Idolatría para analfabetos

Hablar, entender, escribir y leer son cuatro aspectos diferentes en el dominio de una lengua. Una vez pasadas las guerras mundiales en los estados nación industrializados la percepción de que saber leer y escribir eran un derecho empezaron a convertirse en norma. Pero siglos atrás eso no era así. Escribir y/o leer eran técnicas que se conocían o no, como podría ser el hecho de conducir un coche hoy en día. Los esclavos griegos leían (o recitaban de memoria) poesía épica a sus analfabetos señores en la Roma republicana, mientras en pleno siglo XIII los escribanos de un monasterio solían ser exactamente eso: escribientes. Dibujaban letras, pero no podían leer lo que escribían. Por eso a menudo encontramos la misma línea o palabra repetida dos veces en los antiguos documentos.

Las cartas se dictaban o se hacían leer por expertos secretarios o lectores que cobraban por hacer ese trabajo gracias a su especial habilidad. Y las novelas clásicas que ahora disfrutamos en silencio estaban pensadas para ser leídas ante pequeñas audiencias, al igual que los periódicos.

En los últimos años ha surgido un concepto que me atrevo a decir que ha pasado del lenguaje académico al cotidiano: analfabetismo funcional. Se utiliza para marcar a esas personas que en un mundo globalizado tienen un alfabetismo propio del anterior al mundo digital y a Internet. Están, por tanto, al margen de la alfabetización corriente.

Como vemos, la alfabetización no depende del simple hecho de saber leer y escribir o no. Depende también del contexto histórico, de lo que significa estar cultivado en un determinado momento y lugar. ¿Cómo se conseguía entonces el adoctrinamiento de grandes grupos humanos? La imagen, el espectáculo, el edificio imponente y elementos similares cumplían esa función. Y la siguen cumpliendo puesto que tenemos a grandes masas de la población en situación de analfabetismo funcional.

Las imágenes de ángeles, santos y apocalipsis que podían encontrarse en una iglesia, o las ejecuciones y escarnios públicos tienen ahora otra forma: los llamados famosos del mundo del espectáculo. No es solamente el hecho que los hayamos adoptado como a alguien más de la familia, sino que sirven de conexión entre nosotros y el tan a menudo alejado círculo de poder. De ahí la necesidad de contar con actores y cantantes en las filas de tal o cual candidato político en países como España y los Estados Unidos. O el hecho de que la oposición política en Rusia cuente con famosos como cara visible de tal o cual plataforma de oposición a Vladimir Putin.

Los gobernantes son como un dios, y las celebridades están creadas a su imagen y semejanza, los verdaderos intermediarios para millones de ciudadanos. ¿De qué otra forma se entiende la lista de personalidades presentes en el besamanos del nuevo monarca español? Modelos, presentadoras de televisión, David Bisbal, toreros, imágenes angelicales para que los que han quedado descolgados de la política y la nueva alfabetización puedan entender mejor los cambios.

[author] [author_image timthumb=’on’]https://scontent-b-mia.xx.fbcdn.net/hphotos-xfp1/t1.0-9/983693_10207293317514045_3185665985782992366_n.jpg[/author_image] [author_info]Francesc Xavier Morales Garcia Soy estudiante de doctorado en el Department of Spanish and Portuguese Studies de la University of Florida. Soy un profesional de las humanidades y las ciencias sociales. Me interesa en especial la política, la cultura, la arqueología y la historia. Leer sus columnas. [/author_info] [/author]

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