Indolencia

“Ni el asesinato de un alcalde es capaz de conmover a ningún funcionario de este gobierno; tampoco la imagen de niños pobres resguardándose dentro de un aula del fuego cruzado entre bandas”.


Abulia: Pasividad, desinterés, falta de voluntad.

Desidia: Negligencia, falta de cuidado.

Apatía: Impasibilidad del ánimo.

La gestión del gobierno de Guillermo Lasso puede resumirse en estos tres estados de ánimo.

Abulia

Un Estado que ni está ni se le espera.

El Ecuador de Lasso es la muestra palpable de lo que ocurre cuando el Estado es comandado por personas que, a más de desconocer el manejo de lo público, lo desprecian.

Asesores jactándose de evadir impuestos, viceministros utilizando correos institucionales para disculparse por pedir coimas y prometer mayor discreción, secretarios de Estado y hasta el propio presidente con cuentas en paraísos fiscales.

Nadie con dos dedos de frente pondría a un anarquista a gerenciar una empresa privada, pero Guillermo Lasso no ve el absurdo de nombrar como funcionarios a personajes cuya única motivación es el desmantelamiento del Estado o cuya falta absoluta de ética pone en riesgo el patrimonio de los ecuatorianos.

En el sector público falta de todo, menos los pipones y los libertarios.

Desidia

Un gobierno negligente que ha entregado el control de las cárceles a los grupos de delincuencia organizada.

Tan irrelevante es el Estado dentro de las cárceles, que motines carcelarios suscitados entre el 22 y 25 de julio sólo se detuvieron por un acuerdo entre las bandas, lo que no evitó, sin embargo, que el Ministro del Interior, Juan Zapata, se colgara la medalla de haber “recuperado el control de las cárceles”.

Sobre la ínfima ejecución presupuestaria de su cartera de Estado, el capitán prefirió no pronunciarse, aunque he de reconocer que ejecutar un 8% del presupuesto es una mejora respecto del 0% del año pasado.

La otra pata de la “lucha” contra el crimen organizado, la Secretaría de Seguridad, no ofrece motivos para ser optimista. El cacareado plan de seguridad sigue sin conocerse, y parece ser que, independientemente del impresentable que ocupe esta cartera, la única estrategia que conoce este gobierno es decretar estados de excepción. El hecho de que los catorce primeros no hayan servido es un detalle que parece no quitarle el sueño al gobierno.

Apatía

Ni el asesinato de un alcalde es capaz de conmover a ningún funcionario de este gobierno; tampoco la imagen de niños pobres resguardándose dentro de un aula del fuego cruzado entre bandas.

De un lado, una escueta condolencia de dos líneas para lamentar el “fallecimiento” (sic) del alcalde de Manta, Agustín Intriago, y la deportista Estefanía Chancay, víctimas del crimen organizado. Del otro lado, un interminable comunicado para presentar las masacres carcelarias como un intento de las bandas criminales por dañar la imagen del presidente.

Si esta muestra de menosprecio a la vida ajena no fuera suficiente, el Secretario de Seguridad acusa a la “baja autoestima” y la “pérdida de principios y valores” de los ecuatorianos de ser responsables de la crisis de seguridad.

Conscientes de su muerte política, los funcionarios de este gobierno parecen ser los más ansiosos de que llegue el día de la posesión del nuevo presidente para poder retirarse a sus negocios privados, lejos del mundanal ruido de las masacres, las extorsiones y el sicariato.

Mientras tanto, dejan pasar los días entre la inoperancia y el desinterés.


Todas las columnas del autor en este enlace: Juan Sebastián Vera

Juan Sebastián Vera

Sociólogo por la Pontificia Universidad Católica del Ecuador. Estudiante de Política Comparada en FLACSO, Ecuador.

Comentar

Clic aquí para comentar

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.