La amenaza que se cierne sobre Antioquia

En 1850 se dá en forma la colonización antioqueña: se funda Manizales, Santa Rosa de Cabal, Pensilvania, Marulanda, Manzanares (El Gran Caldas), Concordia, Andes, Betulia, Bolívar, Salgar, Jericó, Jardín, Támesis, Valparaiso (Suroeste), Versalles, Trujillo, Darién, Restrepo (Hoy Valle), Fresno, Soledad, Casabianca, Herveo (Tolima).

En 1849 hay un cambio drástico político en la Nueva Granada (Hoy Colombia), concebida así con ese nombre después de la Constitución de 1.832, que derogó la de 1.821 de Cúcuta, que era la que le había cambiado el nombre de Nueva Granada por Colombia.

Sube al poder el partido liberal, en cabeza del General José Hilario López, aquel socio del General José María Obando, que habían provocado juntos las guerras llamadas de Los Conventos y de Los Supremos, ante las acusaciones que recibieron por el asesinato del General Antonio José de Sucre.

Sube entonces la facción del partido Liberal cercana a los artesanos quienes vieron amenazados sus talleres por la invasión de productos ingleses y franceses, producto de la industrialización generada en Europa con ocasión de la invención de la máquina de vapor.

Ese liberalismo aupado por la revolución francesa de 1848 que dio lugar a la caída de Luis Felipe de Orleans y la llegada de la Segunda República, hace que José Hilario López ataque el bastión conservador de Antioquia, tierra que había albergado a Don Mariano Ospina Rodríguez, fundador del Partido Conservador.

La forma del ataque fue la decisión de dividir a Antioquia. Fue una Ley de 1851, orquestada por el Gobierno liberal de José Hilario López, quien decidió la división de la Provincia de Antioquia en tres nuevas Provincias: la de Antioquia (Santa Fé de Antioquia, Sopetrán, San Pedro, Santa Rosa, Entrerríos), la de Medellín (Medellín, Nordeste, Fredonia), y la de Córdoba (El Oriente incluyendo Manízales).

Esta decisión de dividir nuestra Provincia provocó el levantamiento de Antioquia y la guerra civil de 1851. “El ataque del centralismo desde luego no es nuevo entre nosotros, en contra de las provincias, a las que a veces ha preferido debilitar en provecho propio; pero sin miras al engrandecimiento y unidad nacional” (Francisco Duque Betancur; Historia del Departamento de Antioquia; 1967; Imprenta Departamental; Pag. 706)

Hoy, en el 2022, se repite la historia: el centralismo bogotano de Gustavo Petro Urrego y de Francia Márquez, ya han advertido de su interés de despedazar a Antioquia: la segunda, llamando a quitarnos a Urabá, nuestra costa, nuestro futuro, con las autopistas Mar 1 y Mar 2 que conectan con nuestro suroeste y el Pacífico colombiano con las autopistas Pacífico 1 y Pacífico 2, y que renuevan nuestros lazos con la colonización antioqueña. El primero (Petro) advirtiendo su interés de arrebatarnos todo nuestro oriente que se vuelca sobre el Magdalena, ya conectado con nuestras autopistas del Nus y que tiene su centro con Puerto Berrío, recordando el nombre de quien también le dá el nombre a nuestro parque principal: el Parque Berrío.

Obliga lo anterior, en nombre de Pedro Justo Berrío, en nombre de Don Gonzalo Mejía, de Camilo Antonio Echeverri, de José María Córdoba, de Juan del Corral, de Atanasio Girardot, de Liborio Mejía, de Francisco José de Caldas, de Juan María Gómez, de Rafael María Giraldo, de Gregorio Gutiérrez González, de Rafael Uribe Uribe, de Mariano Ospina Rodríguez, de Pedro Nel Ospina, de Mariano Ospina Pérez, de Bertha Hernández de Ospina, de Antonio José Uribe, de Antonio José Restrepo, de Marco Fidel Suárez, de José Manuel Restrepo, de José Félix de Restrepo, de Juan Crisóstomo Uribe, de Pedro Antonio Restrepo Escobar, de Carlos E. Restrepo y de tantos Grandes que el espacio y la memoria no me permiten continuar con total injusticia, tenemos la obligación, el deber, el mandato, de hacer respetar el legado de nuestros mayores a tener de una Antioquia Grande, una Antioquia libre y altanera, una Antioquia indivisible, unida con verdaderos lazos de fraternidad y progreso al Chocó, a Córdoba, a Sucre, a Caldas, Risaralda y Quindío.

Antioquia tiene la obligación moral, legal, e histórica, a través del ejercicio de la autonomía constitucional, consagrada explícitamente, a hacer respetar su territorio, sus costumbres, su riqueza, su pasado y su porvenir, de los ataques viles, soterrados y centralistas de este nuevo gobierno que ya ha mostrado sus afiladas garras para despedazar a Antioquia, porque es Antioquia el bastión de la democracia y de la libertad; es Antioquia la que es capaz de redirigir a Colombia nuevamente por los senderos de la democracia.

Y vuelvo a recordar las palabras del sabanero por antonomasia, de Eduardo Caballero Calderón: “Mientras resista Antioquia, los colombianos no nos vamos a hundir”

 

Julio González Villa

Doctor en Derecho U. Externado de Colombia; Abogado UPB; Magíster Administración de EAFIT; Especialista Derecho Ambiental U. Externado y Derecho Administrativo y Comercial.

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