proceso de intercambio y producción que le había dado Cantillon y es irrelevante en la teoría de la distribución.

Como se sabe, el surgimiento de la economía neoclásica se asocia a las obras del inglés William Stanley Jevons (1835-1882), del austríaco Karl Menger (1840-1921) y del francés León Walras (1834-1910), publicadas a principios de los años 70 del siglo XIX y en la cuales estos autores desarrollan de forma independiente la teoría subjetiva del valor[2].  Es inútil escarbar las obras principales de Jevons y Menger en busca de la noción de empresario o algo que se le parezca. Por el contrario, Walras, le asigna al empresario el papel central que desde entonces y hasta hoy tiene en la teoría económica estándar.

Walras empieza estudiando una economía intercambio puro en la cual no hay producción. Los cambistas llegan al mercado, que Walras imagina como una inmensa subasta pública, con sus dotaciones iniciales de bienes, que evidentemente no se ajustan a las dotaciones deseadas pues si así fuera no irían al mercado y no intercambiarían nada. Cuando todos están reunidos, aparece el subastador y propone al azar un conjunto de precios en numerario para todas las mercancías. Los cambistas hacen sus cálculos subjetivos y ofertan y demandan las cantidades de mercancías que maximizan la utilidad de cada uno de ellos. El subastador agrupa esas cantidades y evalúa la situación de cada mercado. Si se presentan excesos de oferta o demanda en algunos de ellos, el subastador procede a anunciar un nuevo conjunto de precios, siguiendo esta regla simple: aumenta el precio de las mercancías con excesos de demanda y reduce el precio de las mercancías con excesos de oferta. El proceso se repite hasta que se encuentra un conjunto de precios para el cual los excesos de oferta y demanda son nulos para todas las mercancías. A esos precios, que por definición son de equilibrio, se realizan los intercambios y los agentes retornan a sus casas a consumir los bienes que colman sus deseos.

Las cosas se complican cuando las mercancías no caen ya de cielo, como el maná de los hijos de Israel, y deben ser producidas. Aparecen entonces los elementos productores que son tres: los trabajos, las tierras y los capitales. Estos elementos se combinan en la producción para dar lugar a las mercancías o productos. El precio de estas mercancías y de los servicios que las producen se determina mediante un proceso de tanteo similar, aunque mucho más complicado, al de la economía de intercambio puro. Lo que importa aquí es señalar que cada grupo de elementos productores corresponde un agente o titular y resurge así la trinidad de agentes con la que la teoría económica viene lidiando desde Adam Smith: el trabajador, el terrateniente y el capitalista. Pero en Walras las cosas no se quedan allí y emerge un cuarto agente diferente de todos ellos: el empresario.

Es conveniente citar en extenso la forma como Walras introduce este nuevo agente:

“Llamamos terrateniente al titular de la tierra, trabajador al titular de las facultades personales, capitalista al titular de los capitales propiamente dichos. Y ahora, llamamos empresario a un cuarto personaje completamente distinto de los anteriores y cuyo rol propio es arrendar la tierra del terrateniente, las facultades personales del trabajador y el capital del capitalista, y asociar en la agricultura, la industria o el comercio los tres servicios productivos. Es verdad que, en la realidad de las cosas, un mismo individuo puede acumular dos o tres de los roles definidos arriba, o incluso, acumular los cuatro, y que la diversidad de esas combinaciones engendra las diversas modalidades de empresa; pero es también verdad que ese individuo cumple entonces dos, tres o cuatro roles distintos. Desde el punto de vista científico, debemos distinguir esos roles, y evitar el error de los economistas ingleses que identifican el empresario con el capitalista o el error de algunos economistas franceses que hacen del empresario un trabajador que estaría a cargo del trabajo de dirección de la empresa”[3]

La del empresario no es pues una figura anecdótica o empírica; es una figura analítica que se define por una función: tomar en arriendo los servicios productivos, combinarlos conforme a ciertas recetas o funciones de producción y llevar al mercado los bienes y servicios que resultan de esas recetas. Es el lado de la demanda en los mercados de servicios productores y el de la oferta en los de bienes y servicios. Adicionalmente, el empresario walrasiano tiene otras características que conviene resaltar.

  1. El empresario, en sus actividades de producción e intercambio, busca maximizar el beneficio, variable que tiene una dimensión objetiva pues es la diferencia entre lo que obtienen por la venta de los bienes y servicios que produce y lo que paga por el alquiler de los servicios productivos. Los demás agentes – trabajadores, terratenientes y capitalistas – buscan maximizar su utilidad que es una variable subjetiva.
  2. En el estado de equilibrio de la producción y el intercambio, los empresarios no obtienen ni beneficio ni pérdida. Ahora bien, ese equilibrio es – dice Walras – un estado ideal no real el cual no ocurre jamás, pero es “el estado normal en el sentido de que es hacia el cual las cosas tienden por ellas mismas bajo el régimen de libre competencia aplicado tanto a la producción como al intercambio”[4]. Es decir, la ganancia del empresario es una ganancia de desequilibrio.
  3. La pluralidad de empresarios es una condición suficiente pero no necesaria para la libre competencia y la tendencia al equilibrio, pues, según Walras, “un empresario único que demandara los servicios al alza y ofreciera los productos a la baja, y que, por otra parte, redujera la producción en caso de pérdida y la aumentara el caso de beneficio, obtendría el mismo resultado”[5]
  4. Finalmente, en el estado de equilibrio se puede hacer abstracción de la intervención de los empresarios y considerar, no solo, que los servicios productivos se cambian contra productos y viceversa, sino que “a fin de cuentas, los servicios productivos se cambian los unos con los otros”[6].

Estas características del empresario walrasiano marcarán el desarrollo futuro de las nociones de empresa y empresario y darán lugar a las tres visiones de esta figura que persisten en la teoría económica contemporánea: la neoclásica, la institucionalista y la austríaca.

La economía neoclásica privilegia el equilibrio y el aspecto más mecánico de la acción del empresario: la combinación de recursos en una función de producción dada. Esto lleva a que el empresario se despoje de su humanidad y termine siendo identificado con la misma función de producción o, en el mejor de los casos, con la empresa como organización[7].

En el canon de la economía walrasiana moderna – Análisis general competitivo de Arrow y Hahn- el empresario de Walras es sustituido por la empresa. Se lee:

“Los tres elementos básicos de la teoría de la producción bajo condiciones de competencia son su organización en empresas separadas, la delimitación de las posibilidades de producción de cada empresa, y la elección entre estas posibilidades mediante la elevación al máximo del beneficio a precios dados”[8]

En algunos textos de microeconomía – como el de Henderson y Quandt, predominante en la época de mi pregrado – empresa y empresario son términos intercambiables:

“La empresa es una unidad técnica que produce artículos. El empresario (propietario y gerente) decide cómo y cuánto producirá de cada artículo y obtiene el beneficio o la pérdida que resulta de su decisión. El empresario transforma inputs en outputs sujeto a reglas técnica especificadas por su función de producción” [9]

Textos más modernos, como el del profesor Hal R. Varian, son las empresas las que tienen conducta, se comportan y toman decisiones:

 “En este capítulo iniciamos el estudio de la conducta de la empresa” (…) “Nuestro objetivo es estudiar el comportamiento de las empresas maximizadoras de beneficio…” (…) “Toda empresa tiene que tomar dos importantes decisiones: elegir la cantidad que debe producir y el precio que debe fijar”[10].

Por su parte, Ronald Coase y sus discípulos deciden meterse al interior de la empresa como organización o método de asignación de recursos alternativo al mercado, como dirá Coase es su célebre artículo:

“…la característica distintiva de la empresa es precisamente esa función de reemplazar al mecanismo de los precios”[11]

Los alumnos de Coase, especialmente Oliver Williamson, quien recibiría el Nobel al igual que su maestro, desarrollarán ampliamente esas ideas dando lugar a esa variante de la economía institucional moderna que se ocupa de las organizaciones[12].

La ganancia del empresario como ganancia de desequilibrio está en la base la visión austríaca en sus diversas variantes, en todas cuales el empresario será un actor de carne y hueso, que toma decisiones, asume riesgos, experimenta en el mercado, tiene éxitos y también fracasos y de cuya actividad depende, a fin de cuentas, su propio ingreso y el de los rentistas capital, los dueños de los recursos naturales y los trabajadores.

Bibliografía:

Arrow, K. y Hahn, F. (1971, 1977). Análisis general competitivo. Fondo de Cultura Económica, México, 1971.

Henderson, J. y Quandt, R. (1962, 1972). Teoría microeconómica. Ariel, Barcelona, 1972.

Jevons, W.S. (1871, 1998). Teoría de la economía política. Ediciones Pirámide, Madrid, 1998.

Marshall, A. (1920, 1969) Principles of Economics, 8ª edition, 1920, London, Macmillan, 1969.

Menard, C. y Shirley, M. (2005). Handbook of New Institutional Economics. Springer, Netherlands, 2005.

Menger, C. (1871,1996). Principios de Economía Política. Unión Editorial-Ediciones Folio, Barcelona, 1996.

Stigler, G.J. y Boulding, K.E. (1951,1960). Ensayos sobre la teoría de los precios. Aguilar, Madrid, 1960.

Varian, H. (1999). Microeconomía intermedia. Antoni Bosch, editor. Barcelona, 1999.

Walras, L. (1900, 1976). Éléments d´économie politique pure ou théorie de la richesse sociale. Quatrieme édition, 1900. Librairie generale de droit et de jurisprudence, Paris, 1952. Nouveau tirage, 1976.

Williamson, O.E. (1985, 1989). Las instituciones económicas del capitalismo. Fondo de Cultura Económica, México, 1989.

Williamson, O.E. (1975, 1991). Mercados y jerarquías: su análisis y sus implicaciones antitrust.  Fondo de Cultura Económica, México, 1991.

LGVA

Marzo de 2021.

[1] https://luisguillermovelezalvarez.blogspot.com/2021/03/la-concepcion-del-empresario-en-el_9.html

 

https://luisguillermovelezalvarez.blogspot.com/2021/03/la-concepcion-del-empresario-en-el.html

 

https://luisguillermovelezalvarez.blogspot.com/2021/02/la-concepcion-del-empresario-en-el.html

 

[2] Teoría de la economía política y Principios de Economía Política, respectivamente, publicadas ambas en 1871. La primera edición de los Elementos de economía política pura de Walras es de 1874.

[3] Walras, L (1900, 1976). Página 191.

 

[4] Walras, L (1900, 1976). Página 194.  No hay que olvidar que, en los Elementos, Walras se propone desarrollar la economía política pura que es “la teoría de la determinación de los precios bajo el régimen hipotético de libre competencia absoluta”.

 

[5] Walras, L (1900, 1976). Página 194.

 

[6] Walras, L (1900, 1976). Página 195.

 

[7] Marshall no aporta gran cosa a la noción de empresario. En el libro IV de sus principios habla de cuatro agentes de producción: tierra, trabajo, capital y organización. Sin embargo, la “organización” aparece en ocasiones como un atributo del capital, en otras como la empresa en sentido estricto y, frecuentemente, como la organización general de los mercados. En el enfoque marshalliano de equilibrio parcial de los libros de texto se emplea la noción de empresario como función de producción.

 

[8] Arrow, K. y Hahn, F. (1971, 1977). Página 68.

 

[9] Henderson, J. y Quandt, R. (1962, 1972) Página 59.

 

[10] Varian, H. (1999). Páginas 323, 355 y 385.

 

[11] Coase R. (1937). “La naturaleza de la empresa” en Stigler y Boulding (1951, 1960), páginas 303-321.

 

[12] Creo que el institucionalismo tiene dos vertientes: el organizacional y el histórico; este último encuentra su origen en los trabajos de Douglas North. El Handbook of New Institutional Economics de Menard y Shirley reúne estudios representativos de ambas vertientes. El tratado clásico del institucionalismo de organizacional es el libro de Williamson: Las instituciones económicas del capitalismo.

 

Luis Guillermo Vélez Álvarez

Economista. Docente. Consultor ECSIM.

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