11 de Agosto de 2634, República de Antioquia.
Adorado hijo,
Espero que tus estudios de arqueología estén yendo bien. Las ruinas de Europa son algunas de las más interesantes, solo comparables con el antiguo Egipto, sus pirámides, templos y jeroglíficos. Londres en particular, y París, son tesoros que esconden múltiples secretos bajo la retícula urbana de lo que alguna vez fueron las dos ciudades más importantes del continente, cuya rivalidad nunca fue superada más que por el declive que posó su permanente sombra apagando su esplendor y luminosidad; son la Pompeya y Herculano de nuestro tiempo. Es una lástima que el encanto de acuarela que se siente al ver imponentes edificios del pasado envueltos en enredaderas, sea en realidad la penumbra que escapa de ojos vidriosos y apagados, estáticos y vacíos. Pero la enfermedad del ciclo civilizatorio, tal y como la artritis reumatoide que le llega a tantos en la vejez, también invadió esas culturas.
Ten cuidado cuando te desplaces por las calles que aún están habitadas. Evita los callejones cerrados y asegúrate de ir con un intérprete para que siempre estés al tanto de la situación y no te engañen, porque lo único en ruinas no es la estructura física, sino la moral, y en esos casos el instinto de supervivencia reemplaza toda forma de decencia cuando se trata de fuereños y extranjeros, a quienes se ve como una oportunidad para extraer algún beneficio pasajero.
Con respecto a tus pregunta, es difícil saber en estos momentos cuáles fueron las causas de la caída de la civilización europea, especialmente la de las islas británicas, porque la mayoría de los archivos relacionados con el periodo que inicia el tercer milenio estaban contenidos en medios cuya longevidad era muy inferior, a diferencia de la piedra, el papel o el pergamino. Podría contarte historias “detalladas” de la Edad Media y de hasta finales del siglo XX, pero la paulatina degradación de los sustratos de almacenamiento que vinieron luego, hacen imposible la reconstrucción del pasado en esa etapa. Sin embargo, podemos reconstituir una imagen aproximándonos por el siglo XVIII y terminando en los grandes depósitos de basura que se encuentran por todo el mundo, y que son de gran tamaño y extensión en ese continente. Sabemos con certeza por la poca cantidad de papel, después de ciertas fechas, que por ejemplo, las personas dejaron de leer alrededor del año 2007, y que una forma de comunicación simbólica basada en múltiples caras con gestos y diversos objetos asociados, reemplazó en gran medida la palabra escrita con caracteres alfabéticos y letras como los que estoy usando para esta carta; nosotros practicamos la lectura y la escritura, ya caídas en desuso.
Dos décadas después, alrededor del año 2030, las personas fueron perdiendo la capacidad de interacción con otros individuos y la sociedad comenzó un proceso de declive demográfico que ya traía una tendencia negativa desde la segunda mitad del siglo XX. Eso lo conocemos porque hay registros escritos esporádicos de algunos académicos y sabios de la época que consignaron sus observaciones en libros de papel, porque la mayor parte de la producción se desplazó a lo que conocemos como libros electrónicos, una tecnología perdida hace más de 400 años.
Luego de desvanecerse las capacidades de lectura y de interacción, el declive demográfico se intensificó de tal manera que grandes áreas de la ciencia y la tecnología desaparecieron por falta de nuevos practicantes, y por eso debo escribirte en este costoso papel de algodón, puesto que para los mensajes electrónicos que eran posibles al inicio del milenio, ya no contamos con la tecnología; los centros de distribución de la misma son ahora reliquias de museo que algunos, erróneamente, atribuyen a extraterrestres, ya que no imaginan posible que seres humanos hace apenas unos cuantos siglos pudieran comprender tan sofisticados mecanismos y sistemas. La gran pandemia del 2073 terminó de acabar con los pocos talleres en los que se practicaban algunas de estas artes, y se reparaban y mantenían esas tecnologías, pero no estamos seguros si esa fue la causa última del desplome.
Algunos autores que han hecho investigación de textos médicos y filosóficos europeos de los siglos XVIII, XIX y XX, han aventurado algunas hipótesis sobre las causas estructurales del declive y la decadencia de Europa, que ahora se parece mucho a las ruinas Incas del Perú, rodeadas de misterio y meteorizadas por el tiempo. De todas esas hipótesis hay una que me convence más que las demás –aunque no por ello creo que esté libre de vacíos enormes– y es la siguiente: al parecer, en el siglo XV se da una revolución científica y artística que se extiende hasta el siglo XVI, y se conoce como el Renacimiento; en ella, se producen grandes obras de arte y hay una proliferación de ideas que conducen luego a un periodo conocido como la Ilustración.
De ambos tenemos muy pocas pruebas, porque los museos de Europa que albergaban las obras de arte del Renacimiento fueron sistemáticamente saqueados y sus obras condenadas como herejía, y en Francia, esa enorme campiña con cicatrices imborrables de la historia, las bibliotecas fueron arrasadas por grandes incendios; en algunos casos, provocados, en otros, espontáneos porque no había nadie para cuidar de los edificios y los documentos que contenían. No obstante, tenemos una imagen muy trágica de la Ilustración, con unos periodos llenos de violencia, guerras y traumas, debido a las luchas de poder que sucedieron, mas nunca podremos saber si los rumores sobre la debacle civilizatoria de ese país durante el siglo XVIII, es cierta o no, y por los rastros que todavía quedan, no se puede asegurar de forma concluyente.
Del siglo XIX sabemos que fue de expansión. La cultura europea estuvo presente en casi todos los rincones del globo, pero después del inicio del siglo XX su influencia se encoge hasta convertirse en nota de pie de página y curiosidad, de nuevo, no sabemos mucho, excepto por algunos textos de historiadores que relatan guerras fantásticas, con ejércitos gigantescos acompañados de máquinas capaces de arrasar ciudades enteras y bolas de fuego que, arrojadas por artefactos voladores, destruyeron ciudades enteras; aunque igual que Homero con la Guerra de Troya, la cual nunca sabremos si fue cierta, dichas guerras son un mito, quizá más una metáfora del pasado turbulento en el que ebullen las ideas y se crean los nuevos hombres. Sin embargo, a pesar de todo esto, si asumimos la grandiosidad del Renacimiento, la irracionalidad de la Ilustración francesa, las grandes guerras mecanizadas del siglo XX y la tecnología que precedió a nuestro periodo de oscuridad actual, podríamos decir que los hombres de dicha época fueron perdiendo la razón, se ensimismaron y, como en el mito griego, se enamoraron de su imagen hasta ahogarse en la fantasía. Creemos que sus mentes se disociaron completamente y esto conllevó una lenta, pero segura, disolución de los finos vínculos que conforman una sociedad, primero a nivel individual. Las ciudades se hicieron más grandes y más compartimentadas, encogiendo al individuo hasta convertirlo en un animal diminuto de esos que puedes ver con tu microscopio óptico. Occidente regresó a la sopa primordial, no sin antes, dejarnos el esqueleto de su mente en estas ruinas que tú ahora estudias con tanta curiosidad e interés; empero, tal y como el registro fósil de los seres vivos de hace millones de años no pueden hablarnos porque la información ha sido reemplazada por una forma pétrea inanimada, el cuerpo que una vez fue es ahora su propia tumba con epitafios mudos.
Lamento no poder ser de más ayuda. Aquí, en estas montañas aisladas, no contamos con la capacidad para traducir los documentos de los que disponemos. Nuestros anaqueles están llenos de libros en idiomas con símbolos cuyos hablantes se extinguieron, y la criptografía toma tiempo; ojalá contáramos con una mítica piedra de Rosetta, porque los diccionarios de traducción se trasladaron a formatos contenidos y manejados por esas reliquias de museo que ya te mencioné.
Espero que te vaya muy bien. No se te olvide que debes tomar el velero de regreso en seis meses si quieres evitar los huracanes del Caribe: la navegación no es muy confiable y puedes terminar a cientos de kilómetros de tu destino, además de que los relojes mecánicos no son tan precisos como los antiguos electrónicos que se regían por las estrellas artificiales que, en otra época distante del pasado, lográbamos colocar sobre nuestras cabezas en el firmamento.
Tu padre que te quiere.
P.D.: Tu madre me pide que te diga por favor le traigas algún recuerdo de París o Londres. Aunque yo le insisto que allá ya no hay nada que valga la pena, posiblemente un viejo lienzo de los que sobrevivieron de algún museo para que lo colguemos aquí –a lo mejor y resulta que es un artilugio con valor histórico–. En la zona donde se ubicaba el Museo del Louvre, que no te debe quedar lejos de las excavaciones, parece que hay un mercadillo donde los saqueadores venden lo que encuentran bajo las ruinas.
Este artículo apareció por primera vez en nuestro medio aliado El Bastión.
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